El discurso belicista ha impregnado las instituciones europeas hasta el punto de modificar las propias bases económicas neoliberales de Europa y cambiar las reglas del juego global.
“Tenemos que gastar más, tenemos que gastar mejor, tenemos que gastar europeo”. Esas son las palabras con las que la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula Von der Leyen, resumía en una entrevista con The Financial Times la nueva estrategia europea para fortalecer la industria armamentística del continente. Lo que parece una simple frase pone patas arriba los cimientos neoliberales sobre los que se construyó la Unión Europea (UE).
“Gastar más” señala un cambio en los dogmas de la austeridad presupuestaria en los que tiene siempre la vista puesta la CE y de la que solo se apartaron durante unos años debido a los efectos devastadores de la pandemia. “Gastar mejor” apunta a la búsqueda de la eficiencia en el gasto mediante compras conjuntas “igual que hemos hecho con las vacunas o el gas” tal y como dijo Von der Leyen en la misma entrevista. Hasta ahora, esas han sido las dos únicas compras conjuntas que han realizado los Estados miembros, pero parece que es la nueva senda a seguir también para las armas.
Pero, sin duda, el mayor vuelco a la política de inversión y comercial en la que se ha basado la Europa de los mercados y el libre comercio es la parte de “gastar europeo”. La CE no quiere tan solo comprar armas al mejor postor, tal y como marcan las reglas del libre mercado, sino que pretende que ese gasto se haga directamente en empresas europeas para fortalecer la industria doméstica y dejar de depender de su actual principal proveedor y beneficiado de ese incremento en el gasto militar que exigen los acuerdos de la OTAN: Estados Unidos.
El tema y esta deriva hacia el gasto en armas europeas no es nuevo, “ya se venía fraguando desde hace años”, explica a El Salto Laëtitia Sédou, investigadora en la Red Europea Contra el Comercio de Armas (ENAAT por sus siglas en inglés). “Pero ahora —explica— los nuevos conflictos han servido de argumento perfecto para acelerar este impulso y mostrar a la industria armamentística como el sector que nos va a salvar de todo”.
Keynesianismo de guerra
Para vender esta opción al público europeo, hace falta algo más que hablar de defensa y de los peligros de guerra para Europea, que muchos no se creen. La narrativa ha incorporado otros elementos económicos que recuerdan a las políticas keynesianas de gasto público para generar riqueza y empleo. “Nos dicen que va a generar puestos de trabajo, crecimiento económico y seguridad”, dice Sédou, “se nos muestra a las armas como si fuera un requisito necesario para todo, tanto para la sostenibilidad económica como de la misma democracia”.
En España tampoco es nueva esta narrativa del keynesianismo de guerra. Ha formado parte del argumentario de la ministra de Defensa Margarita Robles desde hace años. “La industria española de Defensa crea muchos puestos de trabajo”, dijo en una entrevista en 2022, “invertir en defensa es invertir en innovación, en tecnología y en trabajo”, dijo en otra en 2023 e incluso llegó a decir en 2018 que “el gasto militar es gasto social porque genera puestos de trabajo”.
Pero incluso si lo vemos desde el punto de vista meramente económico y de eficiencia en la inversión, esa narrativa es falsa. “Esta industria no genera más puestos de trabajo en ratio de inversión que otras industrias civiles”, explica a El Salto Tica Font, investigadora del Centre Delàs y especialista en economía de defensa y comercio de armas. Por lo que invertir esas ingentes cantidades en otras industrias o en la transición ecológica podría generar mucho más empleo que lo que crea el sector armamentístico.
