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Iniciativas y programas de empresas y gobiernos para encarar la crisis climática en América Latina y el Caribe en realidad conforman un vasto panorama de falsas soluciones, según muestra un novedoso mapa regional elaborado por organizaciones ambientalistas de varios de sus países.
MÉRIDA, Venezuela – Venezuela ha emprendido la tarea de cubrir con un manto plástico los restos de su último glaciar, La Corona, en el pico Humboldt a 4.900 metros sobre el nivel del mar en los Andes del suroeste del país, para desacelerar el inevitable fin de ese gélido retazo de su paisaje de montaña y de sus leyendas.
Países de América Latina y el Caribe han avanzado en regulaciones parciales para reducir la contaminación por plásticos, pero el problema ya es grave y desde el activismo ambiental se reclaman normas sobre toda la cadena de producción, consumo y disposición de residuos de esos productos.
La deforestación, junto con los incendios, reduce los bosques de la región, expande la frontera agrícola, reduce el hábitat de los pueblos indígenas y de las especies animales de vida silvestre, destruye fuentes de agua y lleva más enfermedades a las áreas pobladas.
En las aguas que rodean las islas Galápagos solo se permite la pesca artesanal y se logran capturas de piezas de gran tamaño y valor. La zona es una reserva marina, semillero de especies para el Pacífico oriental y está vedada a la pesca industrial. Pero su plataforma continental es crecientemente asediada por la flota china.
CARACAS – Las sanciones económicas sobre los países con conductas reprobadas por Occidente operan como castigo aunque fracasan en sus objetivos políticos declarados, y en casos como Venezuela el contraste se exhibe sin pudor en las vitrinas de las tiendas más costosas.
Numerosos países del Sur en desarrollo toman distancia de los contendientes en la guerra de Ucrania, emplean el debate sobre el conflicto para subrayar su independencia y abren camino a una suerte de nuevo no alineamiento de facto ante los principales ejes de poder mundial.