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Perú

El imperio de la confusión

Fuentes: Rebelión

Se dice que William Shakespeare escribió cada una de sus obras con la idea que simbolizaran algo específico. Así, el drama de Romeo y Julieta pasó a la historia como la expresión del amor más puro e inocente; Otelo, como la personificación de los celos; Ricardo III, como la significación del Poder; Hamlet como el […]

Se dice que William Shakespeare escribió cada una de sus obras con la idea que simbolizaran algo específico. Así, el drama de Romeo y Julieta pasó a la historia como la expresión del amor más puro e inocente; Otelo, como la personificación de los celos; Ricardo III, como la significación del Poder; Hamlet como el sentido de la duda.

Si el Cisne de Avón viviera en nuestro tiempo y se ocupara del proceso peruano, bien podría escribir o un drama o una comedia referida a la confusión, ese extraño fenómeno que se produce cuando se suman unas equivocaciones con otras y aflora, como consecuencia de todo ello, un escenario contradictorio, y casi inexplicable.

Es esto lo que podría decirse si se toman en cuenta los más recientes acontecimientos ocurridos en nuestro país. La renuncia del Gabinete Villanueva y la composición de un nuevo equipo de gobierno liderado por el ministro Cornejo; las repercusiones peruanas de la crisis de Venezuela y la posición de la Izquierda; la «vacancia presidencial» demandada por el fujimorismo; y las movilizaciones sociales signada por el Paro del Cusco y la marcha del jueves pasado en Lima; son símbolos de una confusión que agobia al proceso peruano y que no permite que cada quién ocupe el puesto que realmente le corresponde en el escenario social.

Esta confusión hace que la derecha asuma posiciones radicales, y que la izquierda termine identificada con intereses contrarios a sus propósitos; y que el gobierno haga lo que quiere la oposición; en tanto que ésta divague sin rumbo formulando propuestas descomedidas y arbitrarias. Recordemos cada cosa y procuremos poner un cierto orden en las mismas. Veamos.

Primero fue la iniciativa del Consejo de Ministros gracias a la cual los titulares de los portafolios resolvieron duplicarse los sueldos. Ellos mismos llegaron a la conclusión que estaban «mal pagados» ganando quince mil soles (casi seis mil dólares) y optaron por elevar su sueldo a 30 mil.

Ya antes -con Fujimori- los ministros habían gozado de esa misma remuneración, que fue derogada en los años de García para encubrir un hecho crematístico: el Presidente había logrado que se le «reintegraran» devengados por casi tres millones de soles. Para que esto no estallara, el Jefe del Estado dispuso «austeridad» en todos los niveles de su gestión, menos en el suyo.

Los fujimoristas, que hoy lanzan rayos y truenos contra el incremento de beneficios a los titulares de los pliegos no pudieron negar que en sus tiempos era así, pero arguyeron que sus ministros «si lo merecían» porque eran «capaces y eficientes», en tanto que los actuales son «torpes y ociosos». En otras palabras, el sueldo debe ganarse de acuerdo con la calidad del trabajo. Y debe estar definido por un mandatario que hace lo que quiere y que, incluso, tortura y empareda a su mujer cuando ésta le sugiere algo.

Luego del inusual aumento, vino el tema del presunto «reajuste» del Salario Mínimo que nunca se dictó sino que apenas si se pensó en algunas esferas del Poder. Como según el titular de economía, una suerte de virrey del Banco Mundial, este era un tema que ni siquiera se debía pensar; la manzana cayó al suelo y el Primer Ministro Cesar Villanueva -en un loable arranque de dignidad- se vio precisado a renunciar a sus funciones

El nuevo Gabinete. -René Cornejo al frente- es, según parece, un «equipo de consenso». Es decir, de consenso entre el titular del MEF, la Presidenta del Partido del Gobierno y el Jefe del Estado, con la precisión -importante para el caso- de que la Presidenta del partido del gobierno es nada menos que la esposa del Jefe del Estado, es decir, la señora Nadie Heredia de Humala.

