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Cumbre de las Américas

Biden «resetea» al Hemisferio Occidental

Fuentes: Rebelión

la Cumbre de las Américas buscaba recauchutar la erosionada hegemonía de EU en su tradicional “zona de influencia”, “amenazada” hoy, según los jefes militares de los Comandos Norte y Sur del Pentágono, por dos potencias extracontinentales: China y Rusia.

La nueva “misión civilizadora” de Estados Unidos en el espacio que sucesivos presidentes en la Casa Blanca han denominado su “patio trasero”, se tornó anticlimática la semana pasada en Los Ángeles, California, cuando “el silencio de los ausentes” (Cuba, Venezuela y Nicaragua, excluidos unilateralmente por Washington por razones político-ideológicas) interpeló al presidente Joe Biden en el marco de la IX Cumbre de las Américas.

Asimismo, la Organización de Estados Americanos (OEA), instrumento político intervencionista de inicios de la guerra fría para la “contención” del comunismo, también fue cuestionada por haber sido utilizada como un “gendarme” que facilitó el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia en 2019, y su secretario general Luis Almagro repudiado como “asesino”, “mentiroso” y “títere” de Washington.

Recalendarizada detrás del recién finalizado Foro Económico Mundial −organización privada que funciona como “poliburó del capitalismo” (Paul Schreyer) y la plutocracia internacional (BlackRock, Vanguard et al) y sus palafreneros, los líderes políticos de los países y organismos internacionales que el Foro de Davos ha “penetrado”, según su maestro de ceremonias, Klaus Schwab−, la Cumbre de las Américas buscaba recauchutar la erosionada hegemonía de EU en su tradicional “zona de influencia”, “amenazada” hoy, según los jefes militares de los Comandos Norte y Sur del Pentágono, por dos potencias extracontinentales: China y Rusia.

A nivel mundial la otrora omnipotente dictadura del pensamiento único neoliberal cruje debido a la crisis sistémica del capitalismo emanado de los acuerdos de Breton Woods de 1944, mientras EU pugna por mantenerse como hegemón unipolar vía sanciones coercitivas y distintas modalidades bélicas −guerras de agresión neocoloniales, guerra no convencional, económica, encubierta, de contrainsurgencia, de cuarta generación, híbrida, subrogada (proxy war), cognitiva y amagos de guerra termonuclear− y se resiste, cueste lo que cueste, a ceder terreno ante lo que se avizora como un nuevo orden bipolar: “Occidente” (EU/OTAN/UE) versus Eurasia.

Además de sus afanes geopolíticos –en un mundo complejo que podría derivar en la instauración de un totalitarismo tecnocrático sanitario de vigilancia ubicua bajo el mando del complejo financiero-digital−, la desangelada cumbre estaba programada por el equipo anfitrión para “resetear” al actual sistema de dominación subregional en clave globalista y rusofóbica según el libreto de Davos.

Cuando el cliché del globalismo interconectado se desintegra tras la guerra comercial de Donald Trump contra China, el confinamiento (lockdown) impuesto por los regímenes Corona de excepción y terror psicológico urbi et orbi y las sanciones coercitivas, extraterritoriales e ilegales de “Occidente” contra Rusia, recrudecidas tras la guerra híbrida por delegación de la OTAN en Ucrania –utilizadas como chivos expiatorios para distraer, manipular y encubrir mediante el miedo la bancarrota de una economía mundial súper-endeudada e introducir una “nueva normalidad” capitalista neofeudal−, Biden, como mascarón de proa del búnker plutocrático y el Deep State, lanzó en Los Ángeles la Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica, un ALCA remozado para contrarrestar las rutas de la seda de China.

