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El Foro Económico de Davos se inauguró el lunes 20 de enero casi en paralelo a la asunción en Washington de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Los 6.700 kilómetros que separan la capital norteamericana de esa ciudad suiza marcaron, también, distancias conceptuales de fondo entre el proyecto proteccionista del nuevo presidente estadounidense –expuesto en su discurso inaugural en la Casa Blanca– y la apuesta todavía vigente del Foro de Davos a favor del libre mercado y la globalización.
El magnate financiero y propietario de la red social X, Elon Musk, pasó a la ofensiva metiéndose de lleno en el debate político europeo.
El año 2024 cerró con casi ninguna buena noticia para la humanidad. A los gastos militares crecientes se le suman presupuestos decrecientes para la salud.
Debilitadas a nivel político e institucional y golpeadas en sus economías, Alemania y Francia expresan una Europa que termina cabizbaja un muy difícil 2024.
La Iglesia Católica Argentina, mayoritaria y de significativo peso –aunque con pérdida de membresía– en ese país sudamericano, viene reiterando sus críticas al gobierno de Javier Milei por la explosiva exclusión social. Mirada con la que parece coincidir, también, el Vaticano.
Más de 700 millones de mujeres en el mundo quedan al margen del mercado laboral porque se dedican a los trabajos domésticos y a atender a otros sin recibir salario alguno.
Con una veintena de conflictos bélicos devastadores a nivel mundial, como el de Rusia-Ucrania o el de Israel con Palestina y Líbano, por citar los dos más mediatizados, la pregunta clave es: ¿quién se beneficia realmente de la guerra?
Una migaja para enfrentar una crisis climática que parece no tener solución ni retorno. La reciente cumbre de las Naciones Unidas en Bakú, Azerbaiyán, resolvió poco y olvidó lo esencial.
Aumento del presupuesto militar y recortes para los inmigrantes, los asalariados y la cooperación internacional. El “caso suizo” es emblemático de una Europa que apuesta más a las armas que a la solidaridad.
El hambre se ha convertido en un arma de guerra contra la población de Gaza. Se suma, así, a la destrucción de infraestructura vital y a las casi 47.700 muertes gazíes desde que comenzó la ofensiva militar israelí en octubre de 2023.