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La migración en la agenda regional

Fuentes: Rebelión

El barrio es una fiesta. Es un viernes de noche cualquiera de estos últimos años y en la Aguada se escuchan risas, gente que habla «a los gritos», tan alto que los vecinos pueden escuchar las conversaciones desde la calle, y además la bachata se comparte con todos los habitantes de la cuadra. Algo ha […]

El barrio es una fiesta. Es un viernes de noche cualquiera de estos últimos años y en la Aguada se escuchan risas, gente que habla «a los gritos», tan alto que los vecinos pueden escuchar las conversaciones desde la calle, y además la bachata se comparte con todos los habitantes de la cuadra. Algo ha cambiado.

Rubén, el almacenero -uruguayo él-, recuerda que llegó al barrio en épocas del Plan Fénix, un programa de gobierno nacido en las administraciones del Partido Colorado, en la década del 90, que promovía la recuperación urbana, porque en la zona de la Aguada (a escasas cuadras de la principal avenida del país) había muchos baldíos, construcciones a refaccionar y mucho potencial para la construcción. Además el lugar estaba poco poblado y su gente avejentada.

El programa nunca funcionó, más allá de que se edificaron varias viviendas (la mayoría por fuera del Plan Fénix), el barrio siguió siendo gris, poco poblado y con un gran porcentaje de gente mayor.

El cambio real se dio unos cuantos años después, en la década que estamos viviendo y con la llegada de inmigrantes, fundamentalmente de Dominicana, Venezuela y Cuba. Trajeron fuerza de trabajo joven, aportaron conocimientos y compartieron su cultura -música, comidas y tradiciones en general-.

Una nueva oleada de migrantes llegó a Uruguay, pero también al resto de los países latinoamericanos del Cono Sur, con determinados matices. Por ejemplo, en Chile se constata un gran flujo de ingreso de haitianos y colombianos también; mientras que Brasil y Argentina siempre han recibido pobladores de toda la región.

La gran diferencia que tiene esta llegada de migrantes es que en esta oportunidad no son europeos, sino que se trata de hermanos latinoamericanos -muchos altamente calificados-, y eso parece molestar a algunos, o a unos cuantos.

Campaña electoral

Vivimos en un sistema de campaña permanente. Por lo tanto resulta más sencillo poder identificar con anterioridad cuáles serán los principales temas de la próxima campaña electoral uruguaya. Seguramente no haya nada nuevo bajo el sol, pensarán muchos, y explicitarán que la seguridad, la economía, la salud, la educación y las políticas sociales son las favoritas de nuestros políticos.

Pues bien, en esta oportunidad es muy posible que se sume a la discusión y el debate el «problema migratorio». En este discurso podrán identificarse claramente las diferencias sustanciales en los mensajes de progresistas y conservadores.

En Europa y Estados Unidos ya hace años que la migración es un tema de campaña electoral, nada más hay que recordar el prometido muro de Donald Trump, en la frontera con México; o los discursos de los grupos de la extrema derecha francesa contra los sans papiers, entre otros.

Este debate se está trasladando al Cono Sur de América Latina con la llegada de la nueva oleada migratoria. En Uruguay, por ejemplo, actualmente se distinguen algunos mensajes en las redes sociales, que rozan lo ridículo, en donde se afirma que el ingreso de migrantes es una estrategia de la izquierda, ya que a los venezolanos y cubanos (en este argumento se excluye a los dominicanos) al ingresar a territorio nacional se les da una credencial cívica para que voten al Frente Amplio.

Por otra parte, en Chile, el gobierno derechista del presidente Sebastián Piñera anunció la expulsión de más de dos mil migrantes. «Esa es una señal clara e inequívoca de que nos tomamos en serio el concepto de ordenar la casa», explicó el subsecretario del Interior trasandino, Rodrigo Ubilla.

Será el rol de la oposición progresista chilena, encabezada por el Frente Amplio y Partido País Progresista, el bregar por darle garantías a los migrantes, y entre todos tratar de construir una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades para todos, más allá del lugar de nacimiento. Tarea nada sencilla hoy en el país de Salvador Allende.

También es preocupante lo acontecido el pasado 18 de agosto en la ciudad de Paracaima (Brasil), cuando un grupo de ciudadanos destrozó un campamento de refugiados venezolanos, debido a que un comerciante local afirmó haber sido asaltado por extranjeros.

La situación brasileña es muy preocupante, más aún con los mensajes electorales que promueve el candidato de la extrema derecha y segundo en las encuestas, Jair Bolsonaro. Brasil deberá trabajar, y mucho. Las fuerzas progresistas del país deberán ocuparse de los focos xenófobos que comienzan a aparecer.

En Uruguay, por su parte, es de esperar que la migración sea un tema que tome más cuerpo, con el paso del tiempo, y se establezca permanentemente en la campaña electoral, o incluso, posteriormente. En un hipotético escenario en donde una administración conservadora gobierne el país, no puede descartarse que se tomen medidas similares a las adoptadas por el gobierno de Piñera, por ejemplo.

Será tarea de los progresistas orientales el trabajar para construir un país con todos y recordar lo que afirmó recientemente Pepe Mujica a la gente de Podemos en España: «No puede entenderse la historia de la humanidad si no se entiende la influencia que han tenido los fenómenos migratorios», y recordar que los que habitamos por estas latitudes somos, principalmente, hijos y nietos de quienes bajaron de los barcos.

Marcel Lhermitte es periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación Política y Campañas Electorales. Ha asesorado a candidatos y colectivos progresistas en decenas de campañas en Uruguay, Chile y Francia fundamentalmente.

@MLhermitte

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.