De visita en su país natal – Chile – para lanzar su último libro, la sicóloga y promotora del marxismo desde hace décadas aprovechó de hablar con El Desconcierto sobre el significado del socialismo del siglo XXI, la actualidad latinoamericana y el ciclo adverso que se observa para la izquierda en la región. «No voy […]
De visita en su país natal – Chile – para lanzar su último libro, la sicóloga y promotora del marxismo desde hace décadas aprovechó de hablar con El Desconcierto sobre el significado del socialismo del siglo XXI, la actualidad latinoamericana y el ciclo adverso que se observa para la izquierda en la región.
«No voy a comentar de contingencia política chilena, no porque no quiera sino porque no la ha seguido atentamente», explica Marta Harnecker, chilena nacida en 1937, psicóloga de profesión y autora de » Los conceptos elementales del materialismo histórico», uno de los manuales de marxismo más reproducidos en el continente: más de 67 ediciones y probablemente muchas más vía fotocopia en facultades. Llegó la semana para promover su último libro, «Planificando para construir organización comunitaria», escrito junto al español José Juan Bartolomé y publicado por Ediciones El Desconcierto (Santiago de Chile).
«Recién dos días antes de venir supe que Marco (N. de la R.: Enríquez-Ominami) está acusado de corrupción y que Lagos era posible candidato, lo que no me imaginé nunca», cuenta Harnecker para graficar su desconexión de la política chilena. El lunes se reunió con distintos dirigentes del movimiento estudiantil y quedó asombrada de la cantidad de mujeres dirigentes: «En mi época las mujeres no aparecían para nada», explica, para aclarar que ella no tuvo ninguna formación feminista en un principio. «Yo nunca pensé siquiera que me podían discriminar por ser mujer», cuenta.
Marta Harnecker militó primero en la Acción Católica, grupo al que representó en un viaje a La Habana, Cuba, en 1960. «Lo que pasa es que soy bastante organizada y productiva, y mis servicios siempre se requerían en la Federación de Estudiantes, qué se yo, nunca tuve que pelear». Su encuentro con el feminismo, cuenta, vino mucho después, en la década de los ’80. «Aprendí del feminismo no por lecturas, sino que por las comandantes guerrilleras de Centroamérica. Las mujeres guerrilleras habían demostrado y permeado con los ideales feministas a los movimientos y en mis libros empezaron a aparecer porque los vi en la práctica», relata.
Si bien la escritora destaca la gran cantidad de mujeres dirigentas, critica que desde su última visita, en 2012, aún no se haya constituido una alternativa de izquierda. Su última visita fue unos meses después de finalizadas las grandes manifestaciones estudiantiles. «Me devolvieron la esperanza que yo había perdido en mi país», cuenta, relatando que en sus entrevistas con los dirigentes estudiantiles le quedó clara una visión de que no bastaba con las movilizaciones, sino que había necesidad de un instrumento político. «Pero, ¿qué pasó en todo este tiempo? Empezaron a fundar pequeñas agrupaciones, lo que me parece triste, puesto que se perdió la posibilidad de avanzar. Hoy, por lo que veo, es claro que se necesita una alternativa que no puede ser el partido clásico, sino que un instrumento articulador y orientador del proceso que probablemente tendrá que ser plural y muy flexible», aventura.
El socialismo del siglo XXI según Harnecker
El diálogo entre la práctica cotidiana de los movimientos sociales y sus resultados es el origen de la mayoría de las más de 80 publicaciones que ha hecho entre 1980 y 2016. Por eso, a Marta Harnecker no le gusta que la definan como una académica o teórica marxista, como sucede cada vez que viene a Chile. «Yo soy una educadora popular», explica, agregando que ella siempre dice que tiene genes pedagógicos por sus abuelos. «Ellos, que vendrían siendo lo único alemán que tengo -porque no soy nada alemana-, fueron fundadores de las escuelas normalistas aquí en Chile», cuenta.
Marta se fue de Chile en 1961, becada para asistir a la École Normale de París, donde fue discípula de Louis Althusser. «Siempre he tenido necesidad de comunicar. Cuando estaba en París yo hacía cartas colectivas a máquina de escribir, para poder contar todo lo que estaba aprendiendo, de a doce copias», cuenta. Con el tiempo, esas anotaciones y cartas se transformaron en el libro «Los conceptos elementales del materialismo histórico», publicado oficialmente por primera vez en 1969 en México. «Yo quería explicar el enfoque que tenía Althusser del marxismo, que a mi me dejó fascinada. Y luego vi que había ciertos capítulos del libro que eran demasiado abstractos como para quienes no tenían formación académica e ideamos los textos más pedagógicos», explica. Para ella la sistematización pedagógica de la teoría es un oficio similar a la traducción: «hay un arte en lograr que la gente sin formación académica entienda la teoría», dice.
«Me interesa registrar las experiencias más positivas, porque creo que describiendo y registrando tú das posibilidades de imaginar un nuevo mundo, lo que es el fin de mi trabajo: transformar este mundo a uno democrático, socialista, lo que llamamos el socialismo del siglo XXI». Y el origen de su último libro es ese: la sistematización de varios procesos comunitarios en Ecuador, Venezuela y el estado indio de Kerala, que tuvo un proceso democrático al socialismo incluso antes que Allende, en 1957. Desde entonces tiene un carácter distinto al resto de India.
