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Perú

El atentado a Canal 2 y el resplandor del oro

Fuentes: Rebelión

Recientemente, y con gran solemnidad, los directivos del Canal 2 de la TV y otros medios de la «gran prensa» evocaron hechos aciagos ocurridos hace veinte años, cuando un atentado terrorista contra sus instalaciones, segó la vida a varios trabajadores y generó daños materiales de difícil recuperación. Con este motivo fue posible reconstruir hechos ocurridos […]

Recientemente, y con gran solemnidad, los directivos del Canal 2 de la TV y otros medios de la «gran prensa» evocaron hechos aciagos ocurridos hace veinte años, cuando un atentado terrorista contra sus instalaciones, segó la vida a varios trabajadores y generó daños materiales de difícil recuperación. Con este motivo fue posible reconstruir hechos ocurridos en la mañana de un sábado de junio de 1992, cuando arreciaban en el país vientos de fronda y la ciudadanía no alcanzaba a recuperarse del Autogolpe ejecutado desde la cúpula del Poder por el entonces Presidente Fujimori y su entorno más directo.

En esa circunstancia, un vehículo cargado con explosivos y abandonado ante la puerta principal del Canal de la TV, en la avenida San Felipe, estalló en lo que constituiría el «atentado terrorista» más importante y dañino, antes que ocurriera Tarata. La versión oficial adjudicó de inmediato el hecho a Sendero Luminoso y hasta los afectados -los dueños del Canal- hicieron lo propio. La prensa monocorde repitió hasta la saciedad el mismo discurso y calificó el ataque como una expresión vesánica del terrorismo subversivo ejecutado por los cabecillas comandados por Abimael Guzmán.

Hubo, sin embargo, desde un inicio elementos que hicieron sospechar de esa autoría. Esa misma noche fue posible saber, por ejemplo, que el vehículo usado por los terroristas pertenecía, nada menos que a la Marina de Guerra, cosa que nadie había señalado originalmente. Cuando trascendió la noticia, los voceros de la institución se limitaron a asegurar que ese vehículo había sido «robado» en las primeras horas del día. Curiosamente, no se había denunciado ningún robo, y nadie estaba advertido por eso mismo de la posibilidad de un atentado de esa magnitud y características. Cuando la prensa independiente pretendió inquirir, preguntando por qué no hubo ninguna denuncia del hecho consumado contra la institución naval, los mismos voceros dijeron que se había resuelto así para «no alarmar» a la ciudadanía. Esa ciudadanía se alarmó mucho más cuando se produjo el atentado.

Nunca se hizo una investigación seria en torno al tema, pero los mismos propietarios del canal -aún lo siguen siendo- sostuvieron una versión que hoy mismo confirmaron: hubo elementos obscuros que nunca fueron adecuadamente investigados. No obstante, para los efectos de la propaganda, siempre se dijo -y se repitió hasta el cansancio- la misma cantaleta: el atentado senderista contra el Canal 2 fue «una demostración de la insanía terrorista de este grupo subversivo de corte comunista».

Años después, integrantes del Grupo Colina dieron pistas suficientes para que tomara fuerza una tesis distinta: el atentado, habría sido obra del Servicio de Inteligencia, que usó el hecho como un modo de castigar al propietario del medio, el señor Baruch Ivcher y como una manera de intimidar a la población adjudicándole a Sendero un potencial agresivo del que carecía. Esta última versión ha sido confirmada. No obstante, con una sorprendente puerilidad, se ha puesto en marcha una extraña variante: «El Servicio de Inteligencia -liderado por reconocidos agentes de la CIA- operó a través de «infiltrados» en Sendero Luminoso. Y encargó a ellos, en el interior de la organización terrorista, el ataque contra el Canal 2. Esto lo han dicho casi literalmente en nuestros días calificados voceros del medio afectado. En palabras corrientes podría asegurarse para el buen entendedor, que en materia del accionar terrorista, el SIN bajo la orientación de la CIA, el fujimoristmo y Sendero Luminoso, eran lo mismo. Algunas cosas las hacían los Senderistas no infiltrados, y otras las ejecutaban los infiltrados, que operaban en nombre de la organización extremista. Eran las dos caras de una misma moneda.

Esto lo dijimos nosotros en diversas oportunidades, pero tanto las autoridades gubernamentales de entonces como los medios al servicio de la clase dominante, insistieron en machacar la misma piedra: Sendero Luminoso, con la hoz y el martillo a cuestas y el discurso marxista-leninista-maoísta-pensamiento Gonzalo, ejecutan actos terroristas para capturar el poder y lograr «el equilibrio estratégico» que los colocará «a la puerta del Poder». Para revertir tan truculenta situación era indispensable dictar leyes extraordinarias: tribunales especiales, juicios sumarios, jueces sin rostro, condenas punitivas, sentencias anónimas y otros procedimientos inicuos. Al mismo tiempo, encarcelar a todos y dictar «cadenas perpetuas» como quien reparte pasteles en la puerta de un colegio. A la sombra de ese tinglado siniestro, el «modelo» neo liberal campeaba, los empresarios hacían su agosto y los gobernantes robaban a dos manos.

