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En el marco de la transformación global del capitalismo

Lo urbano y el Estado

Fuentes: Alainet

América Latina se encuentra en un proceso acelerado de transformación geo-económica y geo-política a escala global. En búsqueda de situar parte de esas mutaciones estructurales, que presentan una dinámica contradictoria, vale inicialmente indicar que hace al menos ya cuatro décadas que el sistema capitalista viene experimentando profundos cambios, que se manifiestan en las formas de […]

América Latina se encuentra en un proceso acelerado de transformación geo-económica y geo-política a escala global. En búsqueda de situar parte de esas mutaciones estructurales, que presentan una dinámica contradictoria, vale inicialmente indicar que hace al menos ya cuatro décadas que el sistema capitalista viene experimentando profundos cambios, que se manifiestan en las formas de producción y realización, desapropiación y reapropiación del excedente, en las disputas por la hegemonía inter-estatales e inter-territoriales, y en el dominio de los grandes intereses del poder financiero y de las inmensas estructuras empresariales. En este contexto, las propiedades agrarias e inmobiliarias están cada vez más financiarizadas y desempeñan un rol central en el funcionamiento del sistema capitalista.

Bajo dicho escenario, marcado por la incertidumbre radical y la inestabilidad sistémica, y en el marco de una nueva redefinición de las formas diferenciales y desiguales de utilización del espacio y el tiempo, se han abierto múltiples ventanas para la reflexión sobre el curso que viene tomando la reconfiguración organizativa, operativa y espacial del capitalismo, sus formaciones estatales y su espacio urbano.

Han sido cuatro décadas de una profunda reestructuración en las formas de acumulación y de regulación del capitalismo, caracterizado entre otros aspectos, por la autonomización del capital-dinero en forma de capital de interés, los movimientos expansivos del capital-dinero en rotación y búsqueda de retención de la riqueza en su forma más abstracta, y la preeminencia desde ello del rentismo y la dominación financiera bajo ciclos especulativos frecuentes.

Es crucial investigar el modo en que esta lógica contradictoria de la geografía desigual y cambiante del capitalismo se articula con las nuevas configuraciones reproductivas del capital global, con las Redes Económicas y Políticas Globales, apoyadas y direccionadas por los Organismos Internacionales. Así, en este contexto existen variados elementos de mediación entre las escalas espaciales global, supranacional, nacional y subnacional que conducen a distintas trayectorias coyunturales-históricas y diferentes configuraciones espaciales y sociopolíticas.

El papel del Estado

Frente a estas transformaciones estructurales, sistémicas, el Estado, en tanto condensación de relaciones de fuerzas en disputas, ha sido atravesado por un profundo proceso de re-escalamiento que coloca en activo protagonismo a las instancias supra y sub nacionales, al tiempo que, bajo el protagonismo de las reformas pro-mercado del neoliberalismo, se torna un facilitador de los negocios privados sectorializados, en una disputada interrelación de espacios y una compleja confrontación de intereses y estrategias. Mecanismos e instrumentos de un Regímen de excepción y represión, marcados por una inusitada mezcla de violencia económica y extra-económica, promotores de desapropiaciones y desposesiones diversas, son manejados por un Estado que se proclama democrático, eficiente y orientado por la austeridad fiscal.

Si en los ’90 el Estado realizó el desmantelamiento anti-welfarista (roll back), propiciado durante los planes de ajuste estructural y el Consenso de Washington; luego de la crisis de 2008 un patrón coercitivo competitivo se ha reestructurado (roll out) y el proceso neoliberalizador gana fuerza. Es decir, es una etapa en la que las estructuras y formas institucionales y de implicación estatal se reformulan para un involucramiento nuevo y activo teniendo como vector la expansión de las formas neoliberales, lo que conlleva no una contraposición, sino una complementación con la etapa de roll back antes mencionada. Bajo la nueva transformación espacial de la estatidad, la nueva economía política que guía las formas de implicación estatal se reposicionó desde la atención a la regulación de los flujos fiscales y de inversión y el aseguramiento de un mínimo de Estado de Bienestar, hacia el rol, casi exclusivo, de promotor de «ambientes apropiados y amigables» para asegurar las condiciones de competitividad a los grandes agentes y negocios empresariales.

