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Democracia y cultura política en Guatemala

Fuentes: Rebelión

Desde la perspectiva liberal, dentro de los diferentes regímenes políticos que puedan existir, la democracia es el régimen político menos malo. Es el menos malo porque permite la alternabilidad en el poder por medio de periódicos procesos electorales. Pero ese es el lado formal o procedimental de la democracia, la parte que puede observarse de […]

Desde la perspectiva liberal, dentro de los diferentes regímenes políticos que puedan existir, la democracia es el régimen político menos malo. Es el menos malo porque permite la alternabilidad en el poder por medio de periódicos procesos electorales. Pero ese es el lado formal o procedimental de la democracia, la parte que puede observarse de ella en cuanto a la elección de representantes políticos en la administración de las instituciones del Estado. Pero la democracia no depende solamente de procedimientos electorales. Así lo consideran argumentos derivados del análisis de los niveles de abstencionismo electoral en aquellos países en donde existe una tradición democrática.

Para considerar que en una sociedad históricamente determinada existe democracia, debe observarse entre sus ciudadanos cierto nivel de igualdad, cierto nivel de bienestar, actitudes de tolerancia y respeto hacia los otros, un sentimiento de pertenencia colectiva, una cohesión social hacia el Estado y su funcionamiento, ciudadanos con niveles de vida digna, ciudadanos identificados con los partidos políticos e interesados en convertirse en participes del sistema político. La democracia necesita de ciudadanos interesados en la participación política, de ciudadanos identificados plenamente con los órganos que permiten la toma de decisiones dentro de una sociedad, con ciudadanos formados con pensamiento crítico y dotados de bienestar.

Una democracia no puede funcionar y no puede avanzar en una sociedad cuya cultura política de los ciudadanos no incluye el interés por la participación política. Dicho de otra manera, un régimen político democrático no puede funcionar en una sociedad en la que la cultura política constituye la base de regímenes políticos autoritarios. La democracia demanda de una cultura política participativa y propositiva. El desinterés y la indiferencia hacia los procesos políticos, constituye una cultura política que obedece a criterios autoritarios y paternalistas de la vida política en una sociedad. Los regímenes autoritarios niegan a los ciudadanos la posibilidad de involucrarse en el sistema político, asumiendo que el ejercicio del poder pertenece a una elite. De allí el criterio que la política corrompe a quienes se dedican a ella.

En Guatemala la cultura política de los ciudadanos y de los jóvenes se enmarca dentro de la cultura política que percibe las dictaduras como la forma efectiva de gobierno. La sociedad guatemalteca es de esas sociedades que dejan para los políticos la participación en la política, los partidos y las instituciones públicas en donde se toman decisiones. Esta es una cultura formada durante un largo tiempo por formas autoritarias de ejercer el control político. Los regímenes autoritarios, además de convertir el Estado en un Estado terrorífico, asumen la postura paternalista sobre la sociedad, afirmando que la sociedad en estadio infante es incapaz de gobernarse a sí misma, por lo que se debe aplicar la ley y el orden en una vigilancia permanente hacia los ciudadanos, considerados menores de edad para las decisiones políticas.

En una democracia no existen súbditos, sino ciudadanos. En una sociedad los ciudadanos piensan, critican, proponen y se interesan por el funcionamiento de las instituciones de poder político. En una democracia los ciudadanos no se avergüenzan de participar en política, tampoco piensan en la política como medio para abandonar su condición de miseria. En una democracia los ciudadanos se encuentran convencidos que tienen el derecho de convocar a la rebelión social como derecho que les asiste sin que por ello sean considerados como personas que alteran el orden público. En una democracia la ciudadanía participa en organizaciones sociales, se involucra en sindicatos, se involucra en los partidos políticos y los apoya. En una democracia se comprende que la oposición tiene derecho a pensar diferente y no se le considera enemigo. En una democracia la discusión en consenso y el disenso son aspectos fundamentales en el planteamiento de las decisiones políticas.

