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Notas sobre los 50 años del inicio de la lucha revolucionaria en Guatemala

Tomar el cielo (guatemalteco) por asalto

Fuentes: Rebelión

Del FLN argelino al Vietcong, de Fidel y el Che llegando triunfales a las calles de La Habana a las rebeliones pacifistas de los jóvenes norteamericanos, de Patrice Lumumba a Ho Chi Minh, del rock al hippismo, todo contribuía para proyectar la imagen de un tiempo histórico excepcional, grávido de giros extraordinarios. Nunca se estuvo […]


Del FLN argelino al Vietcong, de Fidel y el Che llegando triunfales a las calles de La Habana a las rebeliones pacifistas de los jóvenes norteamericanos, de Patrice Lumumba a Ho Chi Minh, del rock al hippismo, todo contribuía para proyectar la imagen de un tiempo histórico excepcional, grávido de giros extraordinarios. Nunca se estuvo tan cerca de la realización de un sueño alucinado: la bancarrota del mundo burgués. Al menos eso es lo que creían esos millones de jóvenes que a lo largo y ancho del planeta se lanzaban al reclamo de revolución. Ricardo Forster.

Siempre me han enseñado que el camino del pueblo es el camino de Dios. Donde hay mujeres y hombres que sufren, es el mismo Cristo quien sufre. Y hoy el grito de dolor del pueblo guatemalteco nos exige, como sacerdotes, que estemos a su lado para orar y, también, para combatir. Cristo dijo una vez: «Si alguien quiere seguirme, que me siga; y donde éste, ahí estará el que me sirve. Para mí, Cristo está ahora en este campamento del Ejército Guerrillero de los Pobres. D. Mackenna.1 

 
 

Introducción

En una carta dirigida a L. Kugelmann, refiriéndose a los comuneros de París, Marx indica que estaban «prestos a asaltar el cielo», expresando la admiración a los comuneros por la tarea que se plantearon y la magnitud de las fuerzas contra las que pelearon. De allí, creo, la famosa expresión de tomar el cielo por asalto, de la que no es casual la referencia a la idea cristiana de ganar el cielo. Solo que aquí, quien asalta el cielo, sabe que no se hace merecedor del mismo a través del buen comportamiento. La tarea es asediarlo y tomarlo por asalto.

En todo caso implica esfuerzo o, en términos más actuales, implica una construcción colectiva. El cielo y todo lo que representa en la tradición desde la que se está enunciando, puede llegar a ser un lugar humano. Porque hay un tiempo y un lugar de redención de la humanidad. Existe la posibilidad, tras la lucha, tras el asalto, de tomar el cielo. De habitar el cielo, que es la tierra sin injusticia, sin explotación y entonces, «…se puede decir que surge en el mundo…algo que todos hemos añorado en la infancia y en donde todavía nadie estuvo: la patria» (Gimbernat, J. en Fraijó, M. 2005: 605).

 

Guatemala, 13 de noviembre de 1960

El 13 de noviembre de 1960 se produce un alzamiento militar en contra del fraudulento gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes, el militar de turno de la dictadura guatemalteca. Junto con otras experiencias como las jornadas de protesta de marzo y abril del 62, la llamada guerrilla de Concuá (por el lugar donde se intentó implantar), este evento marca el inicio del movimiento guerrillero guatemalteco cuya primera organización toma precisamente el nombre de Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13). Cabe decir que no resulta exento de paradoja, que parte del núcleo del movimiento revolucionario sea al inicio, precisamente, el que surge de esta asonada militar.2

No obstante, lo importante es que desde principios de la década de los sesenta, hasta mediados de la década de los noventa, distintas generaciones de hombres y mujeres, con mayor o menor grado de preparación y conciencia, con mayor o menor decisión y convicción de lucha, participaron en el intento de transformación revolucionaria de la sociedad guatemalteca a través de la vía guerrillera. A pesar de todos los errores y las fallas que se cometieron,3 esto significa un hecho extraordinario en la historia del país debido a que demuestra la voluntad y la creencia de muchos en que era posible la creación, a través de esa vía guerrillera, de un país distinto, mejor. Fue un esfuerzo sostenido por la construcción de una nación verdadera y real para todos los guatemaltecos y guatemaltecas, como tanta falta hace, incluso, ahora. Su objetivo apuntó a un mundo en que la pobreza, la exclusión, la dominación, la explotación y la injusticia, serían tan solo recuerdos del pasado y no, como siguen siendo, elementos sustantivos de la realidad nacional. Muchos dirán que partieron de ideas equivocadas, otros que los métodos utilizados fueron equivocados. Es posible.

