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La multifacética crisis del sistema-mundo (II)

Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe

Fuentes: Rebelión

Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe 52.- No nos corresponde definir el contradictorio impacto que los escenarios más probables, sintetizados en los dos acápites precedentes, tendrán en cada uno de los 33 estados políticamente independientes y en los 18 territorios sometidos a diferentes formas de […]

Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe

52.- No nos corresponde definir el contradictorio impacto que los escenarios más probables, sintetizados en los dos acápites precedentes, tendrán en cada uno de los 33 estados políticamente independientes y en los 18 territorios sometidos a diferentes formas de dominación colonial en América Latina y el Caribe. Esa compleja tarea les corresponderá a los diversos movimientos sociales y políticos, y a los intelectuales y científicos sociales comprometidos con las luchas populares que en ellos actúan; asimismo, a los gobiernos revolucionarios, reformadores o reformistas -genéricamente calificados como «progresistas», «de izquierda» y/o «posneoliberales»- actualmente instalados o que en el futuro se instalen en Nuestra América.

53.- Sin embargo, consideramos necesario indicar que ninguno de los escenarios antes sintetizados u otros que no hayamos sido capaces de identificar, están predeterminados. En tanto los campos de batalla entre los diferentes actores sociales y políticos, gubernamentales y no gubernamentales, hemisféricos o extra hemisféricos, serán heterogéneos, al tiempo que esos mismos actores pugnarán entre sí por defender su cuota de poder o la razón de sus ideas e intereses, en esa misma medida crecerán las reacciones conservadoras y, como contraparte, la creatividad popular y la resistencia, dando lugar a la aparición de nuevos y muy diferentes escenarios.

54.- En nuestros debates también se fortaleció nuestra convicción de que la política de saqueo y depredación de los recursos naturales renovables y no renovables y de los bienes comunes, seguida por el capital imperialista en América Latina y el Caribe, con pleno apoyo de los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea, provocará un amplio abanico de resistencias populares en buena parte de los países de la región, incluido México.

55.- Frente a la redoblada ofensiva del capital transnacional y nacional, en el propio México se han multiplicado las formas de resistencia popular, al igual que la construcción social alternativa de los pueblos indígenas, la defensa del trabajo y las organizaciones sindicales, la lucha contra el capital transnacional minero, la defensa del agua, de la tierra, de los territorios sagrados, de los saberes, de los espacios públicos urbanos, de la educación, y la batalla permanente contra la contaminación ambiental, por la justicia y por el derecho a la vida. De manera que los desafíos para la construcción de la unidad en la diversidad, serán enormes, pero no imposibles de solventar. Encontrar los caminos para coordinar, hacer confluir y unificar las diversas formas de lucha para enfrentar el despojo y las políticas de un Estado criminal que criminaliza la resistencia, será un reto que el pueblo mexicano, sus movimientos sociales y las diversas organizaciones políticas de izquierda, tendrán que asumir por encima de las diferencias y contradicciones que en la actualidad se advierten en el campo popular.

56.- Estas y otras evidencias nos inducen a pensar que -ante la que se ha calificado como «acumulación por desposesión»-, los diversos sectores populares y, en especial, las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas, así como las y los campesinos y las y los trabajadores sin tierra, tendrán que padecer y enfrentar incontables proyectos de minería a cielo abierto, extracción de petróleo y gas convencional o no convencional, construcción de grandes carreteras y de obras hidráulicas e hidroeléctricas, o la plantación de enormes extensiones de diversos cultivos agrícolas (algunos de ellos transgénicos, como es el caso de la soya), que llevarán aparejado el desplazamiento de miles de familias por medios coercitivos, y la pérdida de la tierra y el territorio en los que han vivido y creado su cultura. El resultado de este nuevo e incesante despojo, históricamente hablando, será la ampliación del hambre y la profundización de la marginación a las que han estado sometidos buena parte de los habitantes de nuestro continente desde que los colonizadores impusieran, a sangre y fuego, sus múltiples formas de dominación en este, aquel Nuevo Mundo.

