Los fuertes y profundos reacomodamientos del tablero geopolítico mundial están provocando afloramientos de nuevas doctrinas o de versiones renovadas (o profundizadas o directamente descarnadas), de viejas prácticas colonialistas y de diversas presiones de todo tipo. Tal como interpreté en mi libro «1800-2100 = Del Colonialismo Decimonónico al Neocolonialismo del Siglo XXI», (http://caoenergia.blogspot.com.ar/), los muy rápidos […]
Los fuertes y profundos reacomodamientos del tablero geopolítico mundial están provocando afloramientos de nuevas doctrinas o de versiones renovadas (o profundizadas o directamente descarnadas), de viejas prácticas colonialistas y de diversas presiones de todo tipo.
Tal como interpreté en mi libro «1800-2100 = Del Colonialismo Decimonónico al Neocolonialismo del Siglo XXI», (http://caoenergia.blogspot.com.ar/), los muy rápidos cambios operados en el tablero del Poder Mundial, han hecho reverdecer viejos esquemas de intervenciones directas, sin tapujos ni solapamientos; simple fuerza bruta, desembozadamente aplicada por las Potencias Neocolonialistas -EEUU, Gran Bretaña y Francia, a partir del comienzo del hoy fenecido Mundo Unipolar, o si se quiere, desde lo que se considera con debidos fundamentos, el verdadero comienzo del «siglo XXI largo», cuyas pautas arrancan en 1989-1990.
Aquel Mundo Unipolar duró muy poco, cambiando al Mundo Multipolar de hoy, que a la par (o ya superando en varios aspectos) a las Potencias Tradicionales del «Mundo Occidental» del Eje Atlántico -EEUU-UE-, mas Japón y los aliados menores; hoy ve surgir con fuerza (o renacer, según el caso) a los nuevos actores de los BRICS, y otros bloques regionales-continentales, como lo son Mercosur, Unasur y Celac.
Es El Poder, a secas, lo que está en juego; y para nuestras naciones de Íberoamérica y Caribe, es la palpable capacidad de autodeterminación, o como alternativa no deseada, volver al triste papel de patio trasero, tanto de EEUU como de la UE.
Más claramente, hoy las únicas potencias con capacidades económicas-tecnológicas y poder de disuasión bélico considerable, para poder resistir por si mismas los embates cada vez más claros de las Potencias Hegemónicas Tradicionales, son Rusia, China e India. Y no por casualidad acordaron amplias acciones estratégicas en común, formando un mega bloque de poder alternativo, plantado firmemente en el corazón de Asia y sus proyecciones naturales a Europa Oriental y El Ártico.
Analizando la realidad geopolítica con rigurosidad es imprescindible evaluar el contexto sin las ataduras mentales que la colonización mental impuso a unos cuantos «analistas» superficiales, o simplemente mercenarios; y sin los severos condicionamientos negativos que los variados cursos de la Escuela de las Américas e instituciones similares o vinculadas, impusieron a nivel de tabla rasa (o cerebros refritados, perdónese la expresión tan gráfica), a muchos componentes de las fuerzas armadas y de seguridad de los países de nuestra región.
En esos sectores colonizados mentales (viejo tema, magistralmente tratado por Jauretche, Methol Ferré y otros cerebros lúcidos de nuestra Patria Grande), persisten condicionamientos severos, que de hecho los subordinan a pautas largamente instaladas por persistentes y sutiles técnicas de control mental, maleables y manejables por distorsiones y manipulaciones del poder mediático, del «pensamiento políticamente correcto», de mensajes insidiosos de operadores de las redes sociales, e incluso de factores de poder que no permiten modificar conceptos preestablecidos y pautas de conducta, condicionados a favor de los intereses extranjeros, hoy mutados en poderes neocoloniales.
Sin esas ataduras mentales, un análisis geopolítico riguroso muestra con claridad, que hoy no existe en nuestra mega región de Unasur y Celac, ningún conflicto geopolítico explícito o latente, con la triada rectora del BRICS (Rusia-China-India), como sí existen en cambio con las potencias de la triada tradicional de la Comisión Trilateral, en particular con EEUU y la Unión Europea, las cuales han evidenciado agresiones y amenazas explícitas, y un sinnúmero de acciones encubiertas o semi encubiertas; estas últimas perpetradas por diferentes actores, algunos aparentemente insólitos (para personas no avisadas en el tema) como el accionar perversamente negativo de varias ONGs extranjeras y sus filiales y asociados locales, de tipo «ecologista», «indigenista», «derecho humanista», etc.
Consecuentemente, no solo son válidos sino básicamente muy positivos como factores de nivelación de la balanza del poder, los acuerdos estratégicos rubricados por varios de nuestros países con Rusia y China, eventualmente otros que puedan ampliarlos, y convenios de cooperación y/o acuerdos de similares tenores con India.
