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No sabemos aún cuál será el desenlace de la pandemia del COVID-19, ni sabemos qué nuevas turbulencias sociales, financieras, políticas, económicas y militares podrá desatar pero, a la vez, divisamos también signos de una transformación en ciernes.


En las últimas semanas, la emergencia del coronavirus (COVID19) puso sobre la mesa una institucionalidad desgarrada y visibilizó un entramado de desigualdades geopolíticas y sexogenéricas, todo esto, en el marco de un nuevo ciclo de la crisis del capitalismo contemporáneo.
En estos días, la visión de nuestro futuro ha cambiado de golpe.

No es una guerra, es una catástrofe. Para esta batalla no se necesitan soldados sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para ‘fabricarlos’.