Sin embargo, como se tratará de apuntar en estas notas, constituyó una experiencia única en la historia nacional, siendo uno de los pocos intentos de transformación en una sociedad más humana.4

 

 

Gramática de la revolución

 
Aunque apenas se encuentre esbozado, quisiera plantear la existencia de una gramática de la revolución, es decir, de un conjunto de aspectos que representan el núcleo de la vía guerrillera de la experiencia revolucionaria y que se expresa en discursos, símbolos o motivaciones existentes en la elección y desarrollo de dicha vía.5
 
Dicha gramática ayuda a comprender cómo una persona y un colectivo puede participar/ construir una elección tan extrema como es la de un movimiento revolucionario y que se realice consciente y decididamente como tal. Lo que se puede apreciar es que existe cierta unidad de discursos, símbolos y motivaciones por las cuales se elige esta vía. Este universo simbólico particular, podría concentrarse en una serie de aspectos que quisiera esbozar y que son las que permiten hablar de una posible gramática de la revolución. Muy esquemáticamente, los elementos constituyentes de dicha gramática pueden clasificarse, un tanto arbitrariamente, de la siguiente forma:
 
 

a) Rechazo a la situación de injusticia

 
Quizás el elemento más básico de una gramática de la revolución sea el rechazo de la situación de injusticia que se experimenta en relación con el mundo. Esto puede incluir experiencias complejas en que se condensan el rechazo a instituciones opresoras como la familia (que representan concretamente la realidad opresora) hasta un rechazo más amplio pero no por ello menos vital, de prácticas, situaciones e instituciones más amplias. El elemento de repudio hacia la miseria económica y la explotación vivida en carne propia o vista en los semejantes se encuentra aquí.6

 

Por ejemplo, en la perspectiva de Marco Antonio Flores7, el rechazo parece iniciarse, precisamente, en la situación de opresión familiar y luego extenderse a la situación política, aunque quizás deba señalarse que la opresión se vive por el conjunto de situaciones que incluye la realidad familiar, política, económica y cultural que le tocó vivir en su tiempo.8 Aunque se produzca en dominios separados, la vivencia de opresión se hace intolerable.
 
Un aspecto particular y muy importante en este sentido, lo constituye también la herencia de luchas pasadas y los sueños frustrados de los abuelos, lo que forma parte de la tradición de los oprimidos (el tema de la memoria es crucial). En el caso guatemalteco, la raíz del movimiento revolucionario y el conflicto armado se encuentra en la invasión promovida por la CIA para derrocar al presidente J. Árbenz en 1954, cortando el proceso democrático y la única reforma agraria realizada en el país.

b) Creencia en el cambio revolucionario 

A. Camus señala en su libro El hombre rebelde que, con la creencia en la sociedad sin clases de Marx o del advenimiento del superhombre en Nietzsche, la vocación de cambiar las cosas adquirió el carácter de una urgencia. La posible transformación ya no se dejó en el campo del más allá, sino en el del aquí y del ahora (más allá de las valoraciones que Camus realiza respecto a esta posibilidad).

 
Con todas las contradicciones que se puedan señalar, hubo un momento en que se creyó que el cambio revolucionario del mundo a través de la toma del poder del Estado era posible. Los sueños utópicos de un mundo mejor parecían realizables. Y en concreto, las aspiraciones sociohistóricas de liberación dotan de sentido a la acción revolucionaria: las aspiraciones de una mejor vida y más digna, de no ser explotado u oprimido. Precisamente, como lo plantea H. Gallardo, uno de los aspectos que mantienen la vigencia de Ernesto Che Guevara es que condensó dichas aspiraciones de liberación, de no más explotación u opresión.
 
Esta creencia, además, toma la especificidad de la creencia en el cambio revolucionario a través de la violencia. La creencia en la violencia como recurso para cambiar el mundo es un elemento altamente complejo. Desde la óptica del día de hoy, de la democracia como invisibilización de los conflictos en el seno social, es sorprendentemente fácil condenar la violencia «venga de donde venga». Pero si pasamos más allá de un discurso mediático, no existe un solo tipo de violencia y no se puede juzgar la violencia de una manera idéntica en vista de sus intenciones y resultados.
 
La lógica de la violencia estatal no es la misma que la lógica de la violencia revolucionaria. En Guatemala no fue lo mismo tanto en cantidad como en calidad la violencia que ejercieron el ejército y la policía como la violencia que ejerció la guerrilla (sabiendo, como ya se apuntó, que también hay que considerar los efectos y las víctimas de la violencia guerrillera). Ni en cantidad de víctimas ni en calidad de resultados fue lo mismo. La violencia del Estado fue implementada para anular cualquier oposición al mismo, para conservar el estatus quo injusto, arrasando y llevando igualmente a personas inocentes como a simpatizantes y combatientes del movimiento revolucionario.9
 
Por último, se puede anotar que si el sistema imperante en aquellos años (y aun hoy) fuera un sistema que promueve la vida o fuera el mejor de los mundos posibles, la actividad revolucionaria hubiera sido un sinsentido. Pero dado cómo es el mundo, cuánto sufrimiento y dolor humanos son inherentes al sistema en que vivimos, un cambio revolucionario, la concreción de un mundo sin que se ejerza una dominación de muerte era (y es) un objetivo deseable. Parte de ese «anhelo de justicia» y esperanza de un mundo distinto se encuentra condensada en el recuerdo de un militante sobre un momento concreto de su experiencia revolucionaria:
 
