El afamado economista norteamericano, Joseph E. Stiglitz, y el abogado especialista en delitos financieros suizo, Mark Pieth, han sido declarados enemigos públicos por el gobierno panameño y la clase capitalista criolla. Los insultos contra ambos no cesan en los medios de comunicación. A Stiglitz particularmente lo han acusado desde dictadorzuelo, a comunista, pasando por agente […]
El afamado economista norteamericano, Joseph E. Stiglitz, y el abogado especialista en delitos financieros suizo, Mark Pieth, han sido declarados enemigos públicos por el gobierno panameño y la clase capitalista criolla. Los insultos contra ambos no cesan en los medios de comunicación. A Stiglitz particularmente lo han acusado desde dictadorzuelo, a comunista, pasando por agente del imperialismo yanqui. Y pensar que hace unos meses, los dos fueron invitados del presidente Juan C. Varela para integrar una comisión que debería lavar la cara del país ante el escándalo de los «Panama papers».
Recordemos que en abril de este año un grupo de medios de comunicación, agrupados en el llamado Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, y el diario alemán Süddeutsche Zeitung, hicieron pública una enorme cantidad de información filtrada al bufete de abogados panameños Mossack – Fonseca, en la que aparecían importantes personalidades mundiales relacionadas con sociedades anónimas creadas por esta empresa para esconder en diversos paraísos fiscales fortunas no declaradas. Conviene recordar que el Sr. Fonseca a ese momento era asesor personal de Varela y presidente del Partido Panameñista.
Frente al enorme escándalo que se armó, entre cuyas consecuencias estuvo la amenaza directa del gobierno francés de colocar a Panamá en la lista de «paraísos fiscales» por incumplir diversos acuerdos en ese tema, el gobierno de Varela creó una comisión que debía asesorar a Panamá respecto a cómo resolver el problema. Para dar prestigio a su comisión el gobierno panameño invitó a Stiglitz y Pieth, a quienes juntó con «especialistas» panameños como Alberto Alemán Zubieta (Banco General) y Nicolás Ardito Barletta, entre otros.
Y se juntó el agua con el aceite, pues Stiglitz se ha hecho famoso por sus posturas antineoliberales y por fomentar el control público sobre el sector financiero, y Pieth por denunciar los negocios ilícitos que se esconden detrás de la banca, con dos panameños que son creadores y beneficiarios del Centro Bancario y su forma de negocios, entre ellos, la creación de sociedades anónimas y el secreto bancario.
Stiglitz ha dicho («Why we left the Panama Comission») que él aceptó ser parte de la comisión ante el compromiso del gobierno panameño seguir las recomendaciones para hacer transparente el sistema financiero, y que él como Pieth, solicitaron que se hiciera público el informe de esta comisión (en el que al parecer queda en evidencia algunas prácticas no muy santas). Si lo que se buscaba era transparencia, lo lógico era que la comisión fuera transparente y publicara el informe, a lo que se ha negado el gobierno panameño, ha dicho Stiglitz.
Stiglitz, como el niño del cuento «El rey va desnudo», no ha dicho nada que no se sepa en Panamá y en el mundo. El sistema panameño fue creado para que sirviera de paraíso fiscal, es decir, de lugar donde esconder desde evasiones fiscales a «fortunas mal habidas». Eso es así desde que Pablo Escobar se escondía por aquí cuando la ley lo buscaba en Colombia.
El problema para Varela, los banqueros y grandes bufetes panameños es si van a seguir con ese modelo de «negocios» o van a cambiar. Hasta ahora se resisten al cambio. Por ejemplo, del escándalo de los «Panama papers» lo único que se investiga la procuraduría panameña es quién «hackeó» a Fonseca, no lo que el mundo quiere saber: quiénes esconden sus fortunas en esas sociedades anónimas.
De ese negocio se han hecho millonarios algunos abogados y banqueros, como Ramón Fonseca y otros que todos conocemos. Pero al pueblo panameño no le ha tocado nada de esa riqueza. Así que en su defensa que no apelen a falsos nacionalismos porque la evasión fiscal es una forma de robarle a los pueblos, incluyendo el nuestro.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.