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Perú, cambalache

Fuentes: Rebelión

La segunda acepción de «cambalache» es la que mejor se adecúa a lo ocurrido en el país en la víspera de las fiestas navideñas. En efecto, se ha tratado de un « Intercambio de cosas materiales o inmateriales, hecho con malicia o con afán de ganancia». Pocas veces la RAE ha acertado una definición de […]

La segunda acepción de «cambalache» es la que mejor se adecúa a lo ocurrido en el país en la víspera de las fiestas navideñas. En efecto, se ha tratado de un « Intercambio de cosas materiales o inmateriales, hecho con malicia o con afán de ganancia».

Pocas veces la RAE ha acertado una definición de un modo tan preciso. Y es que, en efecto, lo que hizo Pedro Pablo Kuczynski a espaldas del país, fue intercambiar el indulto con malicia. y con un claro afán de ganancia. Buscó eludir la vacancia urdida por la Mafia Keikista por el lado «más efectivo»: ganando votos de esa bancada a través de Kenyi, ofreciendo a cambio la libertad del Asesino de Barbadillo.

Ahora, acorralado como está, y pillado en flagrancia, lo que busca es justificar esa acción, recurriendo a sofismas de poca monta. Veamos.

Plantea primero, la «reconciliación» como un requerimiento nacional y una necesidad apremiante.. Pero desdibuja ese propósito cuando lo reduce a un hecho insólito: que las víctimas, extiendan la mano a sus asesinos. Así entiende el tema.

Para PPK, la reconciliación, nada tiene que ver con la verdad. En el caso, no se requiere que el indultado, reconozca sus crímenes, ni pida perdón, ni page sus culpas. Ni siquiera que confiese sus delitos y aporte pruebas para subsanar los daños causadas por ellos.

Podría exigírsele, por ejemplo, que diga dónde están enterrados los cuerpos de los estudiantes de la Cantuta, asesinados en julio de 1992. O dónde los cadáveres de los ejecutados en Pativilca, o en El Santa. Pero no, nadie le pide eso. Por lo menos, PPK considera que los muertos, ya lo están, y que oi se requiere, entonces, nada más. Sus familiares, deben abrazar a los asesinos, en señal de conformidad ¿es racional eso?.

«Reconciliar» implica deponer odios. Pues bien. Cabe preguntarse entonces, quiénes son los que odian en el Perú. ¿Tenían alguna razón para actuar como lo hicieron, quienes incursionaron, en noviembre de 1991, en el solar de Barrios Altos y mataron a un niño de 8 años y a otros ciudadanos? Ninguna. Lo hicieron porque eran sicarios del gobierno de entonces, que les pagaba por matar.

Pero también porque sentían profundo odio, y desprecio, por quienes serian sus víctimas, es decir peruanos pobres que hacían actividades de poca monta para ganarse unos soles y financiar los arreglos del lugar donde vivían.

Ese odio hizo que otros -o quizá los mismos- secuestraran y asesinaran a los estudiantes de La Cantuta y dispararan también quitándole la vida a Pedro Huilca. Y a propósito de este último: fue odio, lo se diseñó en los ojos de Alberto Fujimori, cuando en el CADE 92, mirando a Pedro, aseguro con furia: «los tiempos en los que mandaban las cúpulas de la CGTP, ya se acabaron!» ¿o es que alguien cree que dijo eso, con un profundo amor por los trabajadores y por sus dirigentes?.

¿Alguien podría suponer que fue amor lo que indujo a Fujimori a disponer la ejecución extrajudicial de 36 reos encarcelados en el Penal de Castro Castro en mayo de 1992? Recordemos que ellos fueron extraídos de sus celdas violentamente, y arrojados al piso, amarrados y luego, simplemente ejecutados. ¿Eran Senderistas? Algunos, sí, pero estaban encarcelados, y condenados. Y pagaban sus culpas. ¿Quién los condenó a muerte? ¿Fue el amor del tirano?

Cuando alguien plantea la necesidad de «acabar con el odio» para sembrar la reconciliación, tiene que dirigirse a quienes actuaron por odio, no a quienes fueron castigados por él.

Por eso, acabar con el odio, implica arrepentimiento. Pues bien ¿Quiénes tienen que arrepentirse? Obviamente, los que hicieron las acciones, quienes cometieron los crímenes, no aquellos que fueron las víctimas en tan aciagas circunstancias.

Ahora resulta que la «Prensa Grande», asegura que Alberto Fujimori «ha pedido perdón», luego de recibir el «Indulto». Y eso, tampoco es cierto.

El ha pedido perdón -lo ha dicho textualmente a quienes «defraudé durante mi gobierno». Debió más bien pedir perdón a quienes «asesiné, secuestré, torturé, violé, o esterilicé, durante mi gobierno». A ellos, y a sus familiares, porque sufrieron la lacerantes heridas que les dejó el régimen.

Ese régimen, no cometió «errores», ni registró «excesos», como lo aseveró PPK en su mensaje del 26 de diciembre. Los errores se cometen cuando asoman equivocaciones, cuando, por ejemplo, un gobierno asegura que construirá 500 mil viviendas y sólo tiene recursos para 400 mil. Puede aludirse, entonces a un error de cálculo.

Y los excesos, tienen una otra connotación Cuando al celebrar un acontecimiento alguien toma una copa de licor, se alegra; pero si se toma cinco botellas de ese licor, se emborracha. Cometió «un exceso» -tomó demasiado-. Y alguien puede excederse también en comer mucho, correr mucho, hablar mucho, y hasta mentir mucho. Son «excesos».

Pero no fue eso lo que hizo el señor Fujimori. No cometió ni errores ni excesos, sino alevosos crímenes, es decir, delitos punibles que fueron denunciados, investigados, juzgados y condenados de acuerdo a ley.

Y eso se confirma hoy con la mismísima figura del INDUILTO. El Indulto, es una decisión más calificada que la Amnistía. La Amnistía -dicen los expertos- olvida las acciones y las borra, elimina la sentencia. El Indulto no borra nada. Reconoce los delitos, y los mantiene. Considera que son tan graves, que incluso pueden perdonarse, pero no olvidarse jamás. Los registra entonces, sólo que los perdona.

Hay quienes sostienen que el Indulto dictado, es una figura «irrevisable». «No hay precedente» dicen, que un recurso presentado por una causa así, haya sido atendido por un organismo supra nacional. Quienes aseguran eso, ocultan una verdad tan grande como una Catedral: No han habido pronunciamientos en tal sentido porque no se han presentado, tampoco casos de ese tipo. Es decir, nadie ha concedido antes Indultos a criminales de ese orden, como está ocurriendo ahora en el Perú.

Videla fue amnistiado y luego se revisó la causa, y murió en la cárcel. Pinochet nunca fue indultado porque nunca fue juzgado, ni condenado. El uruguayo Alvarez, murió en prisión. Stroessner en el exilio. Somoza, de un bombazo en Asunción. Los militares brasileños es escudaron en la impunidad. Nunca un condenado por delitos de ese orden, fue indultado. Nadie osó tamaño despropósito.

PPK, por lo visto, se desliza por los peores caminos. Ahora eso encarga a Mercedes Araoz la integración de un gabinete de «reconciliación» con la Mafia. Y nombra a un general de policía -Vicente Romero- en el Despacho del Interior. ¿Alguien le preguntará el citado general si repartirá almanaques de Keiko Fujimori en las próximas elecciones?. Porque ese sí que fue un error. O, si se quiere, un exceso.

 Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.