«aquellos amaneceres esplendorosos, llenos de celajes, árboles, trinos de pájaros y militantes-combatientes en formación militar, llenos de sueños e ideales, en la región más luminosa y verdi-azul de nuestra dulce y tormentosa patria». (Bravo, M. 2008: 72).
 

c) Ruptura con la vida previa y voluntad de sacrificio

 
Lo dicho hasta ahora puede considerarse bajo el malestar concreto frente a lo existente y el impulso utópico de cambio hacia eso existente. Pero esto no explica por sí solo la obstinación y la paciencia que se debe mantener para hacerse revolucionario. La insatisfacción existente y el deseo de cambio son el motor, pero no se puede lograr un esfuerzo sostenido de años, quizás de una vida completa como en algunos revolucionarios, sin el pulimiento de la voluntad. Sin considerar la necesaria voluntad de sacrificio que implica hacer una revolución.
 
La voluntad de cambio y sacrificio es tan fuerte que logra realizar un acto no bastante usual: la ruptura con la vida previa. Se elige una forma de vida distinta a la forma anterior que se caracteriza por las privaciones, la inseguridad, la violencia, frente a una vida que supone cierto grado de continuidad, seguridad, comodidad, etc.
 
En el testimonio de Yolanda Colom (2000) se encuentra bien claro este componente de ruptura. Para poder participar en algo en lo que cree, Colom tiene que realizar diversas renuncias. Tiene que abandonar la comodidad de una existencia que supone cierta continuidad y comodidad. El gesto incluye algo que se revela para la misma protagonista como lo más duro y lo que le implicó la más grande renuncia: abandonar la oportunidad de estar con su hijo de pocos años.
 
Creo que no es necesario exagerar lo doloroso que puede ser este punto. La vinculación madre-hijo, comprendida desde nuestro marco cultural, sin atender a referencias míticas, es verdaderamente configurador para cualquier existencia. Se es madre de manera, digámoslo, así, «esencial». Romper con ello es verdaderamente difícil y puede crear varios malentendidos. El más obvio, claro, es pensar en la madre «desnaturalizada», lo cual es un claro equívoco. No obstante, el hecho que exista una visión cultural que pretende la maternidad como una relación natural, habla de la importancia que se le da a ese vínculo y la dificultad que supone romper con ese vínculo. Es posible que de los testimonios existentes sea, en este de Colom, donde mayormente se advierta lo verdaderamente difícil que es la ruptura con la vida previa, lo que exige, indudablemente, una voluntad de sacrificio.
 
Otro ejemplo se advierte en el esbozo que M. Bravo da sobre «Carranza» un revolucionario «de los de siempre», donde refiere que al final de su vida y en condiciones casi miserables, éste continuaba trabajando por la organización y que, al ofrecérsele ayuda para arreglar su situación, contestó que estaba

«dispuesto a recibirla siempre y cuando fuera para cubrir los costos de movilización para ir a atender a la gente de las comunidades que siempre andan preguntando que cómo va la organización» (Bravo, M. 2008: 71).

d) Construcción de un espacio totalizante de la experiencia

 
La experiencia revolucionaria es de suyo religiosa. ¿Por qué? Porque resulta en un compromiso total, que necesariamente expresa testimonio y mantiene una visión de un mundo distinto, mundo que emerge o debiera emerger, no obstante, del propio compromiso y testimonio.
 
La identidad se reconfigura a partir de la experiencia en la organización revolucionaria del militante y de la propia organización. Creo que este es el sentido de una expresión que no está exenta de ironía en Flores: «Militante de cuerpo y alma» para referirse a un personaje de Los compañeros, pero que expresaba la importancia de la organización en la vida total del militante. No solo en el plano de la acción sino también de la misma elección10. Como lo plantea Forster:

«Desde los complejos dispositivos teóricos hasta las formas más elementales de la cotidianidad fueron marcadas por la gramática de una militancia capaz de entrelazar lo público y lo privado o, en muchos casos, capaz de doblegar lo privado en función de la relevancia absoluta del espacio eclesial o comunitario. Una forma de vida que involucraba las ideas y la existencia familiar, los estudios y el trabajo, la elección de pareja y las amistades hasta consolidar una verdadera máquina de construcción de subjetividad que se definía desde y a partir de la organización a la que se pertenecía». Forster, R. en Lorenzano, S. & Buchenhorst, R, eds. 2007: 84-5).11

 

 
En término de relaciones humanas, era inevitable que se establecieran relaciones amorosas, de amistad y de compañerismo entre los militantes. La relación de Mario Payeras y Yolanda Colom puede ser ejemplar al respecto. Los fuertes lazos afectivos que se van formando adquieren su expresión más gráfica en la reacción de duelo que