En conversaciones sobre el tema de la cultura política con estudiantes universitarios del primer año de la carrera de derecho en una universidad privada de Guatemala, se les consultaba sobre su participación en partidos políticos, en marchas de repudio a decisiones políticas del Estado, de su participación en sindicatos, de su participación en organizaciones sociales de barrio o en organizaciones juveniles, de 90 estudiantes el 100% manifestó un rechazo total a su participación en partidos políticos o cualquiera otra organización que implicara alguna relación con la política. De los 90 estudiantes solo uno de ellos había participado en algún sindicato y alguna organización social, la mayoría de ellos consideraban esas acciones como vergonzantes. Al preguntárseles sobre qué tipo de gobierno resultaría mejor para cambiar la situación actual de la sociedad guatemalteca, algunos de ellos que se atrevían a defender sus ideas, afirmaron que un gobierno dictatorial como el de Jorge Ubico daría mejores resultados en el control social, para acabar con la delincuencia y la corrupción.

La mayoría de estudiantes consultados aceptaron que la cultura política de los guatemaltecos es una cultura parroquiana y sumisa, correspondiente a regímenes políticos autoritarios pero no democráticos. Algunos de los estudiantes consultados asisten a eventos y actividades de la Iglesia, protestante o católica, manifestando con ello una confianza para la solución de problemas sociales a instituciones que, supuestamente, no tienen ninguna relación con actividades políticas. Partiendo de los resultados obtenidos de 90 jóvenes estudiantes universitarios y, sin pretender generalizar, la cultura política de los jóvenes que inician la universidad es una cultura política parroquiana y sumisa que en nada contribuye a consolidar la democracia como régimen político dentro de esta sociedad.

Es una cultura política parroquiana porque confían en instituciones no políticas la solución de los problemas nacionales. Y es una cultura política sumisa porque en el inconsciente colectivo guatemalteco los regímenes políticos autoritarios se perciben como las mejores formas de gobierno para el país. Estos jóvenes como las generaciones que los anteceden han sido formados bajo ese tipo de valores culturales. Tanto la familia como la escuela transmiten valores políticos autoritarios en las nuevas generaciones. La familia, en donde se transmite la historia nacional de forma oral, ha sido la institución social en donde el autoritarismo se impone como regla y orden de comportamiento. Los abuelos han transmitido en los jóvenes que un gobierno al estilo de Jorge Ubico sería el paladín para solucionar los problemas nacionales. Además, las actitudes de los padres respecto de los problemas familiares, se imponen de forma vertical y sin discusión las supuestas soluciones a esos problemas.

Con jóvenes deformados, carentes de un pensamiento crítico y sin la más mínima idea de lo que significa ser ciudadano, la democracia se encuentra frente a una cultura política que la frena y muy poco puede hacer para disminuir la brecha de las grandes desigualdades sociales que existen en el país. Estos jóvenes como los adultos que los formaron y los maestros que supuestamente los educaron, consideran que los derechos humanos han sido los principales responsables del incremento de la violencia en este país. Insisten en considerar que los derechos humanos son los responsables de permitir todas las arbitrariedades que se observan en las instituciones encargadas de impartir justicia. No consideran o no toman en cuenta que cualquier persona tiene derecho a un juicio en el que se respete el debido proceso, que nadie es culpable hasta no haber sido vencido en juicio.

Esas mismas consideraciones derivadas del pensamiento de los jóvenes que recién ingresan a la universidad, hacen suponer que desconocen que ellos mismos se encuentran dotados de derechos para defenderse de las arbitrariedades emanadas de las instituciones del Estado y de las corporaciones privadas. Percibidos de esa manera, estos jóvenes por ese mismo pensamiento que los domina, no tienen la idea de ser ciudadanos. Para algunos de ellos ser ciudadano es ser una persona mayor de edad apta para emitir el sufragio universal. Y ese ha sido el concepto de ciudadanía que las distintas generaciones de guatemaltecos han percibido y entendido. Una ciudadanía apta para el sufragio universal cada cuatro años.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.