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Costa Rica

Ante las próximas elecciones nacionales

Fuentes: Revista Amauta

A menos de una semana de realizarse las elecciones nacionales en nuestro país, la lucha por cual sector de la burguesía se hace del Gobierno y cómo se distribuyen las cuotas de poder en la Asamblea Legislativa y Municipalidades, se desenvuelve en un clima de poco entusiasmo popular , con gran abstencionismo y una cada […]

A menos de una semana de realizarse las elecciones nacionales en nuestro país, la lucha por cual sector de la burguesía se hace del Gobierno y cómo se distribuyen las cuotas de poder en la Asamblea Legislativa y Municipalidades, se desenvuelve en un clima de poco entusiasmo popular , con gran abstencionismo y una cada vez mayor posibilidad de que haya una segunda ronda entre los dos más importantes partidos donde se han agrupado los distintos sectores de la burguesía: El (Partido de Liberación Nacional (PLN) y el Movimiento Libertario (ML).

La burguesía costarricense, diversificada casi una década atrás con nuevas expresiones políticas como el (Partido de Acción Ciudadana (PAC) y el ML que surgieron de la crisis del bipartidismo, no tiene un plan más allá del que la crisis global de la burguesía y el capitalismo les impone a países atrasados como el nuestro. El partido (PLN) que sobrevivió a la crisis del bipartidismo, convirtiéndose de socialdemócrata a TLCeísta, fue el caballo de Troya para impulsar el desmantelamiento de su preciado y admirado hijo: el Estado Social de Derecho de Figueres, Orlich y Oduber. Esta negación de su propia historia era necesaria para imponer la llamada «modernización» del Estado y del país, introducirlo en la globalización capitalista y abrir la «Suiza Centroamericana» para la explotación y enriquecimiento del gran capital financiero, comercial, de exportación y de servicios y con los herederos del viejo PLN postulándose como administradores, representantes, facilitadores al servicio del gran capital transnacional o como socios minoritarios de los mismos.

El PAC por su parte, nació planteándose remozar la credibilidad en el régimen democrático burgués con la bandera de la «transparencia»; luego, con el planteo de la recuperación parcial del Estado Social de Derecho, hace un poco de tiempo atrás y, ahora, se desdibuja en retirada con el llamado a la «Unidad Nacional» o «Pacto Social». Los libertarios, que nacieron blandiendo las tesis radicalmente neoliberales antes, pasaron a una abierta y descarada unidad con el Gobierno y los Arias en el TLC y en la Agenda Complementaria del mismo, para mostrar ahora un rostro de una derecha moderada: considera mantener la Caja del Seguro Social y tiene un discurso que busca adaptarse a la nueva crisis capitalista donde el neoliberalismo a ultranza ha quedado cuestionado y se disfraza apelando a una participación necesaria del «Estado», pero mantiene sus planteos de la dolarización de la economía y un menor acento en la máxima del «dejar hacer, dejar pasar» con que estimuló el porteo y la oposición al «monopolio» de Riteve.

Pero entre los tres grandes partidos en el que se dispersó el bipartidismo no hay mayor diferencia y ninguna posibilidad de margen para apartarse del libreto definido por el imperialismo y sus instituciones políticas y económicas. Hoy, más que nunca, son el FMI, el Banco Mundial y los diversos Grupos de poder de los gobiernos imperialistas los que definen los programas de Gobierno y las políticas económicas y sociales. La pauta está marcada: abrir todo lo propio para que se lo apropien los más grandes consorcios y multinacionales porque la reproducción del capital y el aumento de la tasa de ganancia es vital para el capital financiero internacional. Esto significa aumentar la explotación de los trabajadores, destruir capital con el desempleo masivo, asaltar todo recurso estatal o propiedad estatal para ponerla en los bolsillos del gran capital.

Si bien es cierto el terremoto en Haití tiene el componente natural del movimiento de la materia en su forma de capas o placas en choques, la dimensión de los desastres -especialmente en las cifras de más de 50 mil muertos, cientos de miles de heridos y millones de damnificados- hace saltar el otro componente del tremendo evento sísmico: la pobreza, la concentración urbana irracional, la anarquía en la construcción y utilización del espacio, la precaria calidad de las mismas y la incapacidad para restablecer y recuperar, incluso al nivel de miseria previa existente. Porque el drama de Haití continuará con mayores condiciones de barbarie cuando empiece el proceso de «reconstrucción» burguesa de las ciudades y sitios afectados y con un país ocupado por más de diez y seis mil «marines». Haití es la prefiguración de la barbarización capitalista para todo el planeta.

