Los recortes cobran factura al Ecuador

El gasto en el sector de salud pública disminuyó en aproximadamente 66 millones de dólares estadounidenses entre 2018 y 2019. Eso implica que el ajuste y la austeridad diezmaron la infraestructura y los insumos, a lo que se suma la disminución del personal médico, lo que en conjunto limita severamente la capacidad de atención en una emergencia. Esta es la grave situación frente a la pandemia del COVID-19.

El COVID-19 y las condiciones de trabajo en un servicio desbordado

Mientras que el coronavirus se propaga por EE.UU., el servicio postal desempeña un papel esencial -mantener las relaciones en el país- protegiendo a sus trabajadores y clientes. Y esto no se limita a la desinfección o al distanciamiento social: hace tiempo que muchas oficinas de correos no tienen suficiente personal y el coronavirus está empujando a una mano de obra sobrecargada hacia el punto de ruptura.

Salud y mercado

En Estados Unidos la epidemia causada por el coronavirus ha puesto de manifiesto la improcedencia de dejar la salud a merced del libre mercado y la necesidad de que el Estado asuma su responsabilidad básica en esta materia, lo que hasta ahora es una asignatura pendiente para la superpotencia.

Luego de Brasil, Ecuador reporta la tasa de contagio de coronavirus más elevada de América Latina que, tomando en cuenta su densidad y pequeña extensión territorial, lo podría convertir en el país con el mayor número de infectados por cien mil habitantes. Si el coronavirus se agudiza en poblaciones con débiles sistemas de salud –no “sistemas” en realidad–, Guayaquil sería el peor lugar para el origen y propagación de la pandemia en Ecuador.

Facundo Ortíz Nuñez | 

El Ejecutivo de Piñera afronta la pandemia preocupado únicamente por el orden público, protegiendo a los grandes grupos económicos y mintiendo en televisión.

 | 

El número de contagiados por el covid-19 en todo el mundo se elevó a más de 720.000, mientras que la cifra de fallecidos ya supera los 33.800.

Tomando prestado el título de la obra de James K. Galbraith, El fin de la normalidad, parece ya indiscutible que ésta se acabó definitivamente y que ahora nos hallamos en un punto de inflexión inédito en nuestra historia contemporánea y, sobre todo, en la de un capitalismo globalizado que se había impuesto como el único sistema posible.