Sus enemigos políticos harían cualquier cosa para lograr que se desconozca su entereza, y pudieran hasta intentar reducirla a una mera imagen física. Tiene en verdad, aunque no le interese, un atractivo impresionante, pero su luz viene de la firmeza y la humildad, de la inteligencia y la honradez, de su sentido misional de la […]
Sus enemigos políticos harían cualquier cosa para lograr que se desconozca su entereza, y pudieran hasta intentar reducirla a una mera imagen física. Tiene en verdad, aunque no le interese, un atractivo impresionante, pero su luz viene de la firmeza y la humildad, de la inteligencia y la honradez, de su sentido misional de la existencia.
Esas virtudes le ganan simpatías, un respeto que su conducta abona. Se apreció claramente en la entrevista durante la cual un experimentado y prestigioso comunicador de la televisión, defensor de nuestra América, quedó tan arrobado con las ideas que ella expresaba que hasta se le vio dejar de pensar en sí mismo y concentrarse de lleno en ella y en sus respuestas, sin quitarle la vista de encima. Un espectador que reconoció haber aprendido mucho de Puerto Rico gracias ese diálogo, comentó: «El periodista la mira hasta con el monóculo que le suple el ojo ausente», y añadió: «Esa capacidad de sobrecogimiento lo honra».
María de Lourdes Santiago Negrón nació en la ciudad puertorriqueña de Ponce el 13 de noviembre de 1968. Al licenciarse en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico empezó a trabajar como oficial jurídico (asistenta de un juez) y como abogada en casos civiles. Pero renunció a lo que pudo haber sido una carrera de satisfacción individual, enriquecimiento incluido, y en 1997 devino asesora legislativa del Partido Independentista de Puerto Rico (PIP). Fue una vía para combinar profesión y conciencia política y «no ser cómplice de las injusticias del sistema al que me habría visto obligada a servirle», comenta.
Escoger el camino
Su modelo de conducta lo halló en don Pedro Albizu-Campos, quien -recuerda ella- «decía que si hubiera nacido en un país libre, se habría dedicado a las ciencias y a las artes; pero, siendo hijo de una patria esclava, estaba llamado a luchar por su libertad». Heredera de aquel maestro, sostiene: «Trabajar por la independencia es un imperativo moral de quien vive en una colonia».
Pronto sobresalió en el cumplimiento de ese llamado: «Fui electa al Senado en dos ocasiones, 2005-2008 y 2013-2016, y para las elecciones de 2016 fui candidata a la gobernación, la primera mujer independentista en aspirar a ese puesto». Había sido también la primera en ser senadora. «Actualmente soy vicepresidenta y comisionada electoral del PIP».
Frente al criterio -propalado en algunos círculos-, según el cual, de manera más o menos generalizada, Puerto Rico disfruta las ventajas de ser colonia, ella opina: «Ningún sistema colonial -ninguna relación de opresión o desigualdad- está diseñado para dar ‘ventajas’ al dominado, sino para crear un espacio de comodidad aparente que sirva para inhibir en la mayoría el deseo de rebelión. Así, el dinero que llega desde los Estados Unidos y se destina a la beneficencia pública no es para sacar a la gente de la pobreza, sino para desincentivar el trabajo y perpetuar la marginación. De paso, se pone en manos de la gente dinero que ella consume en productos hechos en los Estados Unidos, que llegan en barcos de los Estados Unidos y se compran en tiendas de capital estadounidense.
«Junto a otros factores, como las exenciones contributivas, eso permite que las empresas de los Estados Unidos se lleven cada año 33 mil millones de dólares en ganancias, cifra que equivale a casi la mitad de nuestra impagable deuda pública. No hay ‘ventajas’, hay mecanismos para que un país empobrecido como Puerto Rico termine subvencionando al país más poderoso del mundo».
Ni la ilusión de la jaula de oro
Su respuesta propicia preguntarle sobre la situación de la economía de Puerto Rico y cómo funciona esa realidad en los cimientos de la condición colonial: «Ya llegamos al punto de que la colonia no sirve ni para dar la ilusión de una jaula de oro. Puerto Rico está, literalmente, en quiebra. En los últimos dos años se han cerrado más de un centenar de escuelas públicas, la infraestructura eléctrica sufre un deterioro alarmante, los servicios de salud pública están tan mermados que depender de ellos es casi una sentencia de muerte, y el costo de la Universidad del estado ha subido tanto que será impagable para la mayoría de las familias.
