«Si dejamos de recordar, olvidamos». Así comienza el Libro Dos pueblos a los que amar, un mundo por el que luchar, una compilación de testimonios de combatientes internacionalistas caídos en la guerra de liberación de El Salvador, que José Luis Estevez, Carlos Tabares y Héctor Ibarra, recuperan. «A nosotros nos tocó una época con particulares […]
«Si dejamos de recordar, olvidamos». Así comienza el Libro Dos pueblos a los que amar, un mundo por el que luchar, una compilación de testimonios de combatientes internacionalistas caídos en la guerra de liberación de El Salvador, que José Luis Estevez, Carlos Tabares y Héctor Ibarra, recuperan.
«A nosotros nos tocó una época con particulares características, la Guerra Fría, la revolución cubana, los países socialistas y la revolución en Nicaragua, y teníamos la idea de la revolución internacional», explica en entrevista con Desinformémonos Héctor Ibarra, alias «Genaro», internacionalista mexicano que combatió desde 1982, y durante una década, en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) durante la guerra civil en El Salvador (1981-1991).
Este libro, aclara Héctor Ibarra, «es parte de lo que nos tocó ver y vivir, el andar a salto de mata por otros países y otros procesos. No esperamos dar recetas a nadie. No le vamos a decir a nadie la táctica y la estrategia, pues cada periodo tiene su propio análisis».
Dos pueblos a los que amar fue realizado por el Comité de Recuperación de la Memoria Histórica sobre los Internacionalistas en El Salvador. Lo realizaron «con esmero y dignidad», y recoge las experiencia de combatientes internacionalistas caídos de tres fuerzas guerrilleras en el país centroamericano. «Nosotros fuimos con la raza, con los compas, a buscar la información».
Ibarra considera que «el internacionalismo sigue siendo válido. Ante tantas desgracias que suceden, los jóvenes deben sentir la solidaridad». Comenta que a le correspondió recuperar la memoria de de José Luis «el Chileno», quien fue jefe de la tropas especiales del FMLN, y de Jorge Quezada del Río, quien llegó en 1987, fue comando urbano y cayó en 1989. «Me tocó recuperar la memoria de un compañero mexicano del que nunca supimos su verdadero nombre, lo único que tenemos es cuándo llego y cuándo murió», relata el ex combatiente.
En México, «la revolución cubana motivó a nuestra generación para impulsar otras opciones y alternativas. En México, en ese tiempo, hubo cerca de 30 grupos guerrilleros, y no hubo país en América Latina que no tuviera alguno bajo el ejemplo cubano».
Héctor Ibarra valora la importancia de recuperar la memoria y menciona a su compañero vasco, José Luis Estevez, «El Gato», quien realizó un trabajo «muy importante en el País Vasco, sobre los que fueron a luchar en la guerra en El Salvador. Ellos trabajaron mucho sobre esto y construyeron monumentos como reconocimiento a su lucha».
Es importante que las nuevas generaciones conozcan la historia y sepan de las luchas de otros países y de la acción internacionalista, considera el ex guerrillero, también autor del libro Historias de barro y otros cuentos de la guerra de El Salvador. «En España, por ejemplo, después de la guerra, los internacionalistas salieron primero y nadie supo de ellos, como si no hubieran existido. Hoy, después de mucho tiempo, se les trata de recordar. En Nicaragua, después de la revolución sandinista, los internacionales quedaron ‘chiflando en la loma’, nadie se acuerda de ellos. ¡Si ellos mismos no se acuerdan de sus propios caídos!», agrega.
Héctor Ibarra fue responsable de la escuela militar revolucionaria y diversas tareas en el Frente Nororiental «Francisco Sánchez», del FMLN. También fue técnico de Radio Venceremos. «Para la gente de nuestra época es muy importante el referente guevarista y su internacionalismo. En el siglo diecinueve, durante las luchas de independencia, fueron muchos los que lucharon por un país que no era el suyo. En México fue Francisco Xavier Mina, y después, en otros países, fue El Che, el referente más importante de la gente que se fue a combatir a otro país por razones de conciencia y convicción».
El libro Dos pueblos a los que amar, un mundo por el que luchar, tiene prólogo de James Petras, quien menciona que «una larga tradición de dos siglos de internacionalistas revolucionarios sigue viviendo en la historia y biografías publicadas en este libro, escritas por y para los portadores de esa gran tradición de Marx, Bolívar, Martí, Guevara, Roque Dalton, a los miles de combatientes anónimos que lucharon por la libertad en todas partes».
«Con la revolución sandinista, en 1978, vino un fenómeno masivo de solidaridad en México. Hubo comités de solidaridad en todo el país. Yo estaba en Sonora, y tenía mi comité. Cuando empezó la guerra en El Salvador se dio el mismo fenómeno, se crearon movimientos amplios que trataron de aglutinar las inquietudes de solidaridad -como el Movimiento por la Paz-, y llenaron la solidaridad desde el terreno de la logística, la manifestación y el pronunciamiento, hasta el apoyo físico de gente capaz de ir a combatir».
Héctor Ibarra, combatiente internacionalista del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en El Salvador, recuerda cómo surgió la idea de tener un libro sobre sus caídos. «A mí me contactaron ‘El Gato’ y Carlos Tabares, ‘Javier’ para ver la idea de la memoria. Después construimos la idea de hacer una jornada de homenaje a los que murieron. Hicimos tres eventos en los principales frentes de guerra de las organizaciones -en Chalatenango, en Morazán y Guazapa- y un evento en la capital del país. Fueron convocatorias realizadas por las comunidades, que eran la base social histórica».
Ibarra rememora que «en Chalatenango, en San Antonio del Rancho, la gente se convocó y hubo música y baile. En ese lugar participaron personas del País Vasco y se habló del papel tan importante de los compañeros de este país. En Guazapa -una de la zona de guerra más reconocidas-, en el cerro de Palo Grande, se montó una placa en honor a los caídos, pertenecientes a la organización Resistencia Nacional. En Morazán se realizó un homenaje a los caídos del Ejercito Revolucionario del Pueblo, hubo una misa y llegaron muchos veteranos de la guerra. Y el último se realizó en el Museo de la Palabra, en la capital, San Salvador».
Con la caída de El Che, en 1967, señala Ibarra, «se motivó más el flujo de combatientes que cruzaron fronteras de un lado para el otro y se apoyaron entre sí. En Guatemala se unieron mexicanos a la guerrilla de Yon Sosa, y en El Salvador y Nicaragua se unieron de muchos países. Algunos teníamos ideas radicales y eso también motivó a ir a combatir. Después, las cosas fueron cambiando», concluye Héctor Ibarra, ex combatiente e historiador de la memoria.
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