AMLO esperó un año y medio para vengar la deshonra de la antimexicana campaña. Era la última oportunidad. Había que apostarle al “jonrón”. Sacar la bola del parque. Reconocimiento internacional. Extensión de la mano franca. Cese de las hostilidades unidireccionales. Agradecimiento público y personal: la no-injerencia como el amor… con amor diplomático se paga.