57.- Lo antes dicho nos permite vislumbrar que en los próximos años se producirá una gran ola de luchas populares en defensa de la tierra y los territorios, así como del agua y otros bienes comunes, al igual que de los recursos naturales, como las que se libraron hace algunas décadas en diferentes países de América Latina y el Caribe contra las políticas neoliberales. Sin excluir a ninguna de esas luchas, consideramos importante destacar las llamadas guerras del Agua y del Gas que se produjeron en Bolivia. Como se demostró en este y otros países del continente –en Ecuador, por ejemplo–, para lograr la victoria fue imprescindible fortalecer la organización y, sobre todo, lograr la articulación de los esfuerzos de los diferentes sectores populares del campo y la ciudad en aras de ampliar la movilización popular, y, del mismo modo, organizar y consolidar la fuerza política capacitada para expresar las aspiraciones de quienes participaban en las luchas. Esas fuerzas políticas pudieron ir mucho más lejos que la oposición de los movimientos sociales y las comunidades a los proyectos que los afectaban de manera más o menos directa, hasta transformarse en un movimiento político de alcance nacional, capacitado para disputar y arrebatar a las clases dominantes el gobierno y una parte importante del poder.

58.- De modo que la posibilidad de derrotar la nueva ofensiva contrarrevolucionaria que han emprendido los representantes políticos, económicos, miliares e ideológico-culturales de las clases dominantes, estrechamente aliadas con las principales potencias imperialistas (y sobremanera con Estados Unidos), dependerá de la voluntad y capacidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños para unirse y organizarse sobre una plataforma que vaya de la resistencia puntual a formas de organización político-social que permitan plantearse la toma del gobierno y del poder y, posteriormente, las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que se demandan.

59.- Al mismo tiempo, los procesos políticos genéricamente calificados como progresistas y/o posneoliberales que en la actualidad se están produciendo en diferentes países de América Latina y el Caribe, implican retomar el debate inconcluso sobre el Estado y, en correspondencia, acerca de la problemática del poder. En este contexto, consideramos imprescindible asumir la necesidad de la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y las naciones contra el imperialismo y las transnacionales; igualmente, la función reguladora y redistributiva del Estado, con la finalidad de contrarrestar los mecanismos de mercado, tan lesivos para la economía popular. Esa desmercantilización relativa permitirá que broten formas de gestión popular que sustituyan los mecanismos automáticos inherentes al propio mercado. En nuestro criterio, resulta fundamental que estos temas sean objeto de debate permanente en los distintos espacios de las izquierdas latinoamericanas y caribeñas.

60.- Tales debates son aún más importantes, si entendemos el camino al socialismo como una transición civilizatoria que, partiendo del desplazamiento de las clases dominantes y del poder recolonizador de la burguesía transnacional, contemple, como bases mínimas, una economía sustentable, con crecimiento y redistribución de la riqueza, el ascenso en la calidad de vida de la mayoría de la población, y una democracia participativa que posibilite el control popular en los asuntos centrales del país. Todo esto presupone rediscutir los parámetros fundamentales del desarrollo a partir de nuestras características dependientes y subdesarrolladas, colocando en un lugar primordial el debate de la matriz productiva y extractivista que caracteriza a las estructuras económicas de la mayor parte de los estados latinoamericanos y caribeños.

61.- Esto es mucho más necesario porque a nuestros análisis los atraviesan lógicas del capitalismo y la modernidad que nos dificultan visualizar un horizonte postcapitalista. Sin embargo, tenemos que ser honestos: quinientos años de colonialismo y treinta de neoliberalismo nos han dejado déficits tan abismales que no se nos puede negar el derecho al desarrollo, a luchar para salir de la pobreza y a vivir en condiciones de dignidad plena, sencillamente humanas. La tarea para las diversas fuerzas de la izquierda en América Latina y el Caribe, especialmente cuando acceden al gobierno, es conjugar ese derecho al desarrollo con los derechos de la Madre Tierra, no entendida esta como una naturaleza estática a la que le damos derechos, sino como el conjunto de seres vivos que interactuamos en un escenario de biodiversidad.