Banco Europeo de Guerra
El giro bélico europeo en materia económica ha puesto en el debate incluso los propios estatutos de funcionamiento del brazo financiero de la UE, el Banco Europeo de Inversiones (BEI). La entidad presidida por Nadia Calviño recibió presiones por parte de un gran número de Estados miembro para que abra las puertas a financiar proyectos transfronterizos de defensa, algo que va en contra de los límites y funciones que, hasta ahora, ha tenido el BEI. Calviño remoloneó con esos límites marcados en los estatutos del banco alegando que se deberían modificar en caso de que se pretenda acometer ese tipo de financiaciones, pero se muestra receptiva a futuros cambios o, incluso, a bordear los límites actuales para poder financiar ciertos tipos de armamento con los estatutos actuales.
La trampa consiste en dos conceptos que alimentan de igual forma la misma industria: el control fronterizo y las tecnologías de doble uso (aquellas que pueden tener un uso civil). “Eso incluye los drones y la protección de fronteras”, dijo la propia Calviño, que ya son financiados por el BEI en la actualidad, por lo que se podría dotar de mayores recursos a dicha línea de financiación, que actualmente cuenta con 8.000 millones hasta 2027 de los cuales sólo se han consumido 2.000, según explicó la propia Calviño, fortaleciendo la industria militar europea sin incumplir las normas del banco. La exministra se comprometió a acelerar el reparto de esa línea de financiación, así como a elaborar un informe sobre qué otros productos se pueden llevar fondos europeos gracias a la triquiñuela de las armas de uso dual.
Igual que otras medidas enumeradas en este artículo, esa ampliación de las capacidades del BEI ya llevaba años debatiéndose, “pero había resistencia de algunos países, en particular Alemania”, afirma Sédou. El nuevo giro bélico y el posicionamiento de Calviño ha hecho que esa resistencia caiga y es bastante probable que el BEI acabe financiando compras conjuntas y proyectos de I+D armamentístico que sean acometidos por varios países.
Para Tica Font, no solo presionan los gobiernos europeos. “La UE dice que hay que producir más y para producir más se necesitan fábricas más grandes”, explica. En ese punto, “la propia industria es la que le exige a la UE que para aumentar esa capacidad de producción van a necesitar financiación”, dice, y la UE obedece mediante esas nuevas líneas de financiación y asegurando a la industria una serie de pedidos a largo plazo. El “gastar europeo” que argumentaba Von der Leyen se convierte en un “prestar europeo” que hace las delicias de la gran industria armamentística europea con fondos que deberían dirigirse a la transición ecológica, fortalecer otras industrias o a buscar la independencia energética.
El 15 de mayo se consumaba la
estrategia señalada por Calviño. El consejo de administración del BEI
aprobaba relajar los requisitos que fundamentaban sus estatutos para
poder financiar directamente a la industria armamentística europea. La
exigencia de que los proyectos de doble uso elegibles para la
financiación necesiten tener la mitad de sus ingresos de sus civiles ha
sido eliminada. De esta forma, los proyectos del ejército que puedan
tener un mínimo de uso civil podrán ser financiados por la entidad. La
propia Calviño se mostró satisfecha con el cambio ya que la reforma
podrá acelerar la concesión de 6.000 millones de euros de un programa de
seguridad del BEI para protección de infraestructuras y ciberseguridad
que estaba atascado.
Eurobonos de guerra
La mutualización de la deuda, la emisión de deuda por parte de las instituciones europeas de forma conjunta y respaldada por todos los Estados miembro, fue uno de los debates más duros durante la pandemia. Al final, tras meses en los que los halcones europeos se negaban a endeudarse de manera conjunta con otros países a los que consideran derrochadores, se aceptó una emisión de deuda conjunta que serviría para financiar los fondos Next Generation EU.
Cuando se habla de endeudarse para alimentar la industria de la guerra, no parece que haya tantas reticencias. “No digo que tengamos que prorrogar los Next Generation EU, digo que podemos utilizar esa metodología para diferentes objetivos comunes y entre ellos la defensa ahora es absolutamente crucial”, declaró Paolo Gentiloni, Comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios de la CE, al ser preguntado por la posibilidad de lanzar unos nuevos eurobonos para este cometido.
