El debate referido a la ley 30288 -ya derogada- tuvo un mérito: llamó la atención de importantes segmentos sociales en torno al empleo, subrayando los derechos laborales de los trabajadores. Este es un hecho significativo, atribuible al escenario peruano abierto a partir del 2011. Antes de esa fecha, y sobre todo desde el inicio […]
El debate referido a la ley 30288 -ya derogada- tuvo un mérito: llamó la atención de importantes segmentos sociales en torno al empleo, subrayando los derechos laborales de los trabajadores.
Este es un hecho significativo, atribuible al escenario peruano abierto a partir del 2011. Antes de esa fecha, y sobre todo desde el inicio del régimen fujimorista en 1990, lo que «estaba de moda» era el mensaje frívolo e inconsistente, empeñado en limpiar la cabeza de los jóvenes de todo lo que era indispensable para el desarrollo del país.
El gobierno de entonces -y la clase dominante en general- adoraba que la gente pensase en los temas más banales. Y buscaba que los programas de Laura Bozzo, Susy Díaz y Magaly Medina fueran el entretenimiento preferido, el pan del día, de las multitudes. Para eso, la «prensa chicha» y la Televisión «basura», que aún se proyecta. Ambas recibían cuantiosas coimas y seguían una partitura digitada desde los servicios secretos, a disposición de «los de arriba».
Era esa la otra cara de la medalla que signara la experiencia de Velasco. En ella, la preocupación de los peruanos era la vida nacional y mundial: el petróleo, la defensa de la soberanía, las 200 millas de dominio marítimo, la explotación estatal del cobre, la estabilidad en el trabajo, la solidaridad con Vietnam, el apoyo al Chile antifascista; constituían la agenda que ocupaba el día de todos.
Para desventura de la clase dominante -esa oligarquía envilecida y en derrota, como solía llamarla Jorge Basadre- esos aires asomaron de vuelta y hoy copan una parte del escenario peruano aunque hay quienes buscan opacarlos con denuncias y escándalos cotidianos que lucen muy poco consistentes.
Ahora, a petición de algunos parlamentarios y con la anuencia de una parte de los dirigentes sindicales -núcleo de la CGTP, incluido- pareciera situarse como una «demanda laboral», la discusión y aprobación de una «Ley General de Trabajo» (LGT) que regule las relaciones obrero-patronales. En torno a eso, se han dado ya algunas opiniones, e iniciado un debate. Lo curioso es que éste se ha situado «a nuestro lado» sin que voceros de «la otra parte» hayan dicho esta boca es mía. De modo general, ellos optarán por el silencio, seguros, como están, de dominar el escenario; tanto hoy como mañana, después de los comicios del 2016.
Preocupante resulta que este debate parta de una LGT, y no de la defensa de los derechos de los trabajadores. Y aluda, por eso a una experiencia «consensuada», es decir, al dictamen de un proyecto forjado el 2004, con la participación de empresarios y trabajadores, representados por la dirección de la CGTP.
Ese proyecto es contrario a los intereses de los trabajadores y debe ser severamente cuestionado. No solamente no recoge demandas básicas del sindicalismo de clase; sino que -y es lo peor- asume procedimientos puestos en boga por el modelo neo liberal vigente. Admite la tercerización del empleo, los contratos a plazo fijo, el uso de los «servis», los regímenes diferenciados, el «pago con bonos de alimentos», y otros mecanismos de super explotación que fueran impuestos a la mala por los empresarios, amparados descaradamente por el Poder Político y la fuerza opresora del Estado Capitalista.
Nada justifica el que una dirección sindical de clase acepte esos procedimientos. Ni siquiera, el vago argumento de «eso fue lo que pudimos conseguir». Al contrario. Si eso consiguieron, mejor no hubiesen alcanzado nada, porque lo exhibido nada tiene que ver con los derechos laborales, ni con la historia de luchas del movimiento obrero.
Es posible que algunos parlamentarios con débil vínculo con los trabajadores en el pasado, no hayan reparado en los contrabandos que se manejan en este «proyecto consensuado». Tal vez si hubiesen leído con cuidado el texto, o tomado en cuenta la opinión de expertos no comprometidos con ONGs de dudosa procedencia, habrían obrado en otro sentido, y no se habrían comprometido con un proyecto tan inconsistente.