62.- En un sistema alternativo al capitalismo, también necesitamos pensar en nuevos modelos de desarrollo a partir de un cambio de la matriz productiva, cambio que solo puede ser fruto de una transición sostenida y paulatina; o sea, en modelos inequívocamente diferentes al que asumieron los países capitalistas centrales y, en particular, las principales potencias imperialistas. Aquellos y estas pudieron «desarrollarse» a costa de los pueblos, las personas y la naturaleza. Un escenario postcapitalista en América Latina y el Caribe, no se puede sustentar en la explotación ni resignarse a que perdure la alienación de las personas sin la formulación e implementación de políticas que mejoren su vida cotidiana, sin regular la explotación de una naturaleza que cuenta con recursos limitados e insuficientes para que el Sur del mundo crezca y mantenga niveles de consumo similares a los del Norte. Miles de millones de personas en América Latina y el Caribe, China, India y el Sur geopolítico del planeta, necesitan mejorar sus condiciones de vida, pero no habrá recursos estratégicos suficientes para ello si se mantiene el actual modelo consumista y mientras no se alcance una soberanía tecnológica que libere a nuestros países de las diversas formas de dependencia respecto a los denominados países centrales o altamente desarrollados.

63.- Para emprender ese otro modelo de desarrollo, resulta imprescindible demandar que los gobiernos latinoamericanos y caribeños comiencen a gestar una arquitectura financiera internacional ajustada a los intereses públicos y nacionales. Ese nuevo proyecto económico y financiero, deberá contar con un Banco de Desarrollo e Integración Latinoamericano y Caribeño que, tomando como punto de partida el Banco del ALBA y el ya aprobado, pero aún inoperante, Banco del Sur, y actuando de manera complementaria con el Banco del Grupo BRICS, se plantee sustituir las instituciones financieras internacionales en el menor tiempo posible, específicamente al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo.

64.- Del mismo modo, será imprescindible seguir luchando para que los gobiernos del continente que los hayan suscrito, se liberen de los leoninos tratados de libre comercio que se han venido implementando desde 1994, tanto con los Estados Unidos como con la Unión Europea. Sobre todo porque, como demuestran múltiples evidencias, esos tratados son totalmente asimétricos, constituyen mecanismos para la dominación geopolítica y están centrados en las necesidades del gran capital, lo que ha agudizado las desigualdades, la inequidad y el rol primario exportador de las economías de la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños.

65.- Los perjuicios al medioambiente constituyen uno de los efectos provocados por la exacerbación de la cultura del consumo individualista de energía y de otros bienes y recursos materiales. Es un imperativo trascender esta ecuación suicida para poder avanzar hacia una planeación y un consumo colectivos, a fin de compartir beneficios y responsabilidades, tanto sociales como ambientales.

66. Como parte de las perspectivas y deberes de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe más allá de sus fronteras, se impone la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental, encargado de juzgar a países que no cumplen con sus compromisos ni con los tratados internacionales que ellos mismos refrendaron. Será necesario considerar que debe ser una institución que evite reproducir las asimetrías características de los organismos vigentes y que garantice mecanismos de coerción reales, considerando la enorme diferencia entre los niveles de consumo de los países centrales y los periféricos.

67.- Por otra parte, en la lucha contra el capitalismo en crisis se requiere priorizar más que nunca las que José Martí denominó «trincheras de ideas», sin perder de vista, como él mismo señalara en abril de 1895, que » De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento.» Para lograrlo, debe emprenderse con celeridad el lento y trabajoso proceso de subordinar los medios de comunicación privados a los intereses de las grandes mayorías, pues en tanto aquellos sean controlados por las clases dominantes, actuarán como promotores de la cultura del derroche, de la banalización de la historia y de la identidad; en fin, como reproductores de la ideología hegemónica de la dominación, la exclusión y la manipulación, centrada en la despolitización de lo cotidiano y en la pérdida de la memoria colectiva, hasta logar el control absoluto de cualquier sociedad.

68.- En la batalla contra los medios hegemónicos, será necesario establecer estrategias de comunicación claras y consensuadas que permitan la creación de proyectos alternativos de prensa gráfica y digital y fomenten la utilización intencionada e inteligente de las redes sociales y de las radios, las pequeñas televisoras y otros espacios culturales a nivel comunitario. Estos espacios/medios pueden constituirse en herramientas útiles para (re)construir el sentido común, la conciencia colectiva y los sentidos de pertenencia. Tales estrategias de comunicación deben proponerse arropar el rol protagónico de los jóvenes y las mujeres, apuntando a la toma de conciencia no sólo desde lo político, sino también desde todo el espectro cultural de lo local, lo nacional y lo regional.

