David Brooks

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El fallecimiento de Madeleine Albright, primera mujer titular del Departamento de Estado, la semana pasada, provocó elogios nostálgicos de EE.UU. y su misión como «líder del mundo libre». Casi nadie en los circuitos oficiales recordó que, en 1996, en entrevista con CBS News, justificó la muerte de medio millón de niños a causa de las sanciones estadounidenses a Irak al declarar que «el costo valía la pena». La imagen es de agosto de 1998 durante una visita a soldados desplegados en Bosnia. (AP)

En entrevista con The New Yorker, el filósofo Cornel West declaró que es una gran hipocresía que Estados Unidos le diga a Rusia que no tiene derecho a una mantener una esfera de influencia después de la Doctrina Monroe y de derrocar regímenes democráticos en América Latina durante más de cien años.

Estados Unidos ha empleado sus fuerzas armadas en el extranjero cientos de veces durante los últimos dos siglos (para ver la lista completa: https://sgp.fas.org/crs/natsec/R42738.pdf), además de decenas de instancias de intervenciones clandestinas.

Algunos políticos estadunidenses ya están usando el conflicto para pedir más fondos para el presupuesto militar más gigantesco del mundo.

¿Acaso las guerras no son un buen negocio?

El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, durante una rueda de prensa en Washington hace unos días. La administración del presidente Joe Biden se ha negado a compartir evidencia de afirmaciones hechas en los últimos días en materia de seguridad nacional, e incluso ha acusado a los reporteros de ponerse del lado de la propaganda extranjera. Los funcionarios no han revelado cómo saben que Rusia está planeando una operación para invadir Ucrania. Foto Ap

Washington suena de nuevo los tambores bélicos.

La luz radical del reverendo Martin Luther King, Jr no podría ser más contemporánea –al celebrarse lo que serían sus 93 años de edad– y eso es a la vez triste y esperanzador.

Estados Unidos siempre ha sido uno de los países más violentos en el mundo. Pero eso sí, siempre se suponía que los golpes de Estado, atentados de terrorismo político que ocurren en otros países –muchas veces con el apoyo o participación de Washington– nunca ocurrirían aquí dentro.

El blues no sólo lamenta qué tan mal está la cosa, sino que a la vez es un grito rebelde, un carcajeo ante lo peor, rehusando, con ritmo y furia, que eso logre derrotarnos.

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