De momento, es tan solo una propuesta que no gusta a todo el mundo. “Hay tres o cuatro países que se oponen a esa idea”, dice Sédou, porque muchos gobiernos europeos son muy cercanos a Estados Unidos y puede que se nieguen a endeudarse de manera conjunta para gastar sólo en empresas europeas y sustituir a sus proveedores norteamericanos. “Es difícil anticipar hasta dónde podrá llegar la idea de los eurobonos de guerra”, afirma la investigadora.
Las bombas escapan a la austeridad
Entre estos anuncios y giros bélicos de las normas económicas europeas, sin duda la que podría modificar las estructuras presupuestarias y la vía a seguir por parte de los Estados en materia de gasto y cuentas públicas concierne a la modificación de las reglas fiscales europeas y el Protocolo de Déficit Excesivo. Estas normas fueron pausadas en la primera semana de la pandemia, lo que permitió que los países pudieran aumentar sus presupuestos, inyectar más dinero en la economía y reducir algunos impuestos para sortear y suavizar las consecuencias de la pandemia y más tarde de la crisis inflacionaria y energética.
Pero ahora, con los tambores de guerra y las reglas fiscales siendo debatidas para su nueva puesta en marcha efectiva en 2025, las inversiones en defensa podrían quedar excluidas del cómputo en las cuentas públicas a la hora de contabilizar el déficit. “Esto es pura creatividad contable”, lamenta Font. “Harán que la deuda y el gasto acumulado por la compra de armas no compute en el déficit”, de forma que las partidas presupuestarias nunca sufrirán la austeridad que sí que sufrirán las inversiones y gastos sociales en caso de que Bruselas apriete las tuercas y no se esté cumpliendo con los objetivos marcados por la senda fiscal. Los cimientos económicos neoliberales sobre los que se ha construido la Unión Europea y que forzaron a aceptar medidas de austeridad en la anterior crisis, ahora se pausan pero solo para las armas.
Los bloques cada vez más bloques
Según las encuestas estadounidenses, Donald Trump podría volver a habitar la Casa Blanca en noviembre. El expresidente ha amenazado con que la potencia se desentienda de la defensa de la OTAN contra Rusia si el resto de socios no aumenta su gasto militar hasta alcanzar el deseado 2% del PIB. El posible movimiento de Trump y el éxito de su discurso entre los votantes del país abren más todavía la brecha entre los grandes bloques geopolíticos y ha funcionado como detonador del sentimiento de indefensión que recorre Europa. Con Trump amenazando de abandonar a sus socios europeos, los tambores de guerra resuenan con más fuerza.
Al contrario que en los otros dos grandes jugadores, EE UU y China, la Unión Europea no se ha desarrollado como bloque en lo que se refiere al impulso de sus industrias de forma conjunta. Ahora les entran las prisas por “gastar europeo” en esta nueva carrera armamentística. Aunque para el periodista, analista político y jefe de opinión en El Confidencial Esteban Hernández, “el alejamiento de Europa de EEUU ya se está produciendo y no va a ser muy diferente gane Trump o Biden”, porque la asociación de los países de occidente que nace tras la II Guerra Mundial se está debilitando. Para Hernández, Estados Unidos está cometiendo el error de recomponer el tablero global “mediante el deterioro de sus socios”: “La idea no es que Europa se convierta en autónoma, sino que que pase a un papel más subordinado todavía dentro del bloque occidental”. Todo ello en un contexto en el que la influencia de Estados Unidos se ha visto mermada debido a sus políticas exteriores, como el apoyo a Israel en la masacre de Gaza.
