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Cada año se fabrican en el mundo 12.000 millones de balas. Suficientes como para matar a toda la población terrestre. Las Naciones Unidas calculan que circulan en el mundo mil millones de armas cortas, utilizadas en el 50% de todas las muertes violentas -en el quinquenio 2010-2015-, que significa unas 200 mil víctimas anuales. Las balas matan tanto como el hambre y las pandemias. Aunque las víctimas de los conflictos se diluyen, muchas veces, en estadísticas, y solo ocupan, muy de vez en cuando, las tapas de los diarios.
En los últimos días la vacuna contra el SARS-CoV-2 se convirtió en una vedette mediática, casi al mismo nivel que las elecciones en los Estados Unidos o la segunda ola pandémica europea.
Micrófono y grabadora bajo mordaza. Mucho peor: comunicadores asesinados en distintas regiones del mundo en ejercicio de su profesión. Nueve de cada diez de estos crímenes quedan impunes.
No es una simple ola, sino más bien una marea que desde inicios de octubre no deja de crecer. No se trata de un tsunami, sin embargo, anticipa efectos de cataclismo sanitario y social. La segunda oleada del COVID-19 inunda el continente entero. Luego del corto respiro veraniego, la pandemia, de la mano del otoño septentrional, golpea bruscamente. El diagnóstico es incierto…
Seres humanos sin identidad ni coordenadas. Figuras escondidas y fantasmagóricas diseminadas en todas las regiones del planeta. Desclasados, necesarios, a veces imprescindibles, casi siempre ‘desechables’.
Revelador informe de la Unión de Bancos Suizos (UBS)
América Latina y el Caribe constituyen ya la región del mundo más golpeada a nivel económico y laboral. Producto de la crisis sanitaria se perderán 44 millones de puestos de trabajo. A fin del 2020, el nivel de pobreza será igual que en el 2005.
Los pesticidas europeos invaden los cinco continentes. Para las multinacionales agroquímicas con sede en el Viejo Mundo no importa si sus productos no son autorizados para la venta en la misma Europa. Todo vale y la deontología, para ellas, no existe en el diccionario de la rentabilidad.
Sumergido en dos realidades y actuando como puente entre dos continentes, el economista suizo Beat Schmid coordina proyectos de cooperación en Centroamérica. “Los que van a pagar el mayor precio de esta crisis sanitaria mundial, serán, al final de todo, los países del Sur y particularmente su gente más pobre”, subraya.