Amenazas para A. Latina

En este contexto, en el siglo XXI, América Latina se encuentra frente a una doble amenaza: aquella determinada por las relaciones Norte-Sur y aquella impuesta desde las relaciones Sur-Sur, independientemente de sus restricciones internas propias del subdesarrollo periférico y dependiente (desigualdad y heterogeneidad social y productiva). Son inmensas las dificultades para reaccionar tanto ante las estrategias especulativas, subordinantes y empobrecedoras de la primera amenaza, como ante las formas desindustrializantes y reprimarizadoras que impone la nueva «centralidad periferizante» del Este Asiático, de la segunda amenaza.

Resulta un proceso de acumulación poco dinámico y sostenible, un desarrollo privado de una inmunología sólida ante la amenaza de las formas de financiarización o de las inversiones para estructurar un sistema primarizador, plasmando, una vez más en la historia, los límites estructurales «externos» e «internos» al desarrollo en la periferia dependiente.

Creemos que debemos estar atentos a cuatro grandes cuestiones. Primero, vivimos un momento y contexto de crisis muy grave. Los momentos de crisis no suelen ser momentos de legitimación de cuestiones más generales, puesto que se torna más importante el «coyunturalismo» macroeconómico de la búsqueda de crecimiento a todo costo. Segundo, en este momento predomina lo que Gramsci denominó «hegemonía de la pequeña política» (dominio de cuestiones parciales, de lo cotidiano, de alianzas electorales, etc.); lo que dificulta el tratamiento de las cuestiones espaciales que están necesariamente en el ámbito de la «gran política». Las gestiones parciales de lo cotidiano por el Estado dificultan o impiden el tratamiento de cuestiones estratégicas. Tercero, estamos sometidos a la racionalidad neoliberal, como una plaga (muchas veces casi fascista) embutida en las mentes, instituciones, prácticas, documentos etc., donde la competitividad y la productividad se sitúan como elementos centrales. Cuarto, es necesario cuestionar quiénes son los sujetos de la transformación socio-espacial deseada, buscando dimensionar la capacidad de las luchas sociales para reivindicar, contestar y emprender luchas contra-hegemónicas que amplíen el ejercicio de la ciudadanía, recalificando recurrentemente su fuerza de oposición y de organización insurgente y emancipadora. O sea, dimensionar la potencia de las coaliciones contra-hegemónicas e insurgentes, sus disputas de representaciones, significados y sentidos movilizados y su fuerza contestataria al poder de las jerarquías y hegemonías puestas en todas las escalas espaciales.

Sólo así se podría pensar la producción social del espacio, de los conflictos que se estructuran y de los antagonismos que son tejidos alrededor de un cuadro dado y un ambiente construido, como, por ejemplo, los espacios urbanos latinoamericanos, que comentamos a continuación. Si el espacio es unidad privilegiada de reproducción social, encarnación de diversos procesos y manifestación de conflictividades, entonces es necesario realizar el balance entre proyectos alternativos y trayectorias en confrontación. Se trata de investigar estructuras, dinámicas, relaciones y procesos. Es necesario entender cuáles son sus intereses concretos movilizados y sus instrumentos y lógicas de acción activados; cuestionar cómo son constituidos los territorios de la destitución, como lo son las ciudades latinoamericanas. Nuestro espacio urbano subdesarrollado es un sitio mucho más destituido de tradiciones, derechos, medios de consumo colectivo, infraestructuras de servicios y bienes públicos de menor calidad que en Europa, por ejemplo. Hoy sería necesario desmercantilizar los bienes y servicios colectivos, que deben ser públicos y de calidad, pero que fueron expropiados por el neoliberalismo. Tenemos que cambiar totalmente el patrón de oferta de bienes y servicios e infraestructuras públicas y medios de consumo/derechos colectivos, impactando y dando voz a la vida real y cotidiana de las personas del lugar (place). En América Latina, el Estado tiene serias dificultades para llegar al place (a la vida concreta y cotidiana de los destituidos de derechos), tiene dificultades para alcanzar las escalas de los eventos reales. El Estado debería apoyar la construcción de la ciudadanía, a través de una pedagogía democrática, ampliando la voz de la mayoría de la población en el marco de un proyecto coherente que evite su utilización fragmentaria por los actores sociales dominantes.