No solo ya hay estancamiento o no desarrollo de las fuerzas productivas, sino que estas han tomado un acelerado curso de destrucción. Las perturbaciones en los sistemas ecológicos, el calentamiento global, las pandemias, las hambrunas, los conflictos étnicos, las guerras, las crisis y las revoluciones en el mundo encuentran, fundamentalmente, su causa en el modo de producción capitalista, en la organización social de éste y las relaciones entre el hombre y la naturaleza (y la ciencia y tecnología que intermedian entre ellos) que se caracteriza también por llevar consigo el sello destructivo de un sistema en crisis crónica y agotado.

La burguesía está atascada en el propio sistema que la potenció y que ahora vive una condición crónica colapsada. No es capaz de resolver nada y solo acrecienta las contradicciones. En el fondo está la imposible resolución de la contradicción de la producción social y la exacerbada apropiación privada. Para garantizarla debe forzar los mecanismos de extracción de plusvalía. Debe privar de empleo a millones de personas. Debe desmantelar sistemas sociales de compensación o de amortiguamiento del deterioro económico y social. Debe sostener en los eslabones más débiles las antiguas formas de dominación y las proporciones de distribución del poder en ellos.

Al salto de la rebelión y de las revoluciones en el Medio Oriente con las revoluciones islamistas que representan una bofetada y desafío a su gobernabilidad mundial, el imperialismo se muestra impotente y desesperado. Mientras busca contener la enorme grieta de su sistema de dominación mundial en esa región, se multiplican las pequeñas y medianas grietas en otras zonas y en su propio patio. El imperialismo norteamericano ha dejado atrás sus días de «gloria» y ha caído en su perfil de líder indiscutible, creándose una dispersión del mismo y cambiando las relaciones de poder con los otros imperialismos provocándose una mayor agudización de la gobernabilidad mundial y una pugna inter imperialista por reconfigurar las relaciones de poder.

Pero hay un gran obstáculo que tienen la burguesía mundial y local para llevar adelante ese delirante ciclo de generar capital a costa de aumentar la explotación, la miseria, el hambre, el desempleo, el deterioro de la salud, la vida biológica y material en general, el clima y la naturaleza en general y redistribuirse el poder imperialista. Las grietas del sistema capitalista mundial son varias y variadas y van desde la crisis que trae consigo entre los distintos imperialismos el proceso de concentración del capital hasta las que hacen que tal proceso tenga enormes dificultades. Estamos hablando de la sostenida resistencia del movimiento de masas que en el campo económico, político y social no solo lucha y no se deja torcer el brazo, sino que no quiere seguir en la situación en que el capitalismo senil lo tiene y en la perspectiva de la barbarie a la que lo arrastra.

Las masas van más allá de las demandas democráticas políticas de independencia nacional que, por ejemplo, expresan las luchas de los pueblos islámicos y pasan a demandas democráticas como las del derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la recuperación de la vida biológica, a la demanda de derechos democráticos individuales y derechos a expresiones democráticas directas contrarias a las de la «democracia representativa». La falta de credibilidad en el sistema o en las instituciones del mismo, entre ellos, sus partidos y dirigentes, hacen que las masas en distintas formas y magnitudes pongan en aprietos y hasta en constantes crisis políticas a gobiernos en los mismos países imperialistas. Ni que hablar de cómo se expresa en los países atrasados.

El gran obstáculo para la burguesía mundial, más allá de sus diferencias que antes se resolvieron con dos guerras mundiales (y que no descarta que hagan una tercera en un futuro no muy lejano), es, ahora, la resistencia de la masas en todo el mundo y que con distintas intensidades hace imposible que sus planes de reproducción del capital y de superación de la caída de la tasa de ganancia, se superen. El entorno mundial es fundamentalmente de crisis estructural y política del capitalismo en su fase imperialista. La situación mundial de la lucha de clases es -entonces- la que en definitiva marca las particularidades de la situación nacional y del escenario electoral. De muy diversas maneras y con diferentes intensidades, las masas -en el mundo- buscan sacudirse de los distintos yugos que las oprimen y las explotan. No están claras a dónde deben seguir pero si de lo que deben negar y rechazar.

La situación electoral del país no es sino un estadio más en el curso de la lucha de clases que -a nivel local- expresa las características mundiales del movimiento de masas. Como bien lo señalamos en el último editorial de nuestra propuesta Socialista venimos de una situación abierta con las luchas contra el Combo ICE (prefigurada en la Huelga de educadores de 1995) continuada con la lucha contra el TLC que hizo una «instantánea» de una sociedad polarizada y que lejos de superarse con el referéndum se extiende y se trasmuta de distintas formas y en distintos escenarios.