Independientemente de diferencias políticas puntuales, uno de los más calificados expertos en legislación del trabajo en nuestro país es el Dr. Jorge Rendón Vásquez. Profesor Universitario especializado en Derecho Laboral y autor de numerosas obras referida a la materia. Tiene, además, una vida entera dedicada a la defensa consecuente de los trabajadores. Cumplió, en los años del gobierno de Velasco Alvarado, una función encomiable en el Despacho de Trabajo -conducido entonces por el general FAP Pedro Sala Orosco- y fue el inspirador y redactor de la ley 18471, considerada de estabilidad en el empleo, que no tuvo precedente en el país y que concita, aun hoy, el odio vesánico de todos los enemigos del movimiento obrero.
Por ese sólo hecho, el citado laboralista, debiera ser considerado y respetado por los trabajadores; sobre todo cuando sobran los dedos de la mano para contar personalidades que tengan una ejecutoria encomiable en la materia.
Lamentablemente eso no ha ocurrido. A través de un desconocido funcionario de una ONG interesada en vivir a costa del «mundo del trabajo»; se ha llenado a Jorge Rendón de agravios indignos e injurias malévolas, que no pueden admitirse. Menos, si proceden de alguien con nula ejecutoria.
Si la dirección de la CGTP fuera consecuente con su historia y con sus antecedentes de clase, debiera en forma inmediata enmendar esa plana y rectificar esa línea. Además, desentenderse de ese «proyecto» que no tiene que ver con los derechos de sus representados.
Entender, por lo demás, que no existe garantía alguna para que este Congreso dicte una ley que responda a los intereses de los trabajadores. Y no hay tampoco esperanza valedera que esto sea posible después del 2016. En este marco, una ley así aprobada, sería apenas un corsé que maniataría a los sindicatos. ¿A santo de qué?
Hay que actuar con responsabilidad en este debate. Y no poner en primer plano afanes subalternos. Ni hacer uso de procedimientos mezquinos. La CGTP no nació ayer, y sus cuatro siglas gloriosas no alcanzaron prestigio por su lucha de los últimos años.
Hay quienes creen que el pasado no tiene importancia; que vivimos «tiempos nuevos»; que el sindicalismo de hoy es diferente. «No es de protesta, sino de propuesta», suelen decir para diferenciarse de «lo de antes». Son partidarios no de la «confrontación», sino de la «concertación», y les gustan las «mesas de diálogo» más que las huelgas obreras… ¡No saben lo que se pierden! Pero, además, no saben dónde están parados, ni qué banderas defienden.
Esos piensan que la lucha de clases «es un fenómeno ya superado», que ahora «vivimos otra época». Qué decepción sufriría Mariategui si los conociera. Para el Amauta -recordemos- «la ética del proletariado emana de sus aspiraciones revolucionarias». La lucha por el socialismo -decía- «eleva a los obreros que con extrema energía y absoluta convicción toman parte en ella… El trabajador, indiferente a la lucha de clases, contento con su tenor de vida, satisfecho de su bienestar material, podrá llegar a una mediocre moral burguesa, pero no alcanzará jamás a elevarse a una ética socialista«. Y es el socialismo, por cierto, el régimen por el que debemos luchar sin tregua. Las boyantes donaciones de las ONGs de la Social Democracia, no debieran hacernos variar ese rumbo.
La unidad de todos es parte de esa lucha. Y para construirla debemos ser conscientes de la necesidad de avanzar con quienes aportan hoy, incluso independientemente de los errores que pudieran haber cometido en su pasado. Manuel Dammert -hoy congresista de la República- tuvo hace cuarenta años posiciones anti velasquistas -como lo ha subrayado Rendón Vásquez- Pero eso, hoy, no es motivo de reproche. Ahora juega un rol positivo, y cumple una función destacada poniendo toda su voluntad en la tarea de defender legítimos intereses nacionales. Y eso, es lo que importa. En los hechos, ha corregido lo que compartió con otros, que ahora callan.
Armando Hart Dávalos, figura descollante del Partido Comunista de Cuba, nos decía; «no resulta siempre necesario, ni siquiera útil, enjuiciar la política de cada cual en el pasado. Esto corresponde, en ultima instancia, a los historiadores». Hay que mirar adelante en el campo popular juntando artillería, que habremos de necesitarla, ¡y abundante…!
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.
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