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Guatemala

Unos cuantos encapuchados hacen callar al periodismo

Fuentes: El Puercoespín

Lucía Escobar o «La Lucha» (36) es la periodista guatemalteca nominada al premio Indice de Censura 2012. En octubre pasado, después de publicar una columna llamada «De Cuervos, Ojos y Demonios», debió abandonar Panajachel, Atitlán, el pueblo mítico a unos 140 kilómetros de la Ciudad de Guatemala en el que vivió con su familia durante […]

Lucía Escobar o «La Lucha» (36) es la periodista guatemalteca nominada al premio Indice de Censura 2012. En octubre pasado, después de publicar una columna llamada «De Cuervos, Ojos y Demonios», debió abandonar Panajachel, Atitlán, el pueblo mítico a unos 140 kilómetros de la Ciudad de Guatemala en el que vivió con su familia durante siete años.

En «De Cuervos, Ojos y Demonios», denunció y acusó a los integrantes de la comisión de seguridad ciudadana de esa pequeña comunidad como responsables de abusos y violaciones a los derechos humanos.

Estas comisiones, como una viruela, se han propagado por el país como respuesta de vecinos y autoridades ante la amenza del crimen. Es común encontrar en vecindarios, barrios y municipios guatemaltecos rótulos y vallas en las que el pueblo da oficialmente la bienvenida al visitante, seguidas de vallas más pequeñas en las que los rostros de hombres encapuchados advierten al extraño: «Estamos vigilando». Incluso advierten que la localidad cuenta con vecinos atentos que no permitirán que nadie perturbe la paz.

Es una herencia de la guerra: los patrulleros civiles durante el enfrentamiento constituyeron la fuerza local sobre la que el Ejército de Guatemala basó la vigilancia y control de los rincones más remotos del país. Y a estas patrullas se les atribuye y responsabiliza también de participar en ejecuciones, secuestros, linchamientos, tortura y violaciones sexuales. La Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) calculó que estas unidades participaron en al menos 27 por ciento de las masacres cometidas durante la guerra.

En esta era moderna, las patrullas se hacen llamar comisiones de seguridad. Y bajo una capucha y la sombra de la noche, es común encontrar hombres que con escopetas, machetes y palos patrullan cuadras y avenidas. No existe un solo lugar en el que estas patrullas no sean responsabilizadas por crímenes horribles: desapariciones, robos y muy a menudo acosos amenazantes. Es el poder de las armas. Es el poder de la sombra de la noche que les protege. También es el poder del convencionalismo social: los guatemaltecos no tienen problema en manifestar su abierto apoyo a la violencia para exterminar la violencia.

En su breve nota, de no más de 400 palabras, Lucía Escobar denunció que en menos de dos años los integrantes de la comisión de seguridad de Panajachel acumulaban al menos 30 denuncias, entre ellas de secuestro y tortura. Y hacía hincapié en la desaparición de un joven de 23 años, Luis Gilberto Tian Senté: «Hay numerosos testigos que vieron cuando unos 20 encapuchados lo vapuleaban y lo arrastraban por las calles. Su ropa y sus zapatos llenos de sangre se encontraron en la orilla del río. Su cuerpo no aparece».

Y la última línea del texto fue esta: «Si la próxima en descansar en el fondo del lago más lindo del mundo con piedras amarradas al cuerpo soy yo, ya sabrán a quién culpar».

La respuesta fue rápida: un vídeo circuló en internet en el que uno de los integrantes de esa comisión decía que cierta basura no merecía terminar en el lago más lindo del mundo. La difamación fue otra arma de ataque: otros dos hombres a los que mencionó en su columna la acusaron de narcotraficante en emisiones de televisión.

Lucía Escobar debió salir de inmediato de esa pequeña comunidad.

Ha pasado el tiempo. Los hombres señalados en su texto, Juan Manuel Ralón and Víctor Anleu, presidente y vicepresidente de la comisión de seguridad denunciada, guardan hoy prisión, condenados a 17 y 19 años de encierro. El resto de los integrantes de la comisión siguen libres. Lucía Escobar vive en otra ciudad guatemalteca. Su voz permanece. Se escucha en Radio Ati y en su columna habitual en elPeriódico. Mantiene su blog «Las otras Luchas» y en esta entrevista, realizada a través de correos electrónicos y un par de líneas de chat, cuenta qué la hizo resistir.

