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¿Dónde está la izquierda?

¿Burbuja ideológica? /2

Fuentes: Página 7

El director de «Le Monde Diplomatique» Serge Halimi escribió un interesante editorial titulado «¿Dónde está la izquierda en esta tormenta económica?». «Mientras el capitalismo vive su crisis más grave desde los años 30, los principales partidos de izquierda parecen mudos y confusos», comienza la columna. Y sin duda sintetiza la sensación de desasosiego frente a […]

El director de «Le Monde Diplomatique» Serge Halimi escribió un interesante editorial titulado «¿Dónde está la izquierda en esta tormenta económica?». «Mientras el capitalismo vive su crisis más grave desde los años 30, los principales partidos de izquierda parecen mudos y confusos», comienza la columna. Y sin duda sintetiza la sensación de desasosiego frente a una izquierda democrática que sólo parece diferenciarse de la derecha en términos de valores (derecho al aborto, matrimonio gay, etc.) o en cuestiones culturales. ¡No económicas!

En el caso español no es difícil cuestionar a una derecha que propone para la mujer el lugar de guardiana de un hogar limpio y puro (sic), pero frente a la crisis las diferencias parecen diluirse cada vez más. Tampoco donde la izquierda está en la oposición como Alemania o Francia ha podido desarrollarse un debate más de fondo sobre lo que tendría que decir la socialdemocracia frente a las turbulencias del capitalismo en varias naciones del «centro del mundo», que no sea ajustar mejor.

En el caso estadounidense Barack Obama primero desmovilizó a sus bases y luego fue acorralado por la derecha, incluyendo los anarco-locos del Tea Party. Ya ni siquiera la izquierda socialdemócrata es capaz de luchar por el «buen capitalismo». Falta creatividad, audacia y voluntad política. Y probablemente el propio aburguesamiento de sus dirigentes y bases haga lo suyo (ver al ecoló Ioshka Fisher hoy asesor de empresas). Así, en España los electores van a votar a la derecha neoliberal y conservadora para castigar a los socialistas ajustadores’ la típica actitud de apagar un incendio con gasolina. Ya le decía Nanni Morettial ex comunista D’Alema en el film Aprile: «Di algo de izquierda» y al rato: «¡Di algo!».

Frente a este panorama, Halimi cita un interesante documento del Partido de los Trabajadores brasileño. «En la actualidad existe un desplazamiento geográfico de la dirección ideológica de la izquierda en el mundo, señalaba el pasado mes de septiembre un documento preparatorio del congreso del PT. En este contexto, Sudamérica se diferencia (‘). La izquierda de los países europeos, que tanto ha influenciado a la izquierda de todo el mundo desde el siglo XIX, no ha logrado aportar las respuestas adecuadas a la crisis y parece capitular frente a la dominación del neoliberalismo».

La afirmación parece atractiva, pero resulta un poco exagerada. Aunque en el PT su ala izquierda sigue hablando de socialismo como horizonte, el partido de Lula hace tiempo que abandonó de hecho cualquier perspectiva anticapitalista -incluso en el horizonte-. La diferencia con Europa parece transitar por otros carriles. Primero, debido a la capacidad para insuflar alguna mística de las izquierdas sudamericanas (lo que la izquierda europea perdió hace tiempo), segundo por la capacidad de conservar el poder, y tercero porque ha mostrado (modestos) resultados frente al neoliberalismo de los años 90 que refirman que la política ha vuelto al escenario frente al «There is not alternative» del mercado.

No es poco, pero tampoco construyamos burbujas en un Wall Street de acciones ideológicas «socialistas» donde cotice más quien más radicalismo verbal proclame. Las políticas sociales (Bolsa Familia, Asignación Universal por Hijo, Bono Juancito Pinto) no llegan ni a los talones del Estado de Bienestar reformista de posguerra donde se discutió en serio la distribución de la renta nacional. En América Latina seguimos sin discutir reformas impositivas en serio, sin transformar la salud y la educación; aunque Eva Golinger se entusiasme desde la TV rusa de que el sandinismo sigue vivo en Nicaragua.

A ciencia cierta es difícil hablar hoy de «América Latina». Cada vez más hay una línea invisible pero muy efectiva que separa a Sudamérica -que bien merece un optimismo desromantizado- y Centroamérica, el Caribe y México, cuyas sociedades parecen cada vez más disgregadas, el narcotráfico permeó completamente los estados y la migración ha hecho añicos la propia viabilidad de las naciones centroamericanas.

En Sudamérica las oposiciones conservadoras y desestabilizadoras han sido debilitadas, y el bloque del Pacífico -Chile, Colombia y Perú- fracasó, en parte por el triunfo de Humala. El keynesianismo moderado en ciernes permite lograr algunos avances. Y la imagen es claramente otra que la de los perdidos años 90. Pero al mismo tiempo aparecemos a menudo alineados con dictaduras árabes bastante feas, y la discusión está entrampada entre el pragmatismo de las izquierdas «buenas» y el excesivo voluntarismo poético de las «malas». Definitivamente, la etapa de la euforia de hace cinco años ya pasó, ahora estamos en la prosaica tarea de mostrar que se pueden cambiar las cosas en el día a día de la «aburrida» acción de gobernar.

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