En ese absolutismo sin matices se cometen faltas de apreciación y hasta verdaderas estupideces, como siempre que funcionan el odio y la prepotencia del imperio
Ante la cercanía de la celebración a inicios de junio de la Cumbre de las Américas, se debate mucho sobre las invitaciones y asistentes a dicho evento y, por lo tanto, cuáles serán los posibles resultados de una agenda en que se cabildea sobre los posibles gobiernos participantes y el enfoque de los asuntos que se debatirán y los compromisos de la declaración final.
Hasta ahora, por declaraciones de funcionarios de cierto nivel de los Estados Unidos, se conoce la intención de vetar las invitaciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua, mientras que ante la avalancha de declaraciones en contra de gobernantes de América Latina y del Caribe, la vocera oficial de la presidencia de Biden se abroquela en la justificación del secretismo sobre la decisión final de la invitaciones a los posibles asistentes. A ello se une una posible ridiculez adicional que sería la invitación a la Cumbre de Juan Guaidó, reconocido como presidente de Venezuela por los Estados Unidos y la OEA.
Cualquiera que sea la solución del asunto de los participantes, el gobierno de Joe Biden se encuentra en un dilema del cual saldrá malparado como anfitrión. Y a estas alturas está claro que no supo prever las consecuencias de la aplicación de su cegata política internacional tanto en el hemisferio como en el resto del mundo.
Mucho se puede comentar a partir del análisis pormenorizado de las aristas relacionadas con este evento. Su desenlace final permitirá reafirmar la certeza de cuantos juicios pudieran ser esclarecedores y avizores en los momentos presentes.
Por el momento me permito recordar algunos presupuestos ideológicos sustentados por el escritor norteamericano Ray Bradbury.
Como muchos otros escritores norteamericanos famosos, Bradbury se pronunció sobre la realidad de la política y el comportamiento de los norteamericanos, mejor sería decir de los yanquis, o sea la parte prepotente y engreída de los Estados Unidos, que incluye a las élites políticas y sociales de ese país, y que miran al resto de los países del mundo, ya como subordinados o como aliados de menor cuantía.
El famoso y multipremiado escritor norteamericano Ray Bradbury declaró en 1968 a la prensa, lo siguiente:
«Recientemente he releído el libro de Bernard Shaw y he comprendido por qué los norteamericanos no saben hacerse amar y consiguen frecuentemente hacerse detestar por el mundo entero. Shaw señala que nosotros simplificamos demasiado las cosas y las ideas, transformándolas en verdades absolutas, que pensamos y vivimos a través de juicios convencionales y esquemas preconcebidos.
Es que no entendemos de matices. Para el norteamericano corriente, los comunistas tienen que ser necesariamente horribles y malvados, no puede haber buena gente en Vietnam o en China Roja. Nada bueno puede haber de positivo en el comunismo, piensa el hombre del montón. En ese absolutismo sin matices se cometen faltas de apreciación y hasta verdaderas estupideces, como siempre que funcionan el odio o la indiferencia humana.¨»
Y continuaba Bradbury en el análisis mencionado: “A veces me pregunto si no es nuestra falta de virilidad en casa lo que nos hace tan dictatoriales y destructores en los demás países. Cobardes en el hogar, con nuestras mujeres, nos desquitamos fuera y pretendemos ser prepotentes con los demás…”.
Como vemos, estas opiniones son una especie de bisturí que abre y pone al descubierto las entrañas viscerales, la psicología y el carácter de las ínfulas que muestran al mundo los políticos norteamericanos, y estos juicios son coincidentes con el de muchos otros ilustres hombres de ese país, digamos Hemingway, Henry Miller, Noam Chomsky, Edward Zinn, Mikel Moore, etcétera.
¡Pero qué magnífica instantánea para un retrato de la realidad política de Norteamérica!
El retrato pudiera exhibir una interrogante como título: ¿Por qué ser tan dictatoriales y destructores en los demás países?
Por ahora me permito adelantar esta conclusión sobre la celebración de la Cumbre de las Américas:
Cualquiera que sea la solución del asunto de los participantes, el gobierno de Joe Biden se encuentra en un dilema del cual saldrá malparado como anfitrión.
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.
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