La última vez que nos escribimos, vivías en tensión: las amenazas y la difamación… el exilio de Panajachel, Sololá. ¿Cuánto ha cambiado tu vida en estos ocho meses?

-Ha cambiado mucho, pero no tanto. Sigo haciendo lo que me gusta: escribir, organizar actividades culturales, hacer periodismo, ya no doy clases de literatura. Ya pasó la incertidumbre de qué haré con mi vida, dónde voy a vivir, de qué voy a trabajar, mis hijos van a un nuevo colegio y yo voy, poco a poco, teniendo una nueva rutina. Me ha costado retomar el periodismo porque he dedicado más tiempo del que quisiera a atender solicitudes de la Fiscalía de Delitos contra la Prensa, además de otros asuntos personales.

Y los «Cuervos y los Demonios» ¿permanecen? ¿sientes que el peligro se extinguió?

-Dos de los líderes que mencioné en mi columna hoy están presos. Aún no han encontrado el cuerpo de Gilberto Senté, pero se que su viuda no ha parado en su lucha por encontrarlo. Ella está trabajando en un hotel de un gran colaborador de nuestros proyectos, quien le dio trabajo para ayudarla. Sé que hay más ordenes de captura aún no ejecutadas; también sé que dejaron de patrullar en Panajachel, pero que ya se formaron nuevas comisiones de seguridad en otras áreas del lago de Atitlán y que se multiplican a lo ancho y largo del país. Atitlán perdió el único medio de comunicación independiente, local y constante que fue Revista y Radio Ati y que era sumamente importante para la región por su vulnerabilidad climática y geográfica. ¿El peligro para mí? No sé si ya se extinguió, espero que sí, que se den cuenta que yo solo cumplía con mi obligación, pero que no tengo la culpa de los desmanes de los implicados.

Has sido nominada al premio Índice de Censura, en la misma lista que un bloguero chino, dos periodistas de Irán y Arzebaiján. ¿Qué significa esta nominación para el periodismo guatemalteco?

-Que entre más censura exista, menos debemos callarnos, que entre más represión y militarismo, más debemos luchar por la libertad de expresión y por la paz.

¿Cuánto crees que la sociedad guatemalteca aprendió a valorar la libertad de expresión como una condición para vivir en paz?

– Somos un país tan diverso que me es muy difícil verlo como un mismo todo. Pienso, por ejemplo, que hay una parte de la población, quizá entre profesionales, que sí pueden ver esa relación entre libertad de expresión y paz. Pero aún hay censura y un conservadurismo francamente pueblerino. Estamos tan acostumbrados a callarnos, a tratar de quedar bien para que no nos pase nada malo, que a veces no logramos ni siquiera darnos cuenta de lo que significa libertad de expresión.

En noviembre, enviaron desde un correo de la Municipalidad de Panajachel, una serie de vídeos en mi contra, el último párrafo decía así: «Les pedimos también a las organizaciones de Derechos Humanos y a los medios de comunicación que tanto la han avalado (a Lucía Escobar) la inviten a la reflexión y aconsejen a esta persona que es mejor que se calle, puede ser que ya está muy confundida». Este correo fue realizado por Teresa Coello, una antropóloga mexicana que vino a trabajar con Minugua y que es dueña de un centro cultural, la apoyó Tereso Toj (director de la Universidad del Valle del Altiplano). Son personas supuestamente educadas, con un grado universitario, pero mira cómo piensan… ni siquiera son capaces de darse cuenta que lo que están pidiendo es una violación a mi derecho a expresarme. Pienso que cuando la sociedad guatemalteca aprenda a valorar la libertad de expresión como una condición para vivir en paz, vamos a estar cerca de vivir esa paz… En serio.

He notado el mismo humor y una intensa actividad en tu carrera: el programa «Ni te cases ni te embarques» en Radio Ati y la columna»La Lucha Libre» en elPeriódico. ¿Cuánto ha cambiado el ejercicio del periodismo desde Octubre?

-Desde octubre he realizado pocos reportajes de profundidad y crónicas, apenas he hecho algunas notas simples pero ha sido más por falta de tiempo. ¿El humor? Pues ese no se debería perder por mucho que intenten amargarte la vida. El humor es lo único que nos queda. Me niego rotundamente a odiar.

¿Cómo se procesa emocionalmente esta condición? Eres víctima de amenazas y cuando me dices «me niego a odiar» me pregunto ¿de qué manera trataste el trauma y la tragedia?

