
“Me convencí que sólo había una forma de recoger nuestras experiencias de lucha: escribir en primera persona, en forma directa, sin subterfugios literarios, sin adornar las historias con épicas imaginarias. Había que ir de frente, con la cabeza en alto, reivindicando cada acción, cada fracaso como aprendizaje, cada sueño como acción concreta, cada avance como acción de muchos, la memoria como horizonte de lucha».