Eduardo Nava Hernández

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El debate abierto hace unas semanas por el presidente Andrés Manuel López Obrador a propósito de la penetración de la ideología y las políticas neoliberales en la UNAM y en general en las universidades públicas mexicanas no debe darse por concluido, sino entrando apenas en su etapa de planteamientos.

En días pasados, abriendo un nuevo flanco de confrontación, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó una acerba crítica a la UNAM, que luego extendió a la generalidad de las universidades públicas del país. La mayor de las instituciones de educación superior, dijo, se ha derechizado, y ha sido dominada por el pensamiento neoliberal.

A estas alturas debe haber quedado claro para todos que la iniciativa del presidente López Obrador para modificar el régimen de generación y distribución de electricidad impuesto por la reforma privatizadora de 2013 es la lucha más importante de este sexenio, al parecer la única, para restablecer el mandato constitucional de un Estado rector de la economía.

Como es normal y de esperarse, habrá que aguardar un tiempo para ver los resultados efectivos de la reciente VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, Celac, realizada en la Ciudad de México el 18 de septiembre.

La invitación de los senadores del PAN al dirigente del grupo ultraderechista español Vox, Santiago Abascal, y la firma por ellos de la Carta de Madrid, cuyo eje es la convergencia de fuerzas de España y América para enfrentar, de manera difícilmente más trasnochada, al “comunismo”, no pudieron ser hechos políticos más desafortunados.

Si bien es pronto para juzgar, es clara la intención del gobernante de modificar una serie de usos y costumbres en la política, en materia de corrupción, derechos humanos, mejora de la transparencia y erradicación del gasto superfluo que López Obrador designa habitualmente con el muy neoliberal término de austeridad.

Como casi cada gobierno desde por lo menos el de López Portillo, el de Andrés Manuel López Obrador se propone realizar una reforma político-electoral que se buscaría sea de gran calado. No están claros aún sus alcances, pero en breve los sabremos.

Como ya se ha estado divulgando profusamente, los ciudadanos mexicanos estamos siendo convocados a una nueva cita con las mesas de votación para el próximo 1 de agosto.

Todo lo sólido se desvanece en el aire.
Marshall Berman

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