Con el recuento casi completo de los votos emitidos ayer en las elecciones general de Turquía, el presidente de ese país, Recep Tayyip Erdogan, parece no haber logrado, por unas décimas de punto, la reelección en primera vuelta, postergando por dos semanas más la incertidumbre por un resultado del que están pendientes estadounidenses y europeos, además de los turcos, claro.
De confirmarse que obtuvo 49.34 por ciento de los sufragios, y su adversario, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu el 45 por ciento, la presidencia turca habrá de dirimirse en una segunda vuelta prevista para el 28 de mayo. El aspirante Muharrem Ince, cuyos votos se cuentan como válidos pese a su retirada de los comicios, recibió 0,47 %, mientras que Sinan Ogan, de la Alianza ATA, se quedó con 5,31 %.
El principal partido opositor, el Republicano del Pueblo (CHP), señaló durante la jornada a los medios oficiales por divulgar cifras adulteradas, el gubernamental Justicia y Desarrollo (AKP) ha exigido la revisión de los resultados en la mayor parte de las casillas ganadas por la oposición.
Fueron los comicios más importantes, en el plano internacional, del año en curso. La reelección de Erdogan sería una mala noticia para Estados Unidos y un hecho auspicioso para Rusia. Pero aún está pendiente el conteo de los votos emitidos en el extranjero. Aunque transcurrió en forma pacífica, ambos bandos se acusan de la comisión de irregularidades.
Más allá de denuncias de la irregularidades, la imputación más preocupante fue emitida por el propio Erdogan, quien afirmó la víspera de la elección que el gobierno de EEUU busca sacarlo del poder a toda costa y ofrece para esto un respaldo a los opositores.
En años recientes, el alejamiento entre Turquía y EEUU ha derivado en una abierta hostilidad, cuyo episodio más reciente es el incumplimiento estadounidense de un contrato de venta de cazabombarderos de última generación F-35 a Turquía, en represalia porque este país adquirió sistemas antiaéreos S400 rusos.
Pero lo que más molesta a Washington es la determinación del gobierno turco de mantener una posición independiente y de convertirse en un actor autónomo con rango de potencia regional, a pesar de su condición de miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Washington buscó aprovechar el proceso electoral para inducir allí una revuelta como las llamadas primaveras árabes que sacudieron a Túnez, Egipto y Siria –y derivaron en el derrocamiento de gobiernos o en guerra interna–, como una medida para cerrar el paso al multilateralismo, del que Erdogan es resuelto partidario, lo que lo ha llevado a tender puentes de colaboración con países como Rusia, Venezuela, China y Brasil.
Asimismo, como miembro de la OTAN, Turquía tiene la capacidad de obstaculizar el acceso de nuevos países a esa Organización belicista. La adhesión de Suecia a la OTAN fue vetada por Turquía, molesta por las facilidades establecidas por el país nórdico para el establecimiento de ciudadanos kurdos. En el trasfondo político económico, sin embargo, las razones son más variadas y mucho tiene que ver la nueva relación de fuerzas a nivel mundial.
Es cierto que los partidos que apoyaban a Erdogán han logrado la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (Parlamento) pero también que el resultado de las Presidenciales indica que muchos sectores de la población, incluso algunos que hasta ahora le daban un respaldo incondicional, lo ven como un peligro para continuar dirigiendo el país.
Erdogan se asoma al vértigo de perder 20 años de poder ante una oposición más unida que nunca. Pese a sus diferencias étnicas e ideológicas, mientras Kemal Kiliçdaroglu, que partió como favorito según los sondeos, aseguraba tener pruebas de la interferencia rusa en los comicios presidenciales, por difundir contenidos manipulados en internet en su contra. Erdogan dijo que su rival debería avergonzarse de estas denuncias.
Kiliçdaroglu
Para los analistas occidentales, Kemal Kiliçdaroglu ha terminado por convertirse en la única esperanza para construir una nueva Turquía con mayor respeto para la pluralidad religiosa, étnica y social . Kiliçdaroglu no es musulmán suní, como la mayoría de los turcos, sino que pertenece a una familia alevi asentada en Dersim –en kurdo «Puerta de Plata»-, la región más occidental del Kurdistán turco, enclavada en el centro de la Anatolia.
Los alevis, teóricamente musulmanes, no siguen los preceptos del islam tradicional –no rezan cinco veces al día, no guardan ayuno en el Ramadán, beben alcohol, las mujeres no llevan velo…-; ni siquiera tienen mezquitas sino una especie de centros culturales y, por lo general, votan a partidos de izquierda o a las alianzas pro-kurdas.
Los islamistas radicales acusan a los alevis de ser ateos e insultan a sus mujeres considerándolas «putas» por vestir a la europea. Pueden llegar a los diez millones de habitantes, distribuidos principalmente por las provincias centrales de Turquía o en las grandes metrópolis, sobre todo en Estambul, donde ocupan barrios enteros, como el populoso Gazi Osman Pachá.
Turquía
Un antiguo proverbio turco indica que No siempre sopla el viento que el marinero desea. Otro, de larga historia y más reciente vigencia a partir de la Reforma Constitucional de 2017, que Dos capitanes hunden una nave.
Su PBI alcanza un billón de dólares, su territorio se extiende desde Europa oriental hasta Asia occidental, su población orilla los 85 millones de habitantes. También, debido a su presencia en el panorama mundial. Es miembro de la OTAN, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y del Grupo de los 20.
La dinámica economía de Turquía es una imbricada combinación de servicios, industria moderna y agricultura tradicional. Los sectores de industria y servicios vienen modernizándose aceleradamente, con orientación estatal y participación privada. Sin embargo, la producción primaria aún es responsable del 25 por ciento del empleo.
El país juega un importante papel en la estabilidad del mar Egeo, en la medida en que desde 1974 el norte de la isla de Chipre es territorio administrado por Turquía. En septiembre de 2022 el gobierno turco anunció el reforzamiento de su presencia militar en esa región chipriota ante la decisión estadounidense de suministrar armas al gobierno que conduce la zona Sur. Turquía evaluó que EE.UU. estaba prestando apoyo militar a Grecia para controlar el Egeo.
En lo interno, la perspectiva de una prolongación del actual gobierno turco, islamista, autoritario y conservador, resulta preocupante y desalentadora para los sectores laicos y progresistas, así como para la minorías kurda y armenia. Erdogan ha lanzado una sistemática y brutal represión contra los kurdos. La veta dictatorial de Erdogan es inocultable, como lo han sido sus ataques a las libertades individuales, los derechos políticos y la transparencia.
Álvaro Verzi Rangel: Sociólogo, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)