Rotas las cadenas globales de suministros de materias primas básicas y secundarias (petróleo, gas, trigo, semiconductores, etcétera) tras los confinamientos de marzo de 2020 y sus consecuencias: escasez, aumento de precios, inflación galopante, reducción de la producción industrial, menor crecimiento y mayor desempleo, y bajo el manto imperial del neomonroísmo mercantilista (‘América para los americanos’, 1823) y el decimonónico panamericanismo, Biden busca relanzar el viejo proyecto de asociación estratégica al servicio del capital financiero y las corporaciones con casa matriz en EU: el Área de Libre Comercio de las Américas. que dio origen a las cumbres en Miami (1994) y fue enterrado en Mar del Plata, Argentina (2005), en una subregión latinoamericana y caribeña rica en recursos energéticos y biodiversos (“reserva estratégica” la llamó Juan González, encargado de Asuntos Hemisféricos), con Biden como “enganchador” de nuevas inversiones condicionadas del FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Con los señuelos de siempre: democracia, seguridad hemisférica, libre mercado, inversión privada, derechos humanos, otro “logro” de la cumbre fue −en lenguaje orwelliano de “responsabilidad compartida”−, la tácita militarización de las políticas migratorias en los países de expulsión de personas [producto del capitalismo depredador: megaproyectos extractivistas, agroindustriales y turísticos, economía criminal, violencia estatal/civil, desplazamiento forzoso de población, como instrumentos para la “acumulación por desposesión” o despojo (David Harvey)].

Urgido de “victorias” de cara a las elecciones de mitad de período de noviembre próximo en EU, rehén de la industria de la contrarrevolución cubano-venezolana de Miami, Florida y con el ruido mediático de las corporaciones afines, Biden esgrimió el socorrido estereotipo de las “dictaduras” del área y se reservó el derecho de admisión de los presidentes constitucionales de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Junto con las subversivas políticas de “cambio de régimen” y las guerras híbrida y cultural de sucesivos mandatarios estadunidenses, los bloqueos económico-financieros y las sanciones punitivas contra los gobiernos y pueblos de Cuba y Venezuela cuentan con el consenso ideológico bipartidista y son ejes temáticos de disputa electoral entre senadores como Marco Rubio y Ted Cruz (republicanos) y Robert Menéndez (demócrata).

¿Hacia una otanización de Latinoamérica y el Caribe?

El mismo cebo (o carnada distractiva) utilizado por los generales Glen VanHerck y Laura Richardson, jefes de los Comando Norte y Sur del Pentágono, para justificar la “otanización” de países bioceánicos como Colombia y México, bajo el argumento falaz de que China y Rusia utilizan a Cuba, Venezuela y Nicaragua para aprovechar las “vulnerabilidades de seguridad” de EU al ofrecerles “punto de apoyo en nuestro hemisferio”, facilitándole al “competidor estratégico a largo plazo” (Pekín) la expansión de “su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe”, desafiando “la influencia de EU en esos dominios”.

En ese contexto, en mayo pasado la Secretaría de Marina de México fue “coanfitriona” de los ejercicios militares Tradewinds 2022 organizados por el Pentágono en la zona marítima de Quintana Roo (el mar Caribe es considerado la “tercera frontera” de EU) y Biden oficializó la admisión de Colombia como “aliado principal” extra-OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

Los ejercicios de simulación y capacitación Tradewinds tuvieron un enfoque de colaboración multinacional y multidominio (terrestre, aéreo, marítimo, anfibio y escenarios de ciberseguridad), y buscó fortalecer la interoperabilidad militar entre las fuerzas navales, terrestres y policíacas de 23 países, entre ellos varios de la OTAN: EU, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y Colombia.

Enclavada en el “mar Mediterráneo” de EU, por su cercanía la zona marítima de Quintana Roo abarca los megaproyectos del Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (colocado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador bajo la responsabilidad total de la Semar), espacios, ambos, asiento de la riqueza petrolera del sureste mexicano y de sus selvas tropicales.

Al consolidarse como aliado subordinado de la estrategia militar continental del Pentágono −y funcionar como bisagra de sus comandos Norte y Sur en un área de gran importancia geopolítica, por ser la vía de conexión entre las rutas marítimas de los océanos Atlántico y Pacífico−, en momentos de rediseño de las hegemonías y de confrontación de EU/OTAN contra China y Rusia, México podría quedar involucrado en una situación de guerra real. Verbigracia, Ucrania.

