La «lucha contra la corrupción» en Perú ya lleva varios años (en 2013 apareció el escándalo de Toledo), y está atizando las contradicciones entre los poderes políticos e interburguesas en pugna en las alturas, que no se cierra con la confianza concedida por la reforma política del Legislativo al Ejecutivo, sino que, por el contrario, […]
La «lucha contra la corrupción» en Perú ya lleva varios años (en 2013 apareció el escándalo de Toledo), y está atizando las contradicciones entre los poderes políticos e interburguesas en pugna en las alturas, que no se cierra con la confianza concedida por la reforma política del Legislativo al Ejecutivo, sino que, por el contrario, puede profundizar la guerra política, debilitando la institucionalidad republicana burguesa, con heridas políticas que no cierran (Keiko en prisión, Alan suicidado y con su hijo resentido, Nadine y Ollanta humillados), y por tanto, con fuertes tendencias bonapartizantes en el Ejecutivo, y con un sector de la derecha (liberal y ultra), pasando a la ofensiva con la consigna de «bombardeen a Vizcarra».
El semibonapartismo de Vizcarra
En ese sentido, apuntan, por un lado, el referéndum de diciembre del año pasado (tratando de bloquear la tendencia a la rebelión popular), las prisiones preventivas (que operan como una manipulación farandulera de la opinión pública contra los enemigos políticos impopulares), y la cuestión de confianza al Congreso de la República por la reforma política (que fue decidida en las alturas y donde algunas leyes tienen rango constitucional), como parte de una estrategia de Cierre del Congreso para adelantar las elecciones y articular una nueva mayoría nacional afín al Ejecutivo. Y por otro, las declaraciones del Ministro de Justicia, Vicente Zevallos, al plantear «un Estado empresario que tenga una aerolínea nacional» (Gestión, 03/06/19).
La última cuestión tiene que ver con un Ejecutivo, que, si bien es cierto es respaldado por Trump, las FF.AA. y el capital financiero-transnacional, y ha utilizado, hábilmente, la polarización con el odiado Congreso, para subir en las encuestas, pues, no tiene una base popular que le pueda servir de correlación de fuerzas movilizada para imponer su estrategia de un completo arbitraje en la crisis que solo le podría dar el adelanto de elecciones. Y es que a la vez que polariza con el Legislativo también lo hace con la clase trabajadora, a través de paquetazos (abril/2018), y políticas pro transnacionales mineras que le originaron conflictos como el de Las Bambas o pro yanquis como la del liderazgo del Grupo de Lima, llamando a una migración masiva venezolana a Perú, que les resta trabajo a los peruanos en el sector servicios e informal y que ahora le está pasando factura.
Es así como, la Elite peruana, obligó al aprofujimorismo a conciliar con Vizcarra, para evitar más volatilidad y que Vizcarra, termine imponiéndose como «un nuevo Fujimori» que escape a su control, limitando el poder de Vizcarra a un semibonapartismo.
Bombardeen a Vizcarra
Después que Vizcarra se apuntara una victoria coyuntural con la aprobación de la reforma política, la oposición ha pasado a la ofensiva. Pero ya no es solo el aprofujimorismo sino otros sectores que vienen del «centroliberal» como el acusado de corrupción, congresista y ex ministro «oficialista» Carlos Bruce, cuando declaró que, «…No nos olvidemos que el presidente [ Martín] Vizcarra no es un político… y de pronto dijimos ‘necesitamos un provinciano en la plancha porque hay demasiados blancos…», Trome, 09/06/19).
Las expresiones de Bruce, el primer congresista autoproclamado gay, apuntan a ningunear, a ridiculizar al presidente. Pero esto puede ser favorable a Vizcarra ya que la mayoría poblacional limeña tiene orígenes provincianos. A esta cuestión hay que agregar la agresiva campaña contra el Ejecutivo por haber confundido a líderes de la gesta de la independencia, cuando Vizcarra dijo que, » Marcelino Varela y a Roque Sáenz Peña habían muerto en la batalla de Arica», cuando estos en verdad sobrevivieron.
Hay varios analistas como el liberal Carlos Tafur, que declaran que, «…Es un Congreso bastante mediocre, como lo es el propio presidente, digamos. Ha sido una batalla de pocas luces, en todo caso…», (Trome, 09/06/19). Y cuando le preguntan sobre el fujimorismo, Tafur respondió, «…La única manera de derrotarlos es que logre una diáspora (dispersión) de la bancada keikista, si no lo logra, va a tener sobresaltos de acá hasta el 2021…».
Y en efecto, Vizcarra gana, pero también pierde, ya que la oposición va aprovechar sus puntos débiles para desgastarlo políticamente y conseguir un equilibrio estratégico o de lo contrario, vacarlo. A esta dinámica compleja y contradictoria, se ha sumado el decano de la prensa peruana El Comercio (cuya parte familiar también está involucrada en el affaire Odebrecht), planteándole al gobierno que «es necesaria la estabilidad política», preocupada por la dinámica de acumulación del poder del mandatario (influye en el poder judicial, controla las FF.AA. y FF.PP., varias ONGs, y doblega al poder legislativo), y porque avance la contrarreforma laboral y económica del DS 345 (que es un salto cualitativo comparado con el neoliberalismo fujimorista).
A la par, el presidente del Tribunal Constitucional, Ernesto Blume, intervino arbitrando en la crisis y con la investidura competencial constitucional, para señalar que, «… La cuestión de confianza es algo constitucional, pero es algo extremo y debe utilizarse en casos que realmente correspondan… lo que cabe es que cada institución tiene su autonomía, tiene sus competencias, hay que esperar los plazos correspondientes… Una reforma constitucional es un problema nacional, un asunto de interés altamente público, en donde todos los peruanos tenemos derecho a conocer los términos de la reforma y a participar del debate…», (Correo, 29/05/19).
Por su lado, la periodista Cecilia Valenzuela, afín a los servicios de inteligencia, acaba de denunciar que el Ministro de Justicia está rodeado por funcionarios de alto nivel como Pedro Grández Costa y César Cárdenas Lizarbe, que en el pasado estuvieron vinculados al terrorismo político.
Finalmente, en una entrevista realizada a la ex candidata aprista y hoy congresista y vicepresidenta de la República, Mercedes Araoz, declaró, «…ya he dicho que no entro en complots, esa no es mi manera de ser. Si alguien se acerca a decir que hay razones para vacar a Vizcarra, le diré. Si quieren hacer algo, es su problema, pero yo no voy a participar», (El Comercio, 09/06/19).
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).
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