«Se estima que en la última década un cuarto de millón de personas han tenido que emigrar porque no hay trabajo. No hay con qué pagarles a los que proveen de bienes y servicios al gobierno, y se anticipa una reducción de la jornada y el sueldo de empleados públicos, lo que tendrá un devastador efecto en cadena. Todo esto ocurre bajo el mandato de la Junta de Control Fiscal, siete personas designadas por el gobierno de los Estados Unidos, que tienen poder de veto sobre toda decisión del gobierno puertorriqueño.
«Lo peor es que el tema de pago de la deuda consume la discusión pública, y opaca el problema de fondo: la ausencia de un proyecto de desarrollo económico, ausencia que responde a su vez a la de herramientas políticas. No puede haber prosperidad si no podemos decidir con quién comerciar, cómo llegan las mercancías a nuestro suelo o qué medidas proteccionistas adoptar. Todo eso está en manos de los Estados Unidos. Nuestro problema económico no es solo un problema administrativo: es también político».
Cabe aquí pedirle su valoración, en particular, sobre la deuda de Puerto Rico, tema que ha ocasionado conflictos: «Aún queda un sector del pueblo que no comprende la magnitud de la crisis, que se resiste a prever hasta dónde llegarán los efectos nefastos de las medidas de ‘austeridad’ -es decir: de pobreza para la gran mayoría- que impondrá la Junta de Control Fiscal. Tal ceguera es una manifestación más del síndrome del colonizado: no comprenden que pagar la deuda significa despedir empleados públicos, cerrar escuelas, racionar aún más los ya escasos servicios médicos, vender a precio de liquidación las propiedades del estado».
Contra prácticas de lesa humanidad
El régimen colonial impuesto desde 1898 por los Estados Unidos ha hecho de Puerto Rico, entre otras cosas, un campo para experimentos que dañan la salud: fomentan enfermedades como el cáncer, y prácticas maltusianas como la esterilización masiva de mujeres. Durante años esa realidad ha suscitado amplias respuestas por parte de la población.
«Las protestas en Vieques contra manejos de la marina estadounidense hicieron historia, y en similar camino se ubican las recientes contra el manejo de cenizas nocivas que se producen en Guayama y se depositan en vertederos en Peñuelas y Humacao. Una empresa estadounidense contratada por el gobierno de Puerto Rico genera energía eléctrica a base de quema de carbón, y produce diariamente cerca de 800 toneladas de cenizas que tienen contenido tóxico y se depositan en vertederos ubicados en vecindarios pobres, igual que la planta de carbón.
«Esa empresa, AES [acrónimo, en inglés, de Applied Energy Systems: Sistemas de Energía Aplicada], recibe novecientos mil dólares diarios como pago, un dinero que sale del pueblo puertorriqueño: por medio de la Autoridad de Energía Eléctrica el gobierno colonial le compra la energía a la mencionada empresa.
«Durante años el Partido Independentista ha reclamado, en apoyo a esas comunidades, que se prohíba el depósito de cenizas y se cierre la planta, como parte de una transición a formas sostenibles de generación de energía. En los últimos meses el reclamo ha ido creciendo, con expresiones de protesta y desobediencia civil. De hecho, fui arrestada el pasado noviembre junto a un grupo de manifestantes, por bloquear una carretera para que no pasaran los camiones que transportaban tales cenizas.
«Es una lucha importante, porque en el caso de las cenizas convergen las mayores inequidades del sistema: el lucro desmedido de una empresa extranjera, la injusticia ambiental, el desprecio a las comunidades pobres, el poder del estado al servicio de los intereses económicos, la sinrazón de una política energética obsoleta».
Más sal en la herida
El colonialismo lo mina todo, y la entrevistada analiza cómo funciona para Puerto Rico el hecho de que su población se vea obligada a tener la ciudadanía estadounidense y la mayor parte de sus pobladores residan en los Estados Unidos. A ello se suma la radicación de estadounidenses en territorio puertorriqueño.
«La emigración forzada por la falta de empleo es uno de los elementos más dolorosos de la crisis. No hay una sola familia en Puerto Rico que no lo esté viviendo. Sobre todo entre los jóvenes, la pregunta es: ‘¿Por qué no te vas a los Estados Unidos?’. Ya la pirámide generacional se desarticuló y hay tantas muertes como nacimientos cada año, con las consecuencias que eso tiene en cuanto a aportaciones a sistemas de retiro, gastos por pensiones y cuidados a adultos mayores.
«El tener ciudadanía estadounidense ha facilitado la emigración como válvula de escape, lo que permite disfrazar la magnitud de la crisis. En algunos municipios costeros -Vieques, Culebra, Rincón- ha ido en aumento la población estadounidense, con el resultado de encarecer el costo de los inmuebles, haciéndolos inaccesibles para los puertorriqueños.