A su vez, al oficializar a Colombia como aliado principal extra-OTAN, Biden destacó su papel como “pivote” militar del Pentágono en la parte sur del hemisferio. La nación sudamericana, cuyo estamento castrense es considerado por el Comando de la generala Richardson “exportador de seguridad”, posee siete bases militares de EU desde donde se puede acceder a las fronteras terrestres de Panamá, Venezuela, Brasil, Ecuador y Perú, y por vía marítima, a las de Costa Rica, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Jamaica.

La condición de aliado principal extra-OTAN (Major Non-NATO Ally, MNNA), permitirá a Colombia acceder a la gama completa de actividades que la alianza militar atlántica ofrece a todos los socios, incluidos ejercicios y cursos de adoctrinamiento y entrenamiento en la Escuela de la OTAN en Oberammergau, Alemania, y la Escuela de Defensa de la OTAN en Roma, Italia, donde destacan los cursos de desminado, contrainsurgencia y antinarcóticos, así como acceso a financiamiento contra el terrorismo, la lucha contra la corrupción y el cambio climático y la lucha contra el ascenso de China, Rusia e Irán en América Latina y el Caribe.

En ese contexto, cabe mencionar que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos rehusaron sumarse a las sanciones de la administración Biden contra Rusia por su operación militar en Ucrania, incluido el de Panamá, que decidió mantener neutral la vía de tránsito marítimo más importante entre los océanos Pacífico y Atlántico. Inicialmente, Washington había considerado incluir el tema Ucrania en la agenda de la Cumbre de las Américas.

En cuanto a la “amenaza china”, desde 2015 el gobierno de Xi Jinping ha venido utilizando el Foro China CELAC para profundizar los nexos comerciales y financieros con la región, no sólo en cuanto a la extracción de materias primas −principalmente combustibles fósiles (hidrocarburos) y el desarrollo de energía hidroeléctrica y nuclear− sino también mediante inversiones en la infraestructura necesaria para desarrollar (represas) y trasladar esos recursos (ferrocarriles, puertos), y/o mediante proyectos de la tecnología necesaria.

Los fondos chinos en la tradicional zona de influencia estadunidense son mucho más “amigables” con los países receptores en comparación con las inversiones de EU, Canadá y otras naciones europeas con pasado colonialista violento. Con el añadido de que a diferencia de la “acumulación por desposesión que caracteriza al capitalismo occidental y de los préstamos leoninos condicionados del Banco Mundial, el FMI y el BID, China no supedita ni interviene en la política interna de sus contrapartes. Lo cual no implica que en ambos casos pudiera haber una “transferencia oculta de valor” (Samir Amin) de los países pobres del sur global a las naciones industrializadas.

Fue en ese marco de disputa geopolítica entre potencias y de “desglobalización y proteccionismo en curso” (Kristalina Georgieva, jefa del FMI dixit, Davos. 2022), que se inscribió la reunión de “las Américas” en Los Ángeles, en momentos en que la subregión parece avanzar hacia modelos de regionalismos post-hegemónicos a raíz de la crisis sistémica del neomonroísmo y el eurocentrismo y la emergencia de China como potencia competidora.

A lo que se suma el acercamiento de América Latina y el Caribe con el eje euroasiático (Rusia/China) a través de los vínculos de ambos países con la CELAC, y la construcción, en la moribunda ONU, a propuesta venezolana, de un bloque de cooperación económica legal, libre de medidas coercitivas unilaterales y agresiones (como las sanciones que impone EU), como puente hacia una “pluripolaridad” sustentada en el respeto al derecho internacional y la diplomacia de paz. Lo que exhibe, a su vez, la obsolescencia de la OEA como viejo Ministerio de Colonias adscrito al Departamento de Estado estadunidense.

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