Las elecciones por «default» son un recurso del régimen democrático burgués de reordenar y redistribuir el poder. En las crisis, la burguesía también se divide porque el proceso de concentración del capital deja por lado a diversos sectores y lo mismo ocurre con los sectores medios tan heterogéneos y tan poco estables en las situaciones actuales del capitalismo senil. La característica más importantes es que estos sectores medios se comprimen más y desplazan -a unos más rápidamente que a otros- a estratos más bajos. La llamada movilidad social ya no tiene una dirección ascendente sino, muy por el contrario, es descendente. Los mecanismos típicos de movilidad social -como el estudio, las Pymes o pequeña actividad productiva o comercial- se torna inestable y de corto vuelo.

La situación en general, si bien es cierto con algunos márgenes de contención gracias a que la burguesía no vendió todas las joyas de la abuela o las ha estado vendiendo a plazos y las aperturas van lentas ya por decisión política o por la contracción económica mundial, se ralentiza y la crisis no logra expresiones de abruptas caídas de la clase media y de los sectores populares. El Plan Escudo es una expresión de esto en el sentido de las posibilidades de no perder el empleo totalmente aunque ello significara una pérdida del salario. Sin embargo más de 50 mil empleos se han evaporado en el último año y la crisis ha permitido una mayor concentración del capital y una desaparición de actividades de mediano y pequeño capital.

La necesidad de la burguesía de sortear su desgaste con la gestión del actual gobierno para buscar un gobierno continuista ha hecho que se retrasen o posterguen una serie de medidas económicas y políticas para no entorpecer esta perspectiva. Pero la situación económica para este año 2010 -señalan las autoridades del Banco Central y del Gobierno- son alarmantes en lo que respecta al gran aumento en la inflación y ningún importante cambio en el empleo. Por ahora la situación es de transición hacia una mayor profundización de la crisis, y sus consecuencias entre las que, desde luego, están una mayor agudización de las contradicciones entre sectores de la clase dominante y entre ésta y los sectores de trabajadores y el pueblo. Así mismo se acentuará más la ingobernabilidad a partir de que si en la elección pasada Arias apenas ganó por 25 mil votos, ahora, si no gana su fórmula continuista por poco margen, habrá una segunda ronda que obligará a una compleja negociación inter-burguesa y a una mayor inestabilidad en la variada composición de la Asamblea Legislativa, asociado a un aumento del abstencionismo que debilita al régimen democrático burgués de conjunto. Los conflictos, a partir de la implementación concertada que tendrá que hacer la burguesía de sus planes, estarán a la orden del día y coherente con la tónica de la situación mundial la resistencia del movimiento de masas no estará ausente.

Lo que está por definirse en estas elecciones es cual sector burgués se va ha hacer de la palanca del gobierno para llevar adelante sus planes y políticas de beneficio como sector. Que la campaña electoral haya girado fundamentalmente en el cuestionamiento de «los Arias» dice que el problema central no es de programa sino de poder y al sector de los Arias les interesa continuar porque hay unas posibilidades enormes de enriquecerse en su rol político de facilitadores para el gran capital y para su papel de socios de este. Sus deseos son ganar holgadamente para tener mayores márgenes de tomar las decisiones políticas acordes a su proyecto. Sin embargo la realidad no corresponde a los deseos y la realidad política y social es que la crisis del capitalismo divide y obliga a replanteos y reconfiguraciones de alianzas de sectores en la propia burguesía local.

Al sector burgués que está muy claramente definido por las características de Laura Chinchilla, como marioneta principal, y como verdaderos gestores de poder al banquero Lieberman y al comerciante de recursos biológicos Alfio Piva, se le enfrenta un importante sector industrial no tan favorecido por la política de apertura de mercados para competidores tan fuertes como China y que tienen en el mercado local y centroamericano su espacio, así como un sector especulativo que está más vinculado a la actividad de los casinos, la diversión, la inversión inmobiliaria de lujo, como las marinas, y que encuentran en el sector de los Arias un sector que no está interesado en abrir su cerrado círculo.

La clase media, más heterogénea, desea, como lo señala la última encuesta de Unimer, una gestión más componedora (que los Arias -o el sector de la burguesía que representan- distribuyan mejor, negocien y no busquen imponer según sus exclusivos intereses). Piensa que el problema es de mala administración o de ineficiencia del Estado y piensa no tanto en una figura de fuerza como en dirigencias habilidosas que recurran a la concertación porque cree que las nuevas expectativas del discurso de las aperturas, libre comercio, nuevas tecnologías puede significar ventajas que no deberían de quedar en la burguesía solamente sino mejor repartidas.

