La ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) afronta como favorita las elecciones legislativas anticipadas en Francia del 30 de junio (primera vuelta) y del 7 de julio (segunda). No solo podría mejorar su imponente resultado en las europeas (31,37%), sino también convertirse en la primera fuerza en la Asamblea Nacional, incluso con la mayoría absoluta. Apoyar al partido de Marine Le Pen ha dejado de ser una acción radical de aquellos sectores más cabreados y resentidos de la sociedad francesa. Se ha vuelto algo casi normal, ordinario en algunos territorios y sectores sociales del país vecino. Esta es la tesis del libro Des électeurs ordinaires. Enquête sur la normalisation de l’extrême-droite, publicado en mayo por el politólogo y sociólogo Félicien Faury.
Este investigador en el Centro de Investigaciones Sociológicas sobre el Derecho y las Instituciones Penales analiza en esta extensa entrevista para CTXT el momento político en Francia. Explica cómo la ultraderecha lepenista no solo ha logrado arraigarse en sus feudos históricos, sino también crecer en territorios y categorías sociales en que hasta hace poco disponía de una presencia escasa. Una de las claves de ello, según este experto en el electorado ultra, es cómo se conjuga el malestar por las desigualdades económicas con el racismo.
¿Cómo ves estas elecciones legislativas anticipadas, en las que la Reagrupación Nacional parte como favorita?
En primer lugar, me parece importante subrayar que nada está decidido. Se trata de unas elecciones inéditas y hay numerosos interrogantes. ¿Cuál será la participación? ¿Cuántas triangulares habrá –en muchas de las circunscripciones habrá tres candidatos en la segunda vuelta–? Todo esto dificulta las predicciones hasta los resultados del 7 de julio.
Pero estos comicios tienen lugar en un momento de auge de la ultraderecha lepenista…
Sí, es cierto. RN continúa con su ascenso electoral. No ha parado de crecer en los últimos 20 años. Aunque su porcentaje de votos en las europeas fue impresionante –el más elevado en una primera vuelta en los 42 años de historia del partido–, ya había conseguido bastantes más votos en la segunda vuelta de las presidenciales de 2022, cuando hasta 13 millones de personas apoyaron a Le Pen. Habrá que ver si ahora supera esa cifra.
El título de tu ensayo es Los electores ordinarios. ¿El hecho de votar a la extrema derecha en Francia se ha convertido en algo ordinario?
Aún hay algunas categorías sociales en que votar a RN resulta algo ilegítimo, un acto vergonzoso. Pero en cada vez más sectores ya no es así y el voto para la ultraderecha se ha convertido en algo normal, incluso bien visto por familiares, amigos o compañeros de trabajo. Hay una especie de hegemonía política de RN en algunos territorios y categorías sociales en que el apoyo al lepenismo se ha vuelto completamente normal. Ha dejado de ser un gesto extraordinario.
Hay un racismo cotidiano que va más allá de los votantes de extrema derecha
El partido de Le Pen dispone de un apoyo importante en prácticamente todo el territorio galo, quizás con la única excepción de París…
En mi libro utilizo la metáfora de la mancha de aceite. Esto significa que el lepenismo ha logrado normalizarse y obtener el apoyo de nuevos grupos sociales –los jubilados, clases medias altas…–, pero sin perder a su electorado histórico. También crece en territorios en que hasta hace poco tenía una presencia escasa, pero sin perder sus feudos del nordeste y del sudeste. De momento, sale victorioso en los dos tableros. Pero habrá que ver si con el paso del tiempo le pasa factura su voluntad de atraer a las clases superiores y las élites empresariales. Es decir, si paga un precio por la aplicación de políticas de austeridad, parecidas a las adoptadas por la derecha en las últimas décadas. Con esas medidas, ¿corre el riesgo de perder el apoyo de su base popular? El tiempo lo dirá.
En tu libro describes aquellas lógicas y tendencias ideológicas que contribuyen al voto para RN. ¿Cuáles son?