La «prensa grande» y algunos analistas «de izquierda y de derecha» pusieron el grito en el cielo criticando la presunta participación de la señora Heredia en decisiones de gobierno. Pero el asunto tiene sus bemoles. Si Presidente del Partido Nacionalista hubiese sido otra persona y hubiese tenido alguna relación con el tema, nadie habría protestado. El alboroto del cotarro se explica -de acuerdo a especialistas- porque los peruanos somos «machistas», y no estamos dispuestos a aceptar fácilmente que una mujer decida quiénes son ministros.. Y menos si esa mujer es la pareja del Presidente. Creen en lo que se creía en Ilheus en los años 20 del siglo pasado, y que nos relata Jorge Amado: «el hogar, es la fortaleza de la mujer virtuosa»

Si el tema de la «concentración de medios» había sido el lei motiv de numerosas columnas de «La República» atacando a «El Komercio», esta vez esa concentración de dio contra Nadine Heredia como si fuera la depositaria de todas las debilidades del actual régimen, y la enemiga de sus escasos aciertos.

Pero esta curiosa «concentración de medios» tuvo otra expresión: se manifestó en torno a la crisis de Venezuela, a partir de la ofensiva sediciosa del fascismo que aquí aplaude con las dos manos la reacción unida. De rey a paje se unieron otra vez.

La «prensa grande» entiende que su tarea es preservar los intereses de la clase dominante en todas partes. Y por eso denigra y calumnia al proceso bolivariano distorsionando cada lo que ocurre. Se empeña en calificar de Dictador al Presidente Constitucional de ese país; y asegura que ganó las últimas elecciones «con fraude», como si con fraude hubiesen podido ganar los chavistas 19 de las 20 consultas electorales de los últimos 15 años.

Y le adjudica al Presidente Maduro todas las muertes ocurridas allí, sin admitir siquiera que varios de esos muertos eran en realidad activistas bolivarianos asesinados alevosamente por los grupos de choque y las escuadras fascistas que son inocultables, y que asoman incluso en la tele lanzando petardos o colocando bombas en diferentes lugares.

La posición del Frente Amplio ante los hechos de Venezuela ha despertado ira en ciertos medios. Ellos -dicen- que quieren «una izquierda moderna», «madura» «inteligente». En verdad, lo que quieren es una Izquierda que esté contra Venezuela, que ataque a Cuba, que se oponga a Evo Morales y su modelo multicultural; que tome distancia de Correa y su Revolución Ciudadana; que critique a Daniel Ortega y al rumbo sandinista de Nicaragua; que tome armas contra Cristina Kichtner, Dilma Rousef o incluso Michelle Bachelet si dice -o hace- algo distinto a Piñera.

De existir, esa «izquierda» no podría tomar como ejemplo a Tupac Amaru, proclamarse seguidora de Melgar, de Zela o de José Olaya. Tampoco inspirarse en San Martín o Bolívar. Ni siquiera identificarse con José Carlos Mariátegui o Javier Heraud. Tendría que morir como izquierda y nacer otra vez pero como un espectro para lanzar loas al Neo liberalismo y al imperio, como en definitiva lo hacen los «grandes medios» y los politiqueros de pacotilla que obsesivamente lo representan. De Torre Tagle a Francisco Tudela.

Que en este escenario tan confuso asome el congresista Becerril proponiendo la «destitución» del Presidente Humala no es un exabrupto. Responde a la lógica de la reacción. En verdad, ese pedido tiene la misma esencia que el que se formulara contra Zelaya en Honduras y Lugo en Paraguay. Es decir, el mismo tufillo golpista que tanto anhela la reacción empeñada e dar al traste con lo poquísimo que se ha avanzado, porque teme que sus privilegios peligren.

La propuesta Oscar Becerril no es ni el mugido de un becerro ni una «maniobra» para encubrir «el caso Gagó». Tampoco la secuela de un planteo «extremista y desbocado». Está inscrita en la cartilla del Imperio para dar al traste con todos los procesos de avance en nuestro continente aunque estos sean precarios, frágiles o inconsistentes.

Precisamente por eso tanto el gobierno como la Izquierda debiera meditar con seriedad lo que está ocurriendo. Y buscar un camino que cierre el paso al fascismo en ascenso, que no es otro que el Fuji-aprismo convertido en amenaza contra el pueblo. Si éste triunfara, la Izquierda peruana -la verdadera- vería lo que realmente es un gobierno reaccionario y pro- imperialista.

Las acciones populares como las del Cusco en los últimos días y los actos de masas ocurridos en Arequipa, Cajamarca, Ancash o Lima; debieran ser conducidos como expresiones de lucha por bloquear el ascenso de las fuerzas más reaccionarias y afirmar un camino propio, independiente y de masas que abra perspectiva a la transformación nacional en busca de un destino mejor.

La confusión reinante debe dar paso a la claridad de objetivos y propuestas y, en la batalla que se libra, cada quien debe ocupar -sin equívocos- el lugar que le corresponde.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.