A los analistas de la política internacional nos intriga lo que a veces parece indecisión y pasividad de Rusia ante el evidente acoso y las provocaciones a las que con frecuencia la somete el bando atlantista anglosajón. Es que ante la dificultad nacional e internacional de hacer un viraje asertivo abrupto después de aquella era […]
A los analistas de la política internacional nos intriga lo que a veces parece indecisión y pasividad de Rusia ante el evidente acoso y las provocaciones a las que con frecuencia la somete el bando atlantista anglosajón.
Es que ante la dificultad nacional e internacional de hacer un viraje asertivo abrupto después de aquella era Yeltsin en que el bando atlantista se apoderó económicamente e institucionalmente de los restos de lo que fuera la Unión Soviética y acometiera en Rusia un lavado cerebral masivo para imponer los valores e instituciones del neoliberalismo, esa era la situación ideológica en Rusia cuando tuvo lugar la súbita irrupción de Vladimir Putin al poder, tuvo que lidiar con prudente habilidad para mantener en equilibrio el poder adquirido por el bando partidario del vasallaje al atlantismo anglosajón con los partidarios de una consolidación Euroasiática endógena. Todo esto mientras sacaba al pueblo ruso de la miseria e inseguridad en que lo sumió el experimento neoliberal de Yeltsin. En una exhibición de virtuosismo y casi diría malabarismo político Putin no solo logró devolver a Rusia el crecimiento económico y un papel influyente en el escenario internacional, sino que, con un presupuesto mucho menor, sacó ventaja a Estados Unidos en cuanto a tecnología militar.
Hace pocos días Putin pronunció ante la Duma un discurso en el que propuso cambios constitucionales que debilitarán la influencia de la Quinta columna atlantista en la toma de decisiones de Rusia.
Aunque Putin anunció su abandono del poder dentro de cuatro años, el resultado inmediato fue la renuncia de todo el Gobierno, encabezado por el Primer Ministro Dimitry Medvedev.
La esencia del discurso de Putin se reduce al anuncio de que las próximas políticas de Gobierno ruso estarán orientadas a mejorar el nivel de vida de la población rusa y a consolidar y aumentar la soberanía de la Federación Rusa.
La renuncia de Medvedev se comprende si se conoce que él era el principal exponente del atlantismo residual heredado de la era de Yeltsin en la que prevalecieron las mafias financieras promovidas desde New York y favorecidas por Anatoly Chuváis el ministro de Yeltsin encargado de la privatización de las empresas del Estado que pertenecieron a la Unión Soviética.
Las tendencia de las dos nuevas políticas no pueden entusiasmar a Medvedev y su equipo, que obedecen a la ideología capitalista y la visión cosmogónica anglosajona de la política internacional.
Otro motivo de la renuncia fueron las sugerencias de Putin para formalizar a nivel constitucional los requisitos obligatorios para aquellos que ocupan cargos de importancia crítica para la seguridad y soberanía nacional. Esos requisitos dificultan la posibilidad de pertenecer al mismo tiempo a la élite oligárquica rusa y a una élite oligárquica extranjera, por que exigen 25 años de residencia continuada en Rusia y no tener otra nacionalidad que la rusa. Está claro que se quiere excluir del poder a quienes puedan tener patriotismo y fidelidad divididos
El nuevo primer ministro es Mikhail Mishustin, poco relacionado con Occidente, por lo que en internet se han hecho todo tipo de especulaciones sobre lo que su nombramiento puede significar.
Sólo ahora que ya se conoce el nuevo equipo de Gobierno se puede especular sobre sus futuras políticas. No sólo por quienes están a cargo de las carteras, sino también por quienes ya no lo estarán más.
Algo que sabemos con certeza por lo que Putin anunció en su discurso es:
1. Se hará un gran esfuerzo para hacer frente a la pobreza que todavía sufren muchos rusos.
2. Se hará un gran esfuerzo para devolver a Rusia su completa soberanía.
Los cambios en el nuevo Gobierno no implican la neutralización total del bloque atlantista. Anton Siluanov permaneció como jefe del Ministerio de Finanzas, pero fue degradado de su cargo de Viceprimer Ministro de Rusia, un cargo que ahora ha sido tomado por Andrei Belousov, un cambio que le permite neutralizar a Siluanov. En cuanto a Medvedev, se le otorgó una «promoción de oro» a la posición en gran medida técnica de Vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia. Mucho honor y poco poder.
La mayoría de los observadores rusos señalan dos cosas claves:
Primera: este es un Gobierno altamente competente, técnicamente cualificado. En verdad puede decirse que por primera vez cada puesto en el nuevo gabinete ahora está ocupado por un profesional cuya experiencia es reconocida por todos.
Segunda: este es en gran medida un Gobierno técnico apartado de la manipulación ideológica atlantista. Esto no quiere decir que las políticas sociales y económicas de Rusia no cambien, porque las presiones extranjeras funcionarán de un modo subalterno a las necesidades y realidades de Rusia, por lo que es de esperar más coherencia y efectividad en la presencia de Rusia como único protagonista europeo autentico y soberano con proyección en una política internacional en que Eurasia es cada día más relevante.
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