¿Cómo es posible dejar sin agua a una importante capital provincial, como Penonomé, una semana entera? ¿Por qué el Ministerio de Educación informa en la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional una baja ejecución en inversiones, entre 2015 y 2016, y proyecta apenas $17 millones de inversión en 2017, con tantos problemas en las […]
¿Cómo es posible dejar sin agua a una importante capital provincial, como Penonomé, una semana entera? ¿Por qué el Ministerio de Educación informa en la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional una baja ejecución en inversiones, entre 2015 y 2016, y proyecta apenas $17 millones de inversión en 2017, con tantos problemas en las escuelas públicas del país? ¿Se puede quedar el principal hospital del país, el Santo Tomás, sin insumos al grado de que los médicos deben amenazar con un paro para que el Gobierno haga algo? Con los cientos de millones que la Caja de Seguro Social (CSS) se gasta en la construcción de hospitales, ¿cómo se explica que las farmacias estén desabastecidas?
Con los millones de dólares del Estado gastados en el sistema de transporte público, ¿por qué el Metro Bus no puede garantizar un servicio eficiente, y se necesitan «piratas», cuyos dueños son los mismos de los «diablos rojos», para cubrir las rutas? ¿Por qué los medios de comunicación insisten en culpar a las comunidades por las inundaciones que afectan la ciudad de Panamá, cada vez que llueve, y nunca apuntan a los rellenos y la destrucción de manglares por parte de la especulación inmobiliaria que se aprecia al sur de la ciudad?
Podríamos seguir con largo rosario de preguntas sobre las tantas y cotidianas ineficiencias de la administración pública que el pueblo debe soportar, como una cruz. El conjunto de preguntas solo admite tres respuestas: los ministros y directivos son ineptos, son cínicos, que faltan a su deber, o un poco de ambas cosas.
El tortuguismo y la ineptitud parecen ser características del Partido Panameñista cada vez que gobierna. Pero no sería justo solo culpar al presidente Juan Carlos Varela por la situación social que se deteriora desde hace 26 años, gracias a las políticas neoliberales, a la desinversión en gasto social para desviarlo a obras suntuosas, cuyos contratos se ganan los amigos de los gobiernos de turno, y al saqueo del erario para hacer millonarios a los pobres, y multimillonarios a los ricos. En eso son responsables todos los gobiernos en los que han participado los partidos reconocidos, como el Partido Revolucionario Democrático, Cambio Democrático, Molirena y Partido Popular.
No es posible que sean tan ineptos, si para hacer plata siempre están al día. Aquí hay cinismo deliberado y con apellido neoliberal. Desde que los organismos de crédito internacional pactaron el Consenso de Washington, en 1980, una de las recomendaciones para «justificar» las privatizaciones es dejar que se deterioren los servicios públicos al punto que la ciudadanía diga: «cualquier cosa es mejor que lo actual».
Si relacionamos la ineficiencia del Idaan con la declaraciones de la directora de reformar la ley para dar pasos a elementos de privatización y alza de tarifas, entendemos lo que pasa. Si vinculamos la ineptitud de los directivos de la CSS con los planes para reformar nuevamente la ley orgánica, aumentando las cuotas y la edad de jubilación, se entiende la desidia con que actúan.
La única manera de cambiar el tortuguismo, la ineptitud y la ineficiencia en la administración de la cosa pública es que el movimiento sindical y popular se una para enfrentar las privatizaciones que se vienen, y para presentar una propuesta alternativa de gobierno para 2019.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.