«Si un huevo se rompe por una fuerza exterior, la vida termina. Si se rompe por fuerza interna, la vida comienza. Las grandes cosas siempre comienzan desde el interior» Jim Kwik Cerca de 45 días de protestas sociales en Nicaragua, dejando un saldo de más de centenar de muertos a la fecha, es un hecho […]
Cerca de 45 días de protestas sociales en Nicaragua, dejando un saldo de más de centenar de muertos a la fecha, es un hecho que no nos puede dejar indiferentes. Si bien los factores detonantes de este movimiento social pueden encontrar origen a mediados de abril pasado, por la molestia por la reacción del estado ante el incendio de su mayor reserva natural y de biodiversidad; o en las reformas en el sistema de seguridad social, que afectaba a los pensionados y al aumento de porcentaje de cotización de los trabajadores. Ambas protestas fueron abiertamente agredidas y reprimidas por fuerzas de choque de la llamada juventud sandinista, con el respaldo de la policía nacional. Pero estos hechos han sido una gota que ha derramado el vaso, estos fueron solamente gatillante de una efervescencia social y política que se venía incubando en la población nicaragüense.
Hay que contextualizar que Nicaragua lleva más de once años bajo la presidencia de Daniel Ortega, quien fuera uno de los líderes guerrilleros que encabezará la revolución sandinista en el año 1979; siendo después nombrado presidente, hasta el año 1990 donde el proceso revolucionario cediera ante las urnas bajo un bloqueo económico y una guerra irregular con grupos contrarrevolucionarios, que cobrará un gran de número de víctimas. Ortega volvería al poder, pero en un dividido frente sandinista, que ya poco tendría de los valores e ideología del sandinismo. Convirtiendo el país en un dominio oligopólico, teñido de pactos políticos y religiosos, cruzado con prácticas de nepotismo; que han llevado incluso a la esposa del presidente a ser proclamada vicepresidenta del país. Estos han mantenido a todos los niveles el poder, sumidos bajo artilugios políticos que no solo han viciando los procesos electorales, sino que también ha relegado y deslegitimado a resabios opositores entre los cuáles están los mismos otrora ex colaboradores y líderes dentro de la revolución sandinista.
Es en estos contextos que surgen los primeros llamados a manifestarse, en su gran mayoría desde movimientos de estudiantes, pero también desde la convocatoria espontánea desde diferentes redes sociales Virtuales. El movimiento se ha manejado bajo el slogan de los auto convocados, organizándose en torno de los llamados a movilizaciones y marchas, pero también se ha utilizado los medios virtuales para denunciar los atropellos a los derechos humanos existentes en las últimas semanas. La virilizaron de la información ha permitido la generación de diversas reacciones y motivado a diferentes protestas.
Para tratar de entender una de las aristas del conflicto vale la pena detenerse a revisar el rol de los jóvenes nicaragüenses en estos movimientos, ya que sin duda alguna han sido protagonistas de un conflicto del cual solo nos encontramos en sus inicios.
Encontramos a una generación de jóvenes que ha sido clasificada como milenio, que suele colgársele el cartel de desinteresada, no participativa e inserta en sus propios intereses. Pero esta descripción y etiqueta generacional es nada más lejana a los jóvenes de la última década en américa latina y en este caso de los jóvenes nicaragüenses. Se caracteriza a la juventud muchas veces dentro de aspectos generalizados de una generación, entendiendo esta como los proceso culturas e históricos que viven un grupo etario determinado, sin guardar los elementos distintivos de los mismos. En América Latina las generaciones han tenido sus particularidades en las distinciones generacionales que se les ha impuesto, mucha de ellas cruzadas por elementos socio históricos, sobre todo con la influencia de los movimientos sociales. La generación actual, no es una excepción de lo mismo, los jóvenes en la segunda década del siglo XXI, se caracterizan por la incorporación en sus movimientos sociales de características de una ciudadanía y cultura glocal, con gran énfasis en los elementos de socialización y participación virtual que no debemos dejar de considerar.
