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La prensa empresarial y los capitanes de empresa no pierden oportunidad de hacer fe pública de su vocación democrática. El pasado foro de Davos demostró que, como ocurre con China, los derechos humanos y laborales pueden esperar ante la oportunidad de un buen negocio.
Se ha vuelto un lugar común decir que la globalización no tiene reversa. Parece que tampoco el malestar que provoca en amplias capas de la población. Europa busca un camino que permita defender un modelo social que garantice los ingresos de la población y con ello el bienestar en el largo plazo.
En poco tiempo los líderes políticos chinos enfrentarán un problema mayúsculo con la creciente migración del campo a las ciudades y el aumento en la desigualdad social. La forma que han hallado de enfrentar el fenómeno es con base en el crecimiento de la economía, sostenido por las exportaciones. Aquí está una de las claves del complejo manejo de la política cambiaria de la fábrica del mundo.
Es la repetición de una historia conocida. Los años recientes de bonanza en los mercados financieros hicieron crecer una montaña de fondos de cobertura, cuya acumulación se sostuvo en buena parte en la especulación. La dirección del viento está cambiando y nada garantiza que sean suficientes las acciones tomadas para capotear la repentina tormenta.
Este año la eurozona, socia comercial de México, crecerá menos que el promedio mundial, mientras los consumidores tienen menos confianza en el futuro inmediato y las fuentes posibles de dinamismo están fuera del entorno regional. Con grandes reformas en puerta, como la laboral y al sistema de seguridad social, los europeos enfrentan la incertidumbre.
Hay en el mundo más de un país que pudiera adoptar la idea del presupuesto multianual, sobre todo aquellos que tienen regiones pobres y ricas. No todo debe ser dejado al destino de una batalla política anual y ni las decisiones tomadadas en el centro político. La Unión Europea es un caso de referencia. Planear el gasto en una perspectiva de siete años permite definir prioridades y concretar metas de largo plazo. También ahorra una que otra discusión decembrina
El entusiasmo por la liberalización económica ha ido menguando junto con el apoyo de las clases medias que vieron en esas reformas posibilidades de mejoramiento de las condiciones del trabajo y bienestar. El proceso no ha concluido, pero hoy la confianza en la mano invisible se reduce y se advierte que en el mercado hay en realidad quién lo dirige.
El déficit fiscal menor a 3 por ciento del producto interno bruto fue por más de 10 años la guía ideológica de las políticas económicas europeas. Pero la ortodoxia fiscal está siendo sustituida por una actitud mucho más pragmática: los gobiernos buscan mayor libertad de acción y aceptan desequilibrios presupuestales arriba del límite sagrado cuando hay condiciones de lento crecimiento. Por cierto, el mayor déficit no ha ocasionado que los mercados financieros europeos entren en crisis y el euro tampoco se ha debilitado. Es una discusión que cobra actualidad en México en momentos que se legisla el paquete económico para 2005.