Los resultados de las elecciones peruanas son, aunque estaban entre las posibilidades, un terremoto político. Son la prueba de que pese al «milagaro económico», la mayoría de la población ha elegido opciones «antisistémicas», sin que ese término tenga en sí conoctaciones positivas. En 1990, los peruanos votaron a otro antisistémico, el «Chino» Alberto Fujimori, […]
Los resultados de las elecciones peruanas son, aunque estaban entre las posibilidades, un terremoto político. Son la prueba de que pese al «milagaro económico», la mayoría de la población ha elegido opciones «antisistémicas», sin que ese término tenga en sí conoctaciones positivas.
En 1990, los peruanos votaron a otro antisistémico, el «Chino» Alberto Fujimori, que derrotó al neoliberal Mario Vargas Llosa e impuso el mismo el neoliberalismo, al que además le agregó generosas dosis de corrupción, abusos de todo tipo, represión y autogolpe, todo condimentado con políticas «populistas» que hoy hacen que entre los sectores populares muchos recuerden con cariño al «japonés». En 2006, ganó «el sistema»: Alan García volvió al poder más gordo y menos antiimperialista (Evo dixit) que cuando gobernó en los 80 a los 35 años y convocaba a declarar la moratoria en el pago de la deuda externa. Pese al crecimiento a tasas chinas, la mayoría de los peruanos se siente fuera del festín, y ahora dejaron fuera del balotaje a un ex presidente (el «Cholo» Alejandro Toledo y un ex ministro de economía liberal, Pedro Kuczynski); y votaron a un ex militar nacionalista y a la hija de Fujimori (preso por toda suerte de tropelías), que bien podría haber parafraseado una consigna peronista de los 70 y proponer «Keiko al gobierno, el Chino al poder». Para peor, su hermano -Kenji- fue el diputado más votado.
Así se da la situación paradójica de que las clases medias y altas deberán escoger entre dos alternativas que reflejan la crisis al parecer sin retorno del sistema político peruano. Por un lado, un nacionalista radical que hoy cambió a Chávez por Lula, abandonó los exabruptos antisemitas, homofóbicos y asustadores de los etnocaceristas, y se viste con piel de cordero socialdemócrata. Su perfil, con todo, parece más cercano al del ecuatorianio Lucio Gutiérrez (que llegó al poder con los indígenas y salió echado por la multitud en las calles) que al de Hugo Chávez. Por el otro, una joven de 35 años que se viene como la avanzada de un oscuro ejército de la peor calaña: en efecto, su campaña fue diseñada por su papá… desde la cárcel.
Si la burguesía limeña se consolaba con que tanto Toledo como Kuczynski derrotarían a Humala en la segunda vuelta (como Alan en 2006), ahora el escenario es diferente. Frente a Keiko, Ollanta hasta aparece como el candidato «serio». Y entre un posible malo por conocer y una muy mala conocida…
Dicen que, con todo, Ollanta sigue asustando a la burguesía limeña y al establishment. Al final estos sectores estuvieron bastante cómodos con la dictadura del Chino.
Algunos «liberales» ya adelantaron su voto, como el frívolo Jaime Bayly, que para frenar a un posible dictador votó a la pichona de un nefasto dictador muy real para los peruanos. Lo de Vargas LLosa, diciendo que es elegir entre el cáncer o el sida es un exabrupto feo y vulgar para un premio Nobel. Además, si surgen «antisistémicos» es porque sus amigos liberales repartieron la torta dando la sensación, a muchos, de que las porciones no eran precisamente equitativas.