Son una generación con características propias la historia Nicaragua. Los jóvenes y estudiantes que sin duda se han tomado el protagonismo en este movimiento social, son en su gran mayoría nacidos post proceso revolucionario, siendo en si hijos y nietos de partícipes dentro de la revolución, así como también de la guerra vivida en la década de los 80´ contra la revolución. Crecieron seguramente bajo promesas de una revolución, bajo el relato histórico de sus propias familias de la guerra, de los años difíciles de la revolución y sobre un sandinismo que construyo esa historia. Por lo tanto, es una generación que bajo este espectro de lo que fue el sandinismo fue silenciada y se mantenía expectante ante los contextos del país, que ahora en encontrado medios y caminos propios que se reflejan en su eclosión e irrupción en la escena del movimiento social.
Bajo esa mirada también se encuentran los jóvenes partidarios del gobierno, que no son ajenos a esa generación. Y es que el partido gobernante mantuvo la estructura de la juventud sandinista, la cual en sus raíces se vislumbrada como una juventud partidaria, constructora y defensora (muchas veces con su sangre) de muchos de los procesos de la revolución. Pero hoy nos encontramos con una Juventud sandinista, ya no formadora de cuadros políticos, sino como grupos de respaldo de masas al gobierno, evidenciando en los últimos acontecimientos su actuar violento y protegido del sistema, siendo los principales instigadores a la violencia en los hechos de protesta.
Cuando se inician los intentos de dialogo, un joven estudiante encara a un cada vez más ausente presidente Ortega, enrostrándole entre otras cosas en que los muertos los han puesto los estudiantes; en una clara referencia en que la gran mayoría de los fallecidos por la violencia política han sido los jóvenes, en un verdadero juvenicidio, que no solo arrastra con la sangre de esta generación, sino que también entendido desde estigmatización y estereotipamiento de conductas juveniles, donde
la violencia ha polarizado a los jóvenes entre los «vandálicos de derecha» o las «turbas paramilitares» de la juventud sandinista. Lo anterior solo refleja enmarcar la reacción social de los jóvenes en antiguos estereotipos bipolares de la vieja política.
Es sí que los jóvenes movilizados en Nicaragua no encuentran representatividad en un gobierno que se dice sandinista, socialista, cristiano y solidario, pero que, a la vez, es ajeno al curso de su propia historia. Donde los idealismos del sandinismo se han quebrado y se han enfocado en un caudillismo orteguista, dando lugar a reinterpretaciones de la historia, en base a su desconocimiento, lo que ha sido apropiado por Ortega Murillo, generando un discurso basado en un simbolismo y asistencialismo vacío para esta generación.
Los nuevos paradigmas no solo, posicionan hoy una generación que pasan a ser actores de su propia construcción, sino que también desde los procesos de socialización y la participación en movimientos sociales, empiezan a ser constructores de nuevas realidades, surgiendo nuevos factores movilizadores de esta generación; donde los movimientos juveniles, son parte de la expresión de una nueva ciudadanía, que en la búsqueda de su propia identidad, también claman por la democratización e inclusión participativa en las decisiones que den luces para el término del conflicto y la violencia política en Nicaragua..
Si bien estas características por si solas no son las que sostienen el movimiento social, pero si desde esta generación son facilitadores y aceleradores de su dinámica interna. Lo que hace falta es voltear las miradas a entender a las juventudes desde sus propias formas de construir su realidad, quienes plantean elementos en permanente dinámica, desde sus propios espacios, pero con una mirada propia. A la vez estar atentos a estos jóvenes que no pierdan la gallardía con que han llevado adelante su movimiento social, evitando que caiga en la trampa de las viejas prácticas políticas.
Nicaragua se encuentra en un futuro incierto, donde el conflicto y la violencia va en escalada, donde las alternativas de solución se polarizan y alejan, pero donde sin duda los jóvenes deben ser protagonistas de la construcción del futuro del país.
Francisco Ramirez Varela, Académico de Trabajo Social, Universidad de las Americas
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