Hay básicamente dos y que se deben entender de manera conjunta. Por un lado, en mi investigación observé que muchos de los votantes de RN se enfrentan a las desigualdades económicas y a una fuerte competencia social entre clases, tanto para acceder al empleo como a la vivienda o los servicios públicos. Esos electores consideran que hay una competencia cada vez más grande y que los recursos son cada vez más escasos. Por el otro, está la cuestión del racismo. En todo mi trabajo sobre el terreno sentí un racismo cotidiano que estaba muy presente y que iba más allá de los votantes de extrema derecha. Todo eso hace que politicen a través del racismo el sentimiento de una creciente competencia social. Y eso los lleva al voto para la extrema derecha.
¿Cómo se entremezclan estos dos vectores, el racismo y la competencia social?
Un aspecto recurrente entre los votantes de Le Pen es el resentimiento fiscal. Muchos de ellos pertenecen a clases medias bajas, es decir, son comerciantes, artesanos o pequeños empresarios, que deben pagar sus tasas y cotizaciones sociales. El malestar de esa presión fiscal lo asocian con los inmigrantes, parados y aquellas personas que reciben ayudas sociales. Tienen la impresión de que pagan demasiados impuestos y lo hacen para ayudar a personas extranjeras que, según ellos, tienen menos legitimidad para beneficiarse de la solidaridad nacional. Reflexiones de este tipo resultan constantes entre los votantes de la extrema derecha.
El Gobierno de Emmanuel Macron mantuvo discursos duros contra las personas en paro y que reciben ayudas sociales. El sistema de desempleo sufrió varios recortes en los últimos años. ¿Todo eso ha legitimado el resentimiento de los votantes lepenistas?
Sí, sin duda. Todos esos discursos que denigran a las personas pobres, las tratan de asistidas, holgazanes y que no quieren trabajar y solo vivir de las ayudas refuerzan el discurso del assistanat (los aprovechados). Aunque los discursos de este tipo puedan gustar a los votantes de la extrema derecha, en ningún caso votarán a Macron. Muchos de ellos sienten animadversión respecto a las élites políticas y nunca votarán a alguien como el presidente francés. Cuando Macron denigra a los pobres legitima el resentimiento de los electores lepenistas, pero sin quitarle ningún votante a la extrema derecha. Más bien lo contrario.
Para los votantes de RN las desigualdades por arriba son imposibles de revertir, tienen asumida la ausencia de una alternativa
Muchos franceses no solo tienen una visión pesimista sobre el presente, sino que tampoco creen en posibles alternativas al actual modelo neoliberal, que tampoco les entusiasma. ¿Esto también favorece el voto para la extrema derecha?
En mi investigación lo que observé es que muchos votantes lepenistas sufren las desigualdades económicas y miran de manera negativa a las clases superiores. He trabajado básicamente en la región Provence-Alpes-Côte d’Azur (PACA), donde hay una gran presencia de personas ricas que compran mansiones y segundas residencias. Los electores de RN lo perciben con cierta fatalidad y resignación. Muchos de mis entrevistados me decían: “¿Pero qué quieres que hagamos?” No logran politizar ese malestar económico a través del reparto de la riqueza. Para ellos, esas desigualdades por arriba son imposibles de revertir, tienen asumida la ausencia de una alternativa social y económica. En cambio, politizan mucho más las desigualdades por abajo, las etno-raciales. Consideran posible detener la inmigración, suprimir las ayudas sociales para los extranjeros o expulsarlos a sus respectivos países.
¿Hay entre ellos el sentimiento de estar atrapados en una pinza, entre las clases acomodadas y las personas extranjeras que perciben como más pobres?
En PACA es una dinámica que se reproduce mucho respecto a la vivienda. Muchos de ellos tienen la sensación de vivir en lugares que se empobrecen, ya que sienten una presencia creciente de personas de origen extranjero. Pero al mismo tiempo les molesta que los ricos se instalen en la región, lo que aumenta los precios inmobiliarios y dificulta que se puedan comprar una casa. Tienen la sensación de estar atrapados entre lugares indeseables y otros inaccesibles. Se trata de una consciencia triangular.
