Martín Vizcarra Cornejo asomó «de a pocos» en el escenario político nacional. Fue, primero, dirigente de los intereses del pueblo de Moquegua, y lideró una lucha trascendente en su momento. Tuvo un accionar activo contra el gobierno Alejandro Toledo, a inicios del siglo XXI, cuando tomó fuerza en el sur del país la lucha contra […]
Martín Vizcarra Cornejo asomó «de a pocos» en el escenario político nacional. Fue, primero, dirigente de los intereses del pueblo de Moquegua, y lideró una lucha trascendente en su momento.
Tuvo un accionar activo contra el gobierno Alejandro Toledo, a inicios del siglo XXI, cuando tomó fuerza en el sur del país la lucha contra la contaminación ambiental, los relaves mineros, y otros. La jornada victoriosa de entonces, lo encumbró ante los ojos de la mayoría local; y eso le valió para ser ungido presidente del gobierno regional en la tierra en la que viera la luz José Carlos Mariátegui, en 1894.
Su gestión al frente de ese reto, no fue propiamente brillante, pero sí alcanzó cierta notoriedad por sus éxitos en el área educativa. Elevó la calidad de la enseñanza, tuvo un buen diálogo con profesores y estudiantes y reajustó los programas escolares de tal modo que sirvieron bien a la población. Todo eso, le generó el caudal que lo llevó a la fórmula presidencial de PPK en los comicios del 2016. La caída de este, 17 meses más tarde, lo catapultó como Jefe de Estado, en un escenario ciertamente convulso.
Su práctica gubernativa bajo su conducción, luce contradictoria. Ha «caído bien» ante la ciudadanía por el manejo de ciertos temas relevantes, como la lucha contra la corrupción; y eso le ha generado un elevado registro de aceptación popular. En su mejor momento las encuestas le adjudicaron un 65% de respaldo; pero hoy, ese nivel, ha comenzado a descender.
¿Por qué comienza a caer en la estima ciudadana el presidente Vizcarra? Sus enemigos han gritado muchos agravios orientados a denigrar su imagen, y se han valido de acciones reales, o inventadas, para descalificar al Mandatario. Pero no ha sido eso lo que ha incidido de manera principal en su descenso. La gente sabe que quienes lo llenan de improperios sin fundamento, simplemente son sus enemigos; y ellos asumen posturas interesadas porque lo que les importa, es verlo caer, cuanto antes mejor, y de la peor manera.
Pero desde la gente sensata, también han asomado resistencias. Tres, podría decirse, inciden en la pérdida del estimado público por parte del Mandatario. La primera tiene que ver con sus incongruencias ante determinados propósitos, y sus silencios, MVC no ha sabido responder claramente, ni despejar dudas, en torno a sus acciones administrativas desde el poder regional y nacional. Ciertos contratos, concesiones, licitaciones y acuerdos con empresas constructoras le han «ensuciado la pechera» -como suele decirse- sin que él haya sabido limpiarse a tiempo.
Su apego al «modelo» neoliberal, y el afán de no malquistarse con el Gran Capital y sus expresiones de gestión; han sumado puntos en la materia y constituyen el segundo eslabón de esa cadena. La tendencia, lo ha llevado a conciliar excesivamente con el FMI y sus representantes en el infierno peruano: el MEF y BCR. Por «hacerles caso» ha hecho concesiones indebidas, y ha perdido imagen. Incluso, se ha malquistado con lo que bien podría ser su base social más activa -los trabajadores- a fuerza de amenazarlos con un programa antilaboral hecho a imagen y semejanza de los «Chicago boys».
Eliminar las vacaciones, reducir los beneficios sociales, acortar los feriados, y, en general, «adelgazar» las planillas en provecho de los empresarios; ha sido una constante, y le ha restado no solo autoridad, sino también imagen en los sectores más deprimidos de la sociedad peruana. Para muchos, esa tendencia no ha hecho sino establecer una funesta continuidad, cuya referencia no ha sido solo el gobierno de Kuczynski, sino todos los anteriores, desde Fujimori hasta nuestros días. «Más de lo mismo», en simples palabras. Las denuncias de Manuel Dammert en torno a «entregas» indebidas, abonan esa arista de resistencia.
Pero el tema de Venezuela también lo ha golpeado. Y eso, ha ocurrido en dos niveles. Por un lado, cuando ha otorgado «facilidades» innecesarias a los migrantes llaneros, para que «se instalen» en el Perú. Les ha concedido beneficios que su propia administración, y otras, han negado sistemáticamente a los peruanos. En chanza, suele decirse en corrillos populares: «si quieres tener al Estado de tu parte, tendrás que nacionalizarte venezolano, porque como peruano, nada tendrás». Una frase que, en el fondo, es cierta.
Y el segundo, ha estado vinculado a la Cancillería peruana, al «manejo de Torre Tagle» que, objetivamente, luce cuestionado, Incluso gente que no está de acuerdo con el proceso bolivariano hoy en peligro, no comparte la sumisión de nuestra diplomacia ante las demandas del Imperio. Eso de «marchar de cola» de los yanquis sabe a chicharrón de sebo hasta a funcionarios del entorno gubernamental.
La torpeza del «Grupo de Lima» y el ostentoso fracaso de sus propuestas; el apremio por «reconocer» a Guaidó como «presidente», el extremo servilismo de Popolizio que repite las cantaletas de la Casa Blanca como si fueran ciertas; asoma francamente cuestionable. Un cambio en el portafolio que ennobleciera Porras, le permitiría hacer un balance del absoluto fracaso de ese rumbo. Y lo llevaría a reconocer el ridículo en el que ha caído nuestro país.
Repetir la monserga de los «halcones» y aferrarse a las «noticias fabricadas» por el Pentágono y la CIA, llevó al ridículo a nuestro país en el concierto mundial.
Martín Vizcarra haría bien en admitirlo. Eso, le permitiría superar sus flaquezas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.