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Un joven yace de rodillas, sus manos están atadas con esposas, su rostro ensangrentado y sobre su cabeza de manera repetida alguien desliza un encendedor prendiendo fuego a su corto cabello, la escena se cierre con una patada en la frente.
La declaración de derechos parece una lejana referencia, las violaciones masivas van a la par con la expansión del virus. El presidente Trump deshonra a la OMS, la amenaza y descalifica, mientras los demás órganos de la ONU palidecen para evitar contagiarse del mismo mal que se cierne sobre ellas: desprecio de los poderosos.