A diferencia de muchos otros libros sobre el lepenismo no te centraste en el estudio del votante obrero de RN. ¿Por qué? ¿Querías romper con la idea de una “Francia de los olvidados” que apoya la extrema derecha?
Hay muchos análisis sobre la manera en que el discurso de Le Pen ha penetrado en territorios abandonados, poco atractivos a nivel económico, como el nordeste de Francia. En cambio, el sudeste es uno de los feudos históricos de la ultraderecha –y la zona donde obtuvo más diputados en las legislativas de 2022–, pero no se trata para nada de un lugar abandonado, sino atractivo económicamente y que genera desigualdades sociales y territoriales. Quería mostrar una imagen menos homogénea y miserabilista de los votantes de la extrema derecha, entre los cuales también hay gente de clase media y que vive en lugares prósperos.
La imagen de RN como el partido de los obreros no es falsa, pero sí que resulta incompleta y algo caricaturesca
Desde España se enfatiza en el apoyo de la clase trabajadora a la ultraderecha lepenista. ¿Es cierto que se trata del primer partido de los obreros?
Esta imagen de RN como el partido de los obreros no es falsa, pero sí que resulta incompleta y algo caricaturesca. Muchos obreros apoyan a la ultraderecha lepenista, pero también muchos de ellos, especialmente los más pobres, respaldan a la izquierda. En muchos comicios la opción preferida por la clase trabajadora en Francia ha sido la abstención.
Además, en el caso de los militantes y los dirigentes de RN, no son para nada gente modesta y que pertenece a las clases trabajadoras. De hecho, esta formación intenta profesionalizarse y fomentar los perfiles de personas con muchos diplomas y pertenecientes a las clases pudientes. Aunque Marine Le Pen se haya construido la imagen de alguien popular y cercana a la gente modesta, se trata de una burguesa de manual.
Una parte significativa de los votantes de RN valora los servicios públicos y está preocupada por la pérdida de poder adquisitivo. Ambas son temáticas sociales, en principio centrales para la izquierda. ¿Por qué las formaciones progresistas no logran capitalizar el malestar de todas estas categorías modestas?
El encarecimiento del precio de la energía, la vivienda, la comida… El poder adquisitivo en general. Todo eso resulta una preocupación central para la mayoría de los votantes de RN. También les inquieta la degradación de las escuelas y los hospitales públicos. La izquierda puede aportar respuestas a todo ese tipo de cuestiones, pero la especificidad del electorado de la ultraderecha es cómo introduce la cuestión racial y la xenofobia en su visión sobre esos problemas sociales. Y eso los empuja a votar por RN en lugar de la izquierda.
¿Cómo crees que la izquierda puede aportar una respuesta a una identidad política sofisticada y cada vez más extendida como el lepenismo?
A corto plazo me parece casi imposible que los votantes de la extrema derecha se pongan a votar de manera espontánea a la izquierda. Por este motivo, de cara a las legislativas creo que lo más urgente y estratégico para las formaciones progresistas es convencer a los abstencionistas cercanos a la izquierda de que vayan a votar.
Y a medio y largo plazo, ¿cuál podría ser la respuesta?
Por un lado, la ultraderecha crece a partir del resentimiento que generan las desigualdades inherentes al capitalismo y que generan una gran competencia entre grupos sociales. La izquierda debe aportar respuestas a ese factor que alimenta el voto a la ultraderecha. Por el otro, hay que hacer frente al racismo. Algo que me marcó en mi investigación son los consensos locales en la imagen que la gente se crea sobre los inmigrantes o los asistidos. Esos discursos apenas se ven rebatidos sobre el terreno. Por este motivo, hace falta impulsar formas de antirracismo cotidiano. Todo eso requiere una implantación local y un combate cultural por parte de la izquierda.