Desde los primeros momentos en los que asistí al 7 de octubre, la operación que ha cambiado el curso de la historia, me preguntaba: ¿Qué le pasó por la cabeza a Yahya Sinwar? ¿Qué pensaba un hombre que abría las puertas del infierno a Gaza y a su gente? ¿Había perdido el control? ¿Se estaba suicidando? O más bien, ¿era Gaza en su totalidad la que se estaba suicidando? ¿Se trataba de una estrategia puramente militar o de algo diferente, más profundo?