«Mi idea con estos libros es que la gente sepa que existen estas experiencias. La tarea fundamental de los militantes de hoy es ser facilitadores de la organización popular y la planificación participativa en comunidad te permite ese acercamiento», explica.
«Un punto importante es que con estas ideas los gobernantes se fascinan al ver las mejores expresiones prácticas y empiezan a querer realizarlas antes de una maduración que se debe dar en la práctica. Porque en Venezuela ahora tenemos miles de consejos comunales, pero de esas las comunas modelo son una minoría respecto al total», apunta. También ejemplifica con las empresas estatizadas por el gobierno venezolano: «Esas experiencias tan bonitas se vieron frustradas en gran medida. Y lo que hoy transmite la prensa internacional es que no hay que expropiar porque los trabajadores no sirven para administrar. Pero el problema fue de la burocracia estatal que llegó a gerenciar y no entendió que la cogestión es un proceso que requiere educación y formación, porque para gerenciar requieres conocimiento. No se preparó a los trabajadores, llegó la burocracia y hay problemas serios. Y la derecha lo está aprovechando», añade.
El difícil momento de la izquierda latinoamericana
Cuando se realizó esta entrevista la destitución parlamentaria de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, aún estaba en proceso. Aún así la tendencia ya era clara y, en la conversación, Marta Harnecker la incluía dentro de lo que, para ella, es un retroceso a nivel latinoamericano y que amenaza un ciclo de ascenso de la izquierda que inició con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 en Venezuela.
¿Existe capacidad de recuperación en el Partido de los Trabajadores de Brasil?
«Hace como un mes leí un documento bastante bueno de la dirección del PT, muy autocrítico, y puedo decir que esto ha conmovido. Como que estaban muy instalados y confiados y la cosa no es tan fácil: si no trabajamos bien llega la derecha, que tiene mucha más experiencia en reconquistar y mantener su poder que nosotros, que estamos siempre a la defensiva».
En Venezuela se observa un gobierno imposibilitado de gobernar y una oposición que no busca ningún tipo de diálogo. ¿Qué salidas hay?
«Es una oposición relativamente fuerte, porque hay contradicciones enormes entre un sector de la oposición que es racional y una como la de Ramos Ayub, que de repente hace muy buenos discursos y después saca unas locuras. El gran problema, y lo han visto desde el Papa hasta Zapatero, es que hay una idiosincrasia en que el ataque verbal es un instrumento político».
Para Harnecker, eso impide construir un bloque amplio que devuelva Venezuela a la normalidad. «Ese bloque amplio no puede ser muy radical, porque el proceso bolivariano no es hoy lo suficientemente fuerte como para proponer cambios radicales. A veces, en lugar de analizar los problemas, se persiste. La correlación de fuerzas después de las elecciones te daba una señal, y esa señal había que darla ampliando el frente político», explica. En su mirada, también falló la comunicación política del difícil ciclo económico que se avecinaba: «hay quienes piensan que los problemas no hay que decírselos al pueblo porque se puede deprimir, qué se yo. Yo creo todo lo contrario, nuestros pueblos son lo suficientemente inteligentes como para entender. Eso también tiene que ir acompañado por un ejemplo de la dirección. Por ejemplo, si le exiges austeridad al pueblo tienes que partir con el ejemplo».
¿Qué efecto podría tener un cambio de dirección en Venezuela?
«Venezuela fue el inicio del ciclo de cambio en America Latina y si cayera el proceso sería un golpe muy muy grande. La izquierda no se ha atrevido a defender a Venezuela de la visión de los medios, y en eso hay oportunismo porque hay que estar en las buenas y en las malas y hay que retribuir la solidaridad recibida. Ahora, yo creo que la siembra de Chávez, el proceso, por muy imperfecto que sea, aún así ha marcado a la gente. Tengo esperanza de que esa maduración que vi en el sujeto popular cuando empezó mi ir y venir con Venezuela, toda esa gente a la que se le dio la oportunidad de estudiar, pensar, decidir, incidir, que canalizaban las cosas y tenían una gran autoestima, se enorgullecían de su gobierno, han madurado y creo que defenderán el proceso».
Las malas prácticas son otro tema que tomó especial relevancia en el caso de Brasil. ¿Cómo ha aportado esto a que la gente vea como símiles a la izquierda y la derecha?
«La gente ve que nuestra vida no tiene coherencia con nuestro discurso. Estamos difundiendo un proyecto democrático y somos autoritarios, un proyecto solidario y somos egoístas. La gente ve palabras iguales, actos iguales, clientelismo, carrerismo -o sea, peleas por los puestos- tanto en la izquierda como en la derecha y aumenta su escepticismo y eso le conviene a la derecha. Además, existe un gran escepticismo por la política y los políticos porque, primero, la derecha se ha apropiado de nuestro lenguaje desde hace varios años. Hoy es mucho peor: escuché a Macri cuando se presentó como candidato y era hasta potable. Y por nuestro lado, cuando nos critican o atacan, nos defendemos señalando el imperialismo, que existe por supuesto, pero además de eso tenemos nuestras fallas y no las mencionamos».
Pese a esto, Marta Harnecker es optimista respecto a la capacidad de recuperación de los proyectos de la izquierda latinoamericana.»La realidad choca y por eso hoy tengo esperanza aún cuando estamos retrocediendo ese proceso de ascenso que teníamos en algunos países». En su mirada es lo que ya está pasando en Argentina: «Macri y su discurso chocan con la realidad y la gente está empezando a reaccionar».