Capital mercantil y apropiación territorial

Pero, allí, en el territorio urbano-regional, se enfrenta una ecuación político-económica (expansiva, apropiadora y privatizadora del espacio) entre grandes propietarios, el capital de construcción, el capital financiero, medios de comunicación, partidos políticos, etc., que pasan a disfrutar de condiciones ventajosas y a obtener ganancias extraordinarias. Esas y otras facciones desempeñan un papel de relieve en el pacto de poder oligárquico, financiero y rentista, siendo el patrimonialismo y la apropiación territorial las principales características del espacio urbano latinoamericano, como lócus de poder y de la sociabilidad.

Esta coalición conservadora tiene sus intereses garantizados por las oficinas de registro, los ayuntamientos, el poder judicial, entre otros dispositivos, bloqueando las posibilidades de romper con el retraso estructural y avanzar en el derecho a la ciudad y en la gestión democrática y popular de los espacios regionales y urbanos.

En algunos momentos coyunturales, a través de grandes proyectos de renovación de centros de la ciudad, grandes obras en colaboración público-privadas etc., esta amplia gama de alianzas conservadoras gana «aires más modernos», promoviendo alguna reestructuración en las articulaciones urbano-regionales, en el mercado de tierras y de viviendas, en las relaciones promiscuas entre el suministro público de infraestructura económica y valoración de la tierra.

Generalmente, se preserva el clientelismo en los espacios de reproducción de los capitales mercantiles en sus diferentes fases (inmobiliario, comercial, transportes y otros servicios). También, al avanzar sobre el hinterland, se producen diversos espacios urbanos que constituyen densas economías urbanas y modernas estructuras productivas regionales, que terminan por soldar intereses comerciales más arcaicos alrededor de la expansión urbana. En general, las ciudades y sus alrededores se van enredando en la malla de esos intereses patrimoniales y especulativos y se consolidan como una especie invernadero para el «cultivo» de estas fracciones del capital mercantil.

Si estos intereses de las coaliciones de crecimiento y del emprendorismo urbano procuran ver el espacio urbano sólo como negocio que promueve paradójicamente la urban austerity y la ciudad-competitiva, también se pueden promover acciones ciudadanas emancipadoras y de enfrentamiento al pacto de dominación. Si la ciudad es vendida como si estuviera cosificada, ofreciendo su atractiva plataforma a los grandes capitales, como si encarnara los proyectos de toda la sociedad, transformando las ciudades en sitios sólo de reproducción del capital donde apenas figurarían las fracciones dominantes de esta reproducción, las masas sometidas a toda suerte de marginalizacion social, a la precarización del trabajo y a procesos de mercantilización de la vida pueden y deben contraponer otra reproducción: la reproducción y los derechos de toda la sociedad.

Como afirmó oportunamente José Luis Coraggio (1987: 132), la historia «no es un resultado lineal del Proyecto Social Hegemónico de turno. Dicho proyecto se asocia a fuerzas que no operan en un vacío, sino que son contrariadas por otras fuerzas sociales que a su vez pueden tener un proyecto social (dependiendo de su grado de organización) que está continuamente planteando una alternativa, tanto más eficaz para incidir en el desarrollo social cuanto más respaldada esté por fuerzas sociales de peso, o cuanto más organizados estén sus militantes»

Buscando movilizar a los sujetos más desprovistos y marginados de determinado territorio para la transformación, es necesario activar recursos materiales y simbólicos y convertir esos sujetos en actores sociales y políticos con poder de autodeterminación y libertad de decisión. O sea, es necesario considerar el territorio urbano como potencia vigorosa de luchas transformadoras.

Carlos Antônio Brandão es profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro; investigador CNPq, Brasil. Víctor Ramiro Fernández es profesor de la Universidad Nacional del Litoral; investigador Conicet, Argentina.

Fuente: http://www.alainet.org/active/75569