Hoy parece repetirse la historia. Sendero Luminoso vuelva «a la carga» sólo que esta vez lo hace con «formas más civilizadas». Recientemente, por ejemplo, hizo una suerte de «visita de cortesía» al campamento 131 de la empresa TPL que opera el gas en región, y conversó con sus trabajadores. El hecho ocurrió en la comunidad de Cigakiato, a sólo 6 kilómetros de Kepashiato donde, como se recuerda, se tendió un «inexpugnable anillo integrado por 1,700 efectivos militares» para impedir el accionar terrorista y «capturar a Gabriel», luego que el mismo grupo -Gabriel y sus muchachos- secuestraran a 37 trabajadores de una empresa similar y los liberaran luego sin sufrir baja alguna.

¿Cómo hicieron esos magos del movimiento para trasladarse sin ser, no digamos detenidos, sino apenas vistos por las autoridades militares que, según parece, pululan en la zona? ¿Cómo, para pasar desapercibidos cual si fueran simplemente fantasmas en un territorio agreste donde las dificultades de movimiento resultan infinitas? Piensa mal, y acertarás.

Los chicos de Gabriel -que dan conferencias de prensa al aire libre y que hacen llegar sus «proclamas» a los medios por todas las vías- no fueron habidos por nadie porque los llamados a «vigilar la zona» buscaban más bien a los ambientalistas de la Vicaría de Sicuani, o a los activistas de Padre Arana que promovían la solidaridad con Espinar y Tintaya. Y es que hay casos, como dice Pérez Reverte, en que las cosas suelen ocurrir o demasiado pronto, o demasiado tarde; pero nunca en su punto.

¿No resulta en extremo sospechoso todo eso? Los perros de prensa de la clase dominante que temen ver «el ejemplo de Cuba y de Venezuela» en el accionar de las poblaciones, seguramente se mostrarán satisfechos porque en nuestro país se recorre el camino inverso. En Cuba, luego del triunfante enero de 1959 que abrió camino a la transformación socialista del país, los cuarteles fueron convertidos en escuelas. En cambio aquí, en Kespahiato, las escuelas se convierten en cuarteles, como lo acaba de asegurar el alcalde de la zona quien no se cansa de pedir que las unidades militares que allí operan «se trasladen» y «devuelvan la escuela» en la que hoy se alojan, a sus funciones habituales «para que los niños pueda estudiar».

Claro que en torno al tema no dice nada Willax TV que se rompe la laringe clamando por «una justa sanción» a los docentes que acatan el Paro en Cajamarca y «no dejan que los niños vayan a la escuela». ¡Horror de horrores! Pero hay más, ellos claman denunciando las «extrañas coincidencias» en conflictos sociales que ocurren casi al mismo tiempo: pero hacen mutis en el foro cuando les hablan de las extrañas coincidencias que hacen idéntica la argumentación de Cecilia Valenzuela, Jaime de Althaus, Aldo Mariátegui, Rafael Rey y Barba Caballeo cuando defienden -en coro melifluo- el accionar de las mineras como Yanacocha. ¿Los habrá deslumbrado el oro o es que, como dicen los que saben, «en la vida hay gente para todo»?

Cecilia Valenzuela, hablando del Alcalde de Tintaya, actualmente preso y condenado en proceso sumarísimo a cinco meses de prisión efectiva, dijo recientemente: «provocó la muerte de dos personas». Lo que no dijo es quién mató a esas dos personas. Si se hubiera hecho esa reflexión, hubiera tenido que reconocer que las mató la policía, por órdenes del ministro del Interior, y del Jefe del Gabinete, el militar / empresario Oscar Valdez, fujimorista emboscado y pro yanqui hasta los huesos. Quienes mataron, fueron tiradores emboscados que operaron a distancia. Eso, está probado. Por su parte, la congresista Lourdes Alcorta aseguró que al «poner mano dura», «tendrá que haber muertos». Lo que no dijo, es quién matará a los que allá habrán de morir, ni quiénes serán los difuntos. ¿Culparán por esas muertes al Alcalde de Tintaya?

No todos son sibilinos en sus declaraciones. Hay quienes hablan más directamente y dicen sin tapujos lo poco que tienen en la cabeza. Keiko Fujimori, por ejemplo, dijo con la cínica sonrisa de siempre que Ollanta Humala es «un traidor» porque «engañó a sus electores». En cambio, aseguró: «El Premier Valdez cumple su tarea». Más claro, ¡ni el agua! Y es que Valdez sí parece estar cegado por el resplandor del oro.

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.