El peligroso proceso de descomposición del precario orden internacional sigue su curso. La presencia en la Casa Blanca de un personaje como Donald Trump le agrega notas extravagantes y macabras a lo que es una tendencia profunda del imperio dirigida a evitar lo inevitable: su irreversible declinación. Ningún estudioso serio, mismo en Estados Unidos, pone en duda este diagnóstico. Lo único que realmente está en discusión es la forma o el ritmo del declive, no su concreción histórica. No podrán evitarlo las clases dominantes de Estados Unidos, pero sin duda harán todo lo que sea necesario, aunque esto requiera atropellar cualquier principio moral o estatuto legal, para dilatar lo más posible el fatal desenlace.