69.- El presente siglo no puede tener otro horizonte que la inexistencia de una civilización que ha subordinado todos los aspectos de la vida, incluida la muerte, a una maquinaria de acumulación de ganancias; que ha sometido a la dictadura del lucro a la producción, la ciencia, la tecnología, la educación, la política, el ocio, la naturaleza, y, por si fuera poco, a cualquier forma de intercambio comercial, por ingenua que parezca. La comunitarización universal de todas las relaciones humanas con la naturaleza, pasa por un largo y complicado proceso de transición en el que se desarrollarán enconadas batallas entre la civilización dominante, la del capitalismo decadente, y la nueva civilización socialista, que ya emerge desde los intersticios, las grietas y contradicciones del propio capitalismo.

70.- En ese contexto, la necesidad y posibilidad de fundar un contra-poder popular y conquistar el poder político, por parte de la izquierda, constituye una oportunidad para dar la batalla entre el viejo Estado –que monopoliza las decisiones asociadas a las elites capitalistas transnacionales y locales–, y un nuevo Estado, que cada vez democratice y fundamente más sus decisiones en las comunidades, en los movimientos sociales, en los diversos sectores populares que componen la sociedad civil y política. Debemos apostar por el desborde democrático, hasta lograr la superación de la democracia fósil, meramente representativa, y alcanzar la democracia comunitaria, de género, multicultural, multiétnica, verdaderamente participativa.

71.- Esta será una batalla por el predominio de la democracia en todas las vertientes de la vida en sociedad, una democracia que envuelva y atraviese las disímiles actividades cotidianas de todas las personas; desde la cultura hasta la política, desde la economía hasta la educación. Una batalla de la que también formará parte la lucha nacional e internacional por la ampliación de los bienes comunes y por la gestión común de esos mismos bienes, como son el agua, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente.

72.- En esa batalla entre la civilización capitalista dominante y la civilización comunitaria emergente – que comenzará a gestarse a partir de las características nacionales de cada país -, se conjugarán diferentes formas de propiedad, desde la estatal hasta la comunitaria y la privada, pero todas ellas en función de la socialización de la producción y de la apropiación social de los resultados. En ese contexto, un Estado revolucionario debe ayudar a que lo comunitario se expanda, se fortalezca y pueda superar más rápidamente los obstáculos que se interponen en su camino. La comunitarización de la economía solo puede ser una creación heroica de los propios productores y consumidores.

73.- La apuesta por la toma del poder y la conquista del Estado, es la apuesta por un largo proceso de transición en el que el Estado revolucionario, los partidos y movimientos sociales se fusionan para apuntalar y expandir o disputar la democratización de las decisiones, el desmontaje permanente de la lógica del lucro, en aras de la lógica comunitaria y la apuesta al intercambio armónico entre el ser humano y la naturaleza en la producción de la riqueza y en el vivir cotidiano.

A modo de conclusión

74.- Durante el primer decenio del siglo XXI se produjo una contraofensiva de las fuerzas opuestas a todos los procesos de cambio que, desde el triunfo de la Revolución bolivariana, comenzaron a gestarse en América Latina y el Caribe. Aunque esa contraofensiva no pudo derrotar a la mayor parte de los gobiernos revolucionarios, reformadores o reformistas instalados en este continente, ni evitar nuevas victorias electorales de las fuerzas políticas populares en algunos países de Centroamérica y el Caribe, produjo una especie de ralentización o reflujo en varios de los procesos de cambio que venían desarrollándose y, por tanto, en las luchas por la «segunda independencia» de Nuestra América.

75.- En la coyuntura actual se nos plantea la necesidad impostergable de realizar una valoración ponderada de los progresos antineoliberales que hasta ahora se han obtenido, así como de profundizar en los debates que se han realizado sobre los límites de los diversos procesos de cambio que se están desarrollando en la actualidad en América Latina y el Caribe. Aunque resulte obvio decirlo, no habrá consolidación de lo alcanzado hasta aquí, si la marcha se detiene o si se cae en la trampa del inmovilismo posibilista. Mucho más porque las evidencias históricas –entre ellas, la experiencia de la Revolución cubana– indican que la única garantía para evitar retrocesos, es la constante profundización de los procesos antiimperialistas y anticapitalistas, y la socialización de la propiedad, la economía, los servicios públicos, el poder y la cultura.

