Artículos
«Si los mercados impusieran realmente una disciplina, las personas que trabajan duro no serían pobres y los especuladores, en general, no serían ricos.»
(James K. Galbraith)
Recuerdo no hace mucho que se enfrentaban en un partido los clubes de fútbol del Granada y del Barcelona. Mi hijo quería que ganase el primero de ellos, su equipo local al que es muy aficionado. Frente a la televisión cantó su himno tremolando su bufanda rojiblanca y a partir de aquí no dejó de animar a sus jugadores.
En el primer artículo que escribí recién iniciado el confinamiento de hace un año (Cotidianidad y contingencia) me referí a la situación inédita en la que nos colocaba a la fuerza aquel parón del mundo.
«La gran tarea del Estado es la regulación y la socialización de los egoísmos» (André Comte-Sponville: Invitación a la filosofía)
El origen de los conflictos políticos es de índole económica; reside en las desigualdades económicas.
Se podría decir que la historia de la así llamada civilización occidental ha transcurrido de la mano de un crecimiento imparable de sus sistemas de representación abstracta. La primera vez que estudié el origen de la filosofía recuerdo que me llamó la atención que se destacara como detalle que contribuía a explicar lo que se conoce como «el milagro griego», el uso por parte de los comerciantes mediterráneos de la moneda; así se destacaba el dinero como logro de la inteligencia humana, un hito en el proceso de abstracción de la realidad, esencial en el devenir de la filosofía.