
La larga inestabilidad de Somalia, que desde 1991 sufre recurrentes guerras civiles y violentos cambios de gobiernos que fracasan al intentar asentarse en un complejo mosaico de poderes clánicos y tribales, que en muchos casos tienen intereses opuestos, no pudo evitar a partir de 2006 la presencia del terrorismo wahabita, que, desde entonces, como un fantasma, persigue a los casi veinte millones de somalíes.