Pero el problema del bloque europeo es que nunca ha sido un bloque. Estados Unidos y China compiten por la hegemonía global mientras la UE no ha sido capaz de generar una unión en muchos aspectos, sino más bien una unión en la que los diferentes Estados piensan en proteger cada uno a los suyos y las políticas compiten entre sí. Con el distanciamiento estadounidense y Putin apretando, llegan las prisas. “Cualquier bloque que quiera tener una influencia necesitas poder y, ahí, el armamentístico es imprescindible”, afirma Hernández. Pero señala que esa inversión militar no va a servir de mucho si no hay otras políticas conjuntas, como un ejército europeo o una unión fiscal, que ahora mismo parecen imposibles. “Vemos que Francia saca tajada porque tiene industria armamentística, pero vemos a Alemania que no sabe muy bien qué hacer”, apunta el periodista como algunas de las descoordinaciones que hacen que el bloque europeo no llegue a ser nunca un verdadero bloque.
¿Quién gana con las guerras?
En medio de esos cambios geopolíticos, también hay vencedores económicos. Las guerras siempre han sido un negocio para unos pocos. No sólo cuando las bombas y las armas producidas por estas empresas son lanzadas y disparadas, los tambores de guerra en forma de mensajes bélicos alarmistas se transforman en subidas bursátiles del valor de dichas firmas y sus accionistas.
La alemana Rheinmentall es un ejemplo claro. La empresa es la fabricante de los tanques Leopard que no han dejado de fluir desde los países europeos hacia Ucrania, además de ser uno de los mayores productores de munición de artillería del mundo. Desde finales de febrero de 2022 a la actualidad, el precio de la empresa se ha multiplicado por más de cuatro. Su valorización antes del comienzo de la invasión de Ucrania ha ido aumentando a escalones cada vez que un mandatario europeo anunciaba una nueva transferencia de armas al Gobierno de Zelensky hasta subir a los 22.500 millones de euros que vale en bolsa actualmente desde los 5.000 millones que valía un día antes de que Putin atacara Ucrania.
En este sentido también vemos la separación por bloques. Y, en esta ocasión, la proximidad con Rusia ha favorecido a las empresas europeas. Si observamos el MSCI World Aerospace & Defense Index, un índice que refleja la marcha conjunta y ponderada de las principales empresas del sector en el mundo, vemos que ha subido un 34% desde la invasión de Ucrania, aunque gran parte del aumento es tras el ataque de Israel en Gaza. Pero si vemos el índice solo para empresas europeas, vemos que en el mismo periodo ha aumentado un 90%, dejando atrás a la industria estadounidense.
Detrás de esas empresas están los accionistas. Y en la lista de los mayores inversores están los sospechosos habituales. Según el informe Financiar la Guerra. Financiar la Paz. Cómo la Banca con Valores promueve la paz en un mundo cada vez más conflictivo de la organización Global Alliance for Banking Values, el principal inversor del mundo en empresas armamentísticas es el fondo de inversión Vanguard, con 92.000 millones de dólares invertidos en la industria. Le sigue State Street con 68.000 millones y completa el podium el perejil de todas las salsas, BlackRock con 67.000 millones invertidos. El resto de la lista: Capital Group, Bank of America, JP Morgan Chase, Citigroup, Wellington Management, Wells Fargo y Morgan Stanley. El informe también hace un listado de los diez principales inversores a nivel europeo. Y ahí es donde aparecen los grandes bancos españoles. El Banco Santander y el BBVA aparecen en novena y décima posición con 5.000 millones de euros cada uno invertidos en la industria de las armas.
Durante los próximos meses se tendrá que pone en marcha las nuevas reglas fiscales y las nuevas estrategias de inversión del BEI, así como el debate sobre los posibles eurobonos de guerra, lo que facilitará una idea de hacia dónde se dirige este nuevo giro discursivo, geopolítico y económico de una Europa que se ha vestido de camuflaje para afrontar un nuevo escenario global donde los señores de la guerra y los bancos que les financian parecen que van a ser los únicos que obtengan un beneficio real.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/industria-armamentistica/economia-europea-se-viste-camuflaje