Las acciones de desestabilización, que atacan básicamente a Venezuela, Brasil y Argentina (del tipo encuadrado dentro de las «guerras blandas») para debilitar las gobernabilidades y provocar cambios de gobiernos favoreciendo a personeros del neoliberalismo, se centran hoy en nuestros tres países, no por ser «amenazas» para nadie, sino por constituir los tres la base principal de sustentación de nuestros organismos regionales, imbuidos de políticas autónomas y soberanas.
En el caso de Venezuela, la violencia es mucho más explícita y continuada, en un proceso de desgaste, que busca la ingobernabilidad total y el lograr el descontento masivo de su población. Incluso, algunos voceros del poder duro de «los halcones» de EEUU, sin eufemismos amenazan con una intervención militar directa «en Venezuela y otros Estados díscolos» de Íberoamérica y de todo el mundo. En esa misma línea de acción, están las medidas crecientemente agresivas, tomadas por la Administración Obama, pretextando absurdas «amenazas» supuestas de la pacífica Venezuela, para EEUU.
Incluso la insólita «exigencia» de EEUU de evitar la participación de la Unasur y la Celac, en el conflicto hoy centrado en lo diplomático, muestra el rol excluyentemente imperial, que sin ningún recato, muestra esa potencia.
Además del largo rosario de invasiones a escala planetaria, perpetrados por EEUU y sus aliados/subordinados, y de la explícita doctrina de «defensa» (léase de agresión) que reelaboró EEUU, que contempla un cuadro de guerra permanente, en diferentes escenarios mundiales, con un auto arrogado rol y supuesto derecho supremo de intervención donde esa potencia crea conveniente, resulta muy evidente que los procesos de «subversiones de color» devenidas prontamente en procesos bélicos de gran intensidad, como los que hoy padecen Siria y Ucrania, lamentablemente no están muy lejos de la amenazante realidad que impúdica e impiadosamente se cierne sobre nuestras fronteras.
Con toda la enorme importancia geopolítica que tiene el hermano país caribeño, el objetivo principal no es cambiar su gobierno orgullosamente independiente (más allá de errores y aciertos, y que se coincida o no con su declamado socialismo), ni tampoco dominar a voluntad sus riquísimas reservas de hidrocarburos. ¡No!, el objetivo real es volver a «poner en caja» retrotrayéndonos al perimido rol de patrio trasero a Sudamérica toda, y al mega contexto de la Celac. Y para eso, quebrar las políticas autónomas e independientes de Argentina y Brasil, son objetivos claves de la potencia hegemónica continental, hoy devenida en discutida y erosionada potencia planetaria.
Para añadir impredecibles dosis de irracionalidad y de reales peligros geopolíticos a escala mundial, varios analistas internacionales de reconocida idoneidad y notable profundidad de pensamiento, como Noam Chomsky, Lyndon LaRouche, Alexander Dugin, Miguel A. Barrios, y otros, alertaron acerca de los peligros que la desesperación ante la pérdida progresiva y acelerada del Poder Real, pueden suscitar en las dirigencias ultra reaccionarias de EEUU (y sus aliados), que han dado muestras de pretender frenar el deterioro en base a sucesivas guerras y agresiones políticas, económicas y culturales; pudiendo incluso tensar la cuerda al punto tal de poner el escenario global en la antesala directa de una conflagración total, que incluiría -aterradoramente- armas nucleares, químicas, biológicas, e incluso alteraciones programadas del clima; todo ello con perfiles grotescos que llegan a lo apocalíptico.
La ya cantada pérdida de hegemonía del dólar y los deterioros de los poderes financieros transnacionales, ante una crisis económica que ellos mismos provocaron, son factores que agregan imprevisibilidad a todo el ya muy conflictivo contexto.
En ese dantesco panorama de amenazantes realidades, la Unasur y la Celac, deben urgentemente reforzar sus capacidades de defensa integral (que no pasan solo por lo militar).
Y para Argentina en particular, resulta de urgente necesidad recuperar nuestra capacidad de disuasión militar, para lo cual elementales reglas de geopolítica aplicada indican la inconveniencia de seguir dependiendo de tecnologías, insumos y otras dependencias de hecho, de material bélico estadounidense en particular y de miembros de la OTAN en general, dados sus roles agresivos en contra de nuestra soberanía y nuestros derechos.
Por ello, sin perjuicio de apostar fuertemente a los desarrollos industriales y tecnológicos propios, es una indelegable prioridad contar con elementos de defensa dotados de tecnologías avanzadas. Claramente, descartados como proveedores no confiables de sistemas defensivos, tanto EEUU como Europa y otros aliados menores; las opciones pasan hoy por Rusia y China; potencias no solo de primer nivel tecnológico, sino con buena predisposición manifiesta a equiparnos, y con quienes no nos separan conflictos geopolíticos ni territoriales; las que adicionalmente, tratados mediante, pueden ser nuestros reaseguros y respaldos -con mutuos intereses positivos entre nuestro país y esas dos potencias-, ante las potenciales y nada improbables agresiones latentes de las ya mencionadas potencias neocolonialistas del siglo XXI.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.