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Pero aunque el poder mediático de una minoría social ha concentrado todos los males del mundo en la persona de Héctor Llaitul, ese mismo odio de clase, étnico y colonialista, crea su reverso. Esto es, multiplica la solidaridad con la causa mapuche, vuelve de papel las cárceles políticas, derrama sus razones en quienes se mantenían indiferentes, y dignifica una vez más la resistencia decorosa de un pueblo que va por lo suyo: tierra y libertad.
Bajo el capitalismo, los dueños del capital no realizan ninguna rebaja de la jornada laboral hasta que no existen las condiciones materiales para que, resultado del desarrollo del capital constante y fijo (tecnología y materias primas), una disminución de la jornada de trabajo no le ofrezca mayor productividad, y por tanto, mayores ganancias. En otras palabras, el empresariado capitalista no accede a bajar las horas de trabajo hasta que ello no le garantice más utilidades. Y, al parecer, en el caso chileno esas condiciones no existen.
«Creemos en las transformaciones personales y sociales. Nuestro empeño está puesto en que los estudiantes sean lo más autónomos posible, tanto en el colegio como en su vida fuera de él. Nuestra perspectiva tiene que ver con una educación crítica al sistema preponderante, para que quienes se forman con nosotros cuenten con las herramientas necesarias para enfrentar el mundo.»
«Para nosotros el trabajo es una relación entre personas libremente asociadas y jamás una relación entre cosas.»
Al igual que en otras ocasiones, la elite política del régimen, con el presidente Gabriel Boric a la cabeza, desplazó incluso la gravedad mortal de los incendios en curso, para deshacerse en halagos dedicados a la figura de Sebastián Piñera.
Mientras tanto, la administración gubernativa encabezada por el presidente Gabriel Boric, se observa incapaz de establecer un diálogo eficiente con las comunidades originarias, apelando una y otra vez a la mano dura, el garrote y la militarización de rasgos racistas y fascistas en suelo ancestral, tal como lo dictan los intereses de la industria extractivista de la zona y los terratenientes.
La formulación de mensajes necesariamente bilingües -no olvidar que la lengua materna transmite la visión de mundo específica de un pueblo-, capaces de combinar la justeza de la resistencia mapuche con la emoción hermana que dignifica al castigado, es un imperativo cuyos públicos están en las jóvenes clases trabajadoras más precarizadas, en las y los estudiantes secundarios movilizados, en el ecologismo anticapitalista y el antifascismo consecuente; en el antipatriarcado comunitario y popular, y naturalmente, en los mapuche urbanos. Y tal vez, los discursos comunicacionales para esos mapuche urbanos deben recalar en un puerto radical: el retorno a los territorios del Wallmapu actualmente en disputa.
«Los militares no tienen valor ni gloria», sentenció José Amaro y añadió que «sólo se han dedicado a matar trabajadores y pobres cada vez que luchamos por mejoras básicas y justicia social».
Con este resultado, se rechaza la propuesta de nueva Constitución elaborada por el Consejo Constitucional y que fue sometida a plebiscito durante este 17 de diciembre.
Finalmente, el integrante del Observatorio Chileno de Políticas Educativas (OPECH) y de Centro Alerta, Juan González, en línea con los diagnósticos y evaluaciones realizadas, planteó que, «desde ha muchos años hemos visto cómo la educación pública se ha ido destruyendo y corporativizando. Estamos en un punto tal que es urgente terminar de pelear por lo políticamente viable para pasar a luchar por lo políticamente imposible».