«En la zona metropolitana esos estadounidenses son inversionistas que adquieren propiedades a base de incentivos del gobierno. Aun cuando no se concentren en grandes cantidades en nuestro suelo, ese proceso -que en inglés se llama gentrification– le añade sal a la herida de la crisis en el plano económico y en el moral: consiste en el desplazamiento de la población local por inversionistas extranjeros que vienen a comportarse como dueños».
Sin pedir explicaciones a la noche
El lujo de contar con sus respuestas mueve a preguntarle si prevé la posibilidad de que los Estados Unidos otorguen la independencia de Puerto Rico para desentenderse de ese pueblo, no por respeto a sus derechos. He aquí su juicio:
«Decía Neruda: ‘Yo a la noche no le pido explicaciones, yo la espero y me envuelve’. La realidad es que hoy, después de más de un siglo de explotación, poco queda de interés para los Estados Unidos en Puerto Rico. Tras la lucha de Vieques se vieron obligados a cerrar su principal base naval, así que ya no está presente el valor militar. La quiebra ha acabado con los préstamos al gobierno exentos de impuestos sobre las ganancias.
«El propio Congreso eliminó la legislación de privilegios contributivos para la manufactura. Lo que les queda es hacer de agente cobrador para los inversionistas, y ese es el papel de la Junta de Control Fiscal. Pero hoy, más que las motivaciones, lo importante es lograr un proceso de transición que permita una relación de igualdad entre nuestros dos países.
«Hay dos datos importantes al tratar de atisbar nuestro futuro. Uno es que ya los Estados Unidos, a través de su Tribunal Supremo, de legislación del Congreso y de acciones de su poder ejecutivo, han perdido su antiguo pudor, y no tienen empacho en mostrar la colonia al desnudo. Con la Junta de Control Fiscal se han quitado la última hoja de parra, para decir: ‘En Puerto Rico mandamos nosotros’.
«El otro dato, aunque evidente, muchas veces se olvida: los Estados Unidos hacen lo que les parece donde les parece, y si quisieran que Puerto Rico fuera un estado más en su federación, hace mucho que habrían impuesto esa decisión. Pero desprecian a los pueblos de la que Martí llamó nuestra América mestiza.
«Tengo fe en que, en algún momento, la difícil situación que estamos atravesando servirá para que tanto en los Estados Unidos como en Puerto Rico surja un entendimiento claro de que la respuesta a los males del coloniaje es una sola: nuestra soberanía».
Firmeza que despierta respeto
Para eso trabajan, luchan, verdaderos ejemplos del pueblo puertorriqueño, como la licenciada Santiago Negrón, conscientemente ubicada, por muy grande que sea su vocación de humildad, en el camino que abrieron Ramón Emeterio Betances, Albizu-Campos y Lolita Lebrón -quien la honró con su amistad-, para solo mencionar unos pocos de los héroes y heroínas que ya no están en este mundo, pero siguen brindándole su ejemplo.
No es fortuito que la madre que, pensando en José Martí, le puso por nombres de pila a su hijo José Julián, se abra camino, ni que servidores del imperio procuren -inútilmente- lesionar su imagen, mermar el respeto que se ha ganado incluso entre muchos de sus adversarios políticos. Ella prefiere no tocar el tema, pero fuentes de absoluta confianza le contaron al entrevistador una anécdota que vale por muchas.
Una joven periodista que la entrevistó en San Juan le confesó que la vergüenza le había impedido cumplir el encargo que recibió de la jefatura del órgano de prensa para el cual trabajaba: preguntarle acerca de lo que un medio propagó que había sido «el vestido ‘de diseño’, y carísimo» -de una montaña de dólares-, que había lucido en un acto de su campaña por la gobernación de Puerto Rico. Era un vestido de bajo costo que ella adquirió en un modestísimo establecimiento. ¡Ah! -dirán quienes sepan apreciar-, que en ella se viera de maravilla es otra cosa.
Pero la multitud que atendió su discurso atendía las ideas defendidas por la luchadora independentista, quien cosecha respeto hasta en representantes del sistema colonial. Hace escasas semanas que, de madrugada, ella y su compañero, Orlando Flores, fueron víctimas de un asalto a mano armada, para robarles. Uno de los policías que acudieron a investigar el caso, al reconocerla, quiso fotografiarse con ella para que sus hijos vieran la foto. Ese es apenas uno de los ejemplos citables de la admiración que despierta.
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