La burguesía en su conjunto ha sido más comedida y en la actual crisis pareciera replantearse que cierta propiedad estatal es una buena forma de dotarse de fondos públicos sin poner directamente en riesgo los suyos y por eso nadie habla de privatizar la banca nacional o llaman a los empleados de los bancos para que acepten que se vendan los bancos a cambio de una indemnización. Lo mismo que con una serie de servicios públicos como ha sucedido con el mismo ICE y con la CCSS, RECOPE o con los Ferrocarriles. Hay mejores posibilidades con las concesiones o las contrataciones para la burguesía que se ubica como mediadora o socia minoritaria que entregar la actividad estatal a una empresa privada particular. El mecanismo de las concesiones es el que la burguesía ha echado mano para hacer mejores negocios. La pugna está en que solo unos pocos quieren quedarse con el mandado.

Si no hay discusión de proyecto de país es porque todos -con apuntes al pie de página unos, como Ottón Solís o el Frente Amplio (FA) y los otros que están de pleno con el libreto- no tienen mayores diferencias ni ofrecen verdaderas alternativas. A lo sumo el FA o Alianza Patriótica (AP) tratan de recrear un proyecto añejo y descontextualizado con algunos elementos del planteo que caracterizó al Estado Social de Derecho posterior a la guerra del 48 y hasta finales de los 70s. En todo caso la esencia de las elecciones -es mucho más claro en tiempos de exacerbación de la crisis- no permite espacio para la democracia y el libre debate de ideas. Eso quedó para los tiempos de bonanza, y ahora lo que interesa es como se distribuye el poder y se valida por el mecanismo formal de «el pueblo decidió».

Las propuestas de los partidos en contienda son con cuentagotas y según las necesidades de mercadear candidatos. Por eso son dispersas e inconexas y por eso la campaña actual gira en torno a la descalificación o el ataque de escándalos y no de discusión de proyectos aunque los libertarios propongan alguna medida de viejo cuño libertario como la dolarización o Laura Chinchilla trate de encender el ánimo con las «redes de cuido».

Los temas de seguridad, la educación, la salud, por ejemplo, son tratados en razón de descalificar al actual Gobierno y su continuación por no resolverlo pero no hay propuestas serias. Solo se busca ganar el descontento en el caso de los sectores opositores y, en el del Gobierno con la ayuda de datos estadísticos, de demostrar que se ha avanzado. Los libertarios solo alcanzan a disolver su política de seguridad en el principio generalísimo y moral de «el que la hace la paga». De la salud solo apuntes respecto a las filas y de la educación, la garantía de la permanencia de los subsidios del programa «Avancemos».
Las probabilidades de que Laura Chinchilla gane siguen teniendo fuerza porque la burguesía la ha asumido como su candidata, con dudas o con reservas unos y como inevitable en la relación de fuerzas con el sector de los Arias otros, pero no pueden negar que los Arias son el eslabón con el gran capital y deben ser parte del club para «agarrar algo». Sin embargo esta candidatura ha perdido y perderá terreno porque, obligado el Gobierno a no hacerle cuerpo, ha quedado a su propio brillo y es muy opaca, mostrando sus tremendas debilidades. Sus figuras de compañía no son populares ni despiertan nada de afecto y fuera del Gobierno no hay figuras que la potencien. El diario La Nación y los medios en general tienen que hacerle la fuerza para lograr algo que su equipo de figuras no le brinda. Sin embargo, el trabajo de campaña ya lo hizo el Gobierno. Los 200 mil beneficiarios de Avancemos y de los programas de asistencialismo del IMAS y similares son la clientela. La inercia de que el menos malo no es Fishman, el candidato presidencial del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) sino los que están y que pueden mantener una relativa estabilidad va a pesar en el voto por el continuismo.

Sin embargo, sectores de la burguesía piensan que hacer la fuerza por un gobierno que ponga a los Arias en un plano más terrenal para la negociación con el gran capital transnacional con Guevara al frente o debilitando el poder de llegada de la fórmula continuista y su representación en el parlamento, es un objetivo posible. Utilizan para ello el descontento y ciertas expectativas de que el voto por los libertarios significará una mayor democratización de la economía y mejores condiciones para la actividad de los pequeños y medianos propietarios, comerciantes y de actividades informales que el Gobierno de los Arias han golpeado o impiden realizarlas en razón de proteger a los sectores más poderosos del capital.

