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Franquistas de toda la vida se pavonean impunemente haciéndose pasar por demócratas. Algunos, como el Sr. Mayor Oreja, ex ministro del interior, llegó a describir la dictadura como una situación de «extraordinaria placidez».
La Academia Española define el vocablo impostor del siguiente modo: 1. Que atribuye falsamente a alguien algo. 2. Que finge o engaña con apariencia de verdad. 3. Suplantador, persona que se hace pasar por quien no es.
La imposición de la ideología franquista en el seno de las Fuerzas Armadas no concluyó con el final de la dictadura, manteniéndose a lo largo de estas últimas cuatro décadas una lucha soterrada contra los valores democráticos, que trasciende los muros de los cuarteles, contaminando la vida política y social de nuestro país.
La creciente disyuntiva, democracia o barbarie, tiene su origen en una constitución que confirmó en el trono al último jefe de la dictadura, Don Juan Carlos I de Borbón, y a su línea sucesoria, dotándolos de una impunidad y de unas prerrogativas ajenas a cualquier atisbo del más elemental sentido de justicia.
Los problemas derivados del desencuentro entre el Estado y las naciones históricas que actualmente forman parte del Reino de España siguen indefinidamente pendientes.
Intento esbozar en estas líneas lo que entiendo por antagonismo de clases y su correspondiente correlación de fuerzas en una sociedad industrial avanzada, y la relación de ambos con el grado de desarrollo de la ciencia y de la técnica, así como su influencia en la historia de nuestro país.
El llamado centro político, en tiempos de bonanza, en los que el “pan y circo” tiene como finalidad narcotizar a una franja de la sociedad, encuentra su recompensa en el electoralismo centrista. Por el contrario, en tiempos en donde la injusticia social y las lacerantes desigualdades se acrecientan, el centro deja de existir como caladero de votos y se transforma en un espacio vacío.
La Patria, un concepto difuso e impreciso, era objeto de culto religioso. Jurábamos a Dios y prometíamos a España derramar, si fuese preciso, en defensa de su honor e independencia y del orden dentro de ella, hasta la última gota de nuestra sangre.