Cuando el 1 de enero de 1912 se proclamó la República de China, dejando atrás las guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) contra el Reino Unido y la guerra chino-japonesa de 1894-1895, la vieja civilización china, que según la leyenda habían fundado los tres augustos y los cinco emperadores hace casi 5.000 años, parecía demasiado debilitada como para sobrevivir cien años más.