Si el signo más importante de las pasadas elecciones fue el corrimiento de sectores de trabajadores y sectores medios a la «izquierda de Liberación Nacional» o a replantearse la socialdemocracia de antaño, las elecciones de 2010 tienen el signo de un fortalecimiento a la derecha con los Libertarios en posibilidad de alcanzar una segunda ronda. Este cambio en sectores medios y bajos tiene que ver fundamentalmente con la derrota política de la dirección que tuvo el No al TLC que no solo no garantizó el triunfo del No al no tener una propuesta alternativa al TLC, sino que tampoco desarrolló una oposición política sobre la base de construir esa propuesta durante la extensión del debate del TLC que se siguió con la discusión de la Agenda Complementaria ni al tener una alternativa al Plan Escudo y a las políticas de trasladar la crisis a los trabajadores y al pueblo por parte del Gobierno. Mucho menos fueron capaces de armar una respuesta electoral unificada a partir de la experiencia del NO al TLC. Los límites de la existencia de un partido burgués en su esencia aunque de clase media en su composición como el PAC dentro de la lucha del NO al TLC marcaba sus propios límites y hoy se enorgullecen de tener entre la compañera de fórmula de Ottón Solís a una dirigente del SI al TLC. Lo mismo que las características de las otras fuerzas políticas como el FA que se plantea la defensa del régimen democrático burgués y la lucha por un capitalismo con rostro humano, dejando la mención del socialismo para discursos con la juventud y en los días de fiesta, tampoco podían garantizar la construcción de un proyecto programático y organizativo contra el TLCeísmo.

Para los socialistas las elecciones son un tema para la denuncia. Y esta ni siquiera tiene una perspectiva hacia un sector del movimiento de masas cuando ni siquiera tenemos posibilidad de participar en ellas con candidatos o partido. No incidimos para nada en el curso que tomen las elecciones. La política que nos dimos de plantear una unidad de fuerzas a partir de la experiencia del NO al TLC para una discusión de un Frente por el Socialismo o mínimamente anticapitalista, no fue respondida ni siquiera por las organizaciones que se denominan, como nosotros, trotskistas, y solo quedó como una posición propagandística. El fenómeno del TLC no avanzó al no avanzar sus dirigencias ninguna discusión alternativa al TLC y mucho menos de una propuesta política alternativa al TLCeismo en el campo electoral. Si de casi un 50 % de apoyo al No al TLC en el referéndum, encontramos que el PAC, sumado a otras fuerzas que estuvieron en la campaña del NO, no supera el 17% en la intención de voto, vemos que el flujo que hubo de oposición a Arias y el G38 se desplomó.

El reciente «acuerdo» entre las fuerzas dispersas que estuvieron en el No al TLC no son más que autoengaños para los más honestos que están detrás de esa propuesta o un «consuelo de tontos» y una desesperada iniciativa oportunista. Un acuerdo sin principios ni programa, bajo el método de las cúpulas y con Ottón Solís aclarando los términos del acuerdo en su orgullo por afirmar la «unidad nacional» que junta a los del No con los del Sí.

La posibilidad de una segunda ronda entre Liberación Nacional y los Libertarios no pondrá en discusión ninguna posibilidad de voto entre socialdemocracia y la derecha. Tal escenario solo definirá los términos más acentuados del ataque burgués que se vendrá con el candidato que triunfe. También descartamos cualquier ilusión en aprovechar la necesidad de los votos del PAC que tendría el PLN para esa segunda ronda y obligar a negociar algunas de las pocas medidas socialdemócratas que le quedan en el «baúl de los recuerdos» al PAC. Insistiremos en que el voto en la segunda ronda es un voto por escoger entre cual acuerdo PLN-ML se impondrá contra el pueblo.

El frente que no llegó a serlo seriamente del No al TLC mostró la incapacidad propia de la burguesía del viejo proyecto social de derecho, sus dirigentes políticos entre los que están los ex estalinistas de la más amplia diversidad y de sus ad hoc como las burocracias sindicales y afines, han demostrado que no tienen ni son una alternativa a los Arias o a su aliado libertario.

Nuestra posición sigue siendo la denuncia y desde luego el llamado a no validar la farsa electoral, a ningún candidato y partido burgués ni a ningún candidato y partido que ni siquiera se plantea una lucha anticapitalista. Por tanto nuestra posición es no votar e insistir en la necesidad de una propuesta que solo los socialistas la ondeamos como bandera: El programa por el socialismo, por el Gobierno de los Trabajadores y el pueblo para una sociedad de trabajadores.

Fuente: http://revista-amauta.org/archives/11782