-No la he tratado profesionalmente. Pasé un mes llorando, en la mañana, en la tarde y en la noche, pero un día mi papá me sentó y me dijó: «Primero le tocas los huevos al león y cuando te ruge, salís llorando como una niña. ¿Qué esperabas?» El trabajo continuo no me permite deprimirme. Mi papá siempre me ha dicho que la cura para la depresión es seguir trabajando y le creo. Y por supuesto el apoyo de mis amigos y mi familia, me han dado la terapia de la risa y la compañía que es la mejor del mundo.

La Fiscal General de Guatemala declaró en un momento que el sistema no está a la altura de las víctimas de la violencia actual. Tú eres una de esas víctimas. ¿Cómo es la respuesta del sistema?

-Veo el gran esfuerzo que hacen en la Fiscalía de Delitos contra la Prensa, pero también me saltan a los ojos las debilidades del sistema. Por ejemplo, me «confiscaron» mi teléfono celular durante seis meses para intentar rastrear los mensajes anónimos. Desde el principio, lo ví difícil pues los mensajes venían de una página web, sabía que no iban a poder rastrearlos, pero aún así me quedé sin mi número durante seis meses, cuando finalmente me lo devolvieron no habían podido rastrear nada. En el tema de las amenazas por Internet, en Guatemala los fiscales no saben nada de tecnología, son incapaces de rastrear un IP -aunque en el caso del tuitero preso por pánico financiero demostraron que si pueden hacer algo y rápido- y aunque tengan buenas intenciones, el sistema se los come. Además la lentitud con que suceden las cosas es impresionante, la mayoría de la gente termina tirando la toalla porque es demasiado lo que tiene que invertir la víctima en tiempo y pruebas para que un caso avance. Por otro lado, ya ves que cuando es un caso mediático, el sistema es capaz de avanzar a pasos agigantados.

¿Cómo crees que vamos a describir en diez años a tu generación de periodistas?

– Primero habría que preguntarse si ¿podremos ser catalogados como una generación? Creo que muchos de mis colegas periodistas son multifacéticos, muchos tiene programas de televisión y escriben, o tiene programas de radio y escriben, o tienen blogs personales y trabajan para un medio de comunicación grande mientras también tiene sus proyectos independientes de periodismo. Creo que hay grandes abismos entre los periodistas de planta y los freelancer y entre los departamentales y los que viven en la ciudad capital. Creo que los periodistas departamentales hacen una labor impresionante por dar las noticias sin verse afectados o señalados pues entre más pequeño es el lugar donde viven más grande el riesgo al denunciar lo que sucede en sus comunidades. Y en alguna medida los periodista de planta de los medios de comunicación convencionales tienen mas libertad para tocar ciertos temas calientes.

¿Qué se habla? pero también ¿qué se calla? en el periodismo guatemalteco.

-Se habla de todo un poco, pero se profundiza menos. En Guatemala suceden tantas cosas gruesas a cada momento que es difícil darle continuidad a los temas, hasta que vuelven a surgir por motivos graves. Sin ir muy lejos, el caso de los patrulleros ha estado varias veces en «escena». Empezó con San Juan Sacátepequez y se ha extendido a muchas comunidades. En octubre, por el tema de Panajachel, volvió a estar en los medios, pero nadie realizó algo exhaustivo al respecto. Por ejemplo ¿cuántos departamentos tienen patrullajes, quién los autoriza, quién los entrena, cómo se organizan, qué peligros traen a las comunidades y qué solución alternativa hay a la inseguridad que es la mecha que prende todo esto? ¿Qué se calla? Se calla mucho, pero no siempre por las mismas razones: se calla por miedo a perder un anunciante, o las simpatías de un político, o por salvar la vida de la familia o el estatus en la comunidad, se calla por falta de recursos para confirmar datos o hacer investigaciones exhaustivas, se calla por temor a que el editor no le guste un tema.

Lucía, continuas con la convicción del periodismo ¿cuál fue el momento, en medio de esta circunstancia, que te convenció que debes seguir en periodismo y no rendirte?

Nunca fue una opción rendirme. El periodismo es mi carrera, es mi vocación, es mi vida, es mi fuente de ingresos, es la manera en que puedo aportar a la sociedad y a construir un mundo mejor. Mi palabra es la única arma que tengo para luchar contra lo que considero injusto.

Fuente: http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/06/28/guatemala-unos-cuantos-encapuchados-hacen-callar-al-periodismo-por-claudia-mendez-arriaza/