76.- En este contexto habría que señalar que, si bien actuar dentro de la democracia representativa ha constituido un recurso empleado por la izquierda para avanzar en la lucha por la liberación de los pueblos, una vez que se logra la instauración de un gobierno posneoliberal mediante la vía electoral, las dinámicas de los mecanismos de la democracia representativa incrustados en las estructuras político-estatales republicanas, tienden a favorecer a la burguesía y al capital, con indudable perjuicio para los propios procesos de cambio y para la conciencia política y social. Por eso, se torna imprescindible crear instancias de democracia directa, participativa, lo más nutridas posibles, para contrarrestar esa tendencia negativa y evitar que se estanquen o retrocedan las gestiones al servicio del pueblo.

77.- De modo que la ampliación de los márgenes de la democracia, mediante la participación popular y directa en la construcción del poder popular, y la educación política de las masas, constituyen armas sumamente eficaces para derrotar la contraofensiva de Estados Unidos y sus aliados en la región.

78.- Como se ha visto, prácticamente en todos los países latinoamericanos y caribeños en los que se ha emprendido procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y populares, esa contraofensiva ha demostrado que cada avance –por muy moderado que sea– hacia la construcción de una sociedad, no sólo posneoliberal, sino poscapitalista, desencadenará las más feroces reacciones de la derecha y de sus garantes imperialistas, con múltiples tácticas, recursos y estrategias, tanto encubiertas como declaradas.

79.- Ese comportamiento se mantendrá en los próximos años, durante los cuales la lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre la revolución y la reacción, se agudizará en diferentes países del continente y, en especial, como hemos señalado, en la República Bolivariana de Venezuela. Si la contrarrevolución lograra triunfar en ese país, el escenario más probable sería una cruenta guerra civil que desestabilizaría a toda la región y, en particular, a sus gobiernos posneoliberales. No hay ni habrá, entonces, tarea más apremiante para todas las fuerzas progresistas, los movimientos populares y los liderazgos transformadores en Nuestra América, que patentizar por todas las vías a su alcance la mayor solidaridad con el pueblo bolivariano y chavista y con el gobierno presidido por el compañero Nicolás Maduro.

80.- Al saludar todo paso firme de cualquier Estado y gobierno hacia la autodeterminación y hacia las reformas sociales y políticas que debiliten y desmonten el orden impuesto por la globalización neoliberal, y al reconocer todo esfuerzo de unidad e integración no subordinada a EEUU, ni a otros centros imperialistas, estamos convencidos de que resulta imprescindible renovar, recrear y unificar en cada país la gran diversidad de fuerzas sociales, políticas y culturales con capacidad de asumir y profundizar cada proceso transformador e impulsar nuevas y originales acciones que contribuyan a la construcción de una Patria Grande latinoamericana y caribeña, social y políticamente liberada. Una meta tan trascendente, como sería lograr nuestra impostergable unidad de acción, exige que traspasemos fronteras, erradiquemos dogmas y revitalicemos, con renovadas expectativas, el internacionalismo y el latinoamericanismo de los fundadores de la idea de la gran patria latinoamericana y caribeña, y de sus continuadores más cercanos, entre los cuales figuran, por el mérito de sus grandes aportes, los comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.

Edición: 2 de junio de 2015.

Participantes del taller internacional, por orden alfabético de los nombres

Ángel Guerra (Cuba), Arantxa Tirado (Estado Español), Darío Salinas (Chile), Esteban Rivero (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), Gilberto López y Rivas (México), Héctor Díaz-Polanco (México), John Saxe-Fernández (México), Jorge Casals (Cuba), Jorge Veraza (México), Josefina Morales (México), Katu Arkonada (País Vasco), Lila Molinier (Paraguay), Luis Suárez (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Nayar López Castellanos (México), Omar González (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia), Silvina Romano (Argentina), Tamara Barra (México).

Hicieron llegar sus aportes por escrito:

Frente Guasú (Paraguay), Narciso Isa Conde (República Dominicana), Paula Klachko (Argentina), Sergio Rodríguez Gelfenstein (Venezuela), Tania García (Cuba).

El equipo de coordinación del taller y de redacción de la versión final de este documento, estuvo integrado por: Ángel Guerra, Katu Arkonada, Luis Suárez.

Parte I: Una mirada crítico-prospectiva a su impacto en Nuestra América


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores y autoras mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.