Jorge Majfud

Artículos

El 24 de marzo de 1983, en un acto en la Biblioteca del Congreso, el presidente Ronald Reagan repitió las palabras del historiador Henry Commager: “la creación de los mitos nacionales nunca estuvo libre de conflictos; los estadounidenses no creían del Oeste lo que era verdad sino lo que para ellos debía ser verdad”.

En un panel de la III Conferencia Global 2020 de Nueva York se nos propuso volver sobre el viejo tema de “El rol de los intelectuales hoy”. Para comenzar debo reconocer que nos produce pudor y nos incomoda cada vez que nos presentan con ese título tan elástico y desprestigiado.

¿Qué responder a la afirmación: “Yo pienso así porque soy capitalista”, cuando es dicha por un trabajador?

La doble vara del gobierno de EE.UU.: su supuesto «excepcionalismo» es una excusa para proteger a los funcionarios estadounidenses implicados en crímenes de guerra en el exterior.

Las ideas de superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico, generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos las justificaciones científicas eran necesarias para mantener oprimida a su numerosa población negra.

La verdadera patria de un «nazionalista» es su ideología, no su patria. Para un nacionalista exacerbado no hay nada mejor que otro nacionalista exacerbado, aunque sea un nacionalista de otra nación. Sus verdaderos enemigos son sus propios compatriotas que piensan diferente.

En 1897 Theodore Roosevelt, luego de insistir como muchos otros políticos en la fortuna de ser hombre y blanco para tomar sabias decisiones, había publicado que “la democracia de este siglo no necesita más justificación para su existencia que el simple hecho de que ha sido organizada para que la raza blanca se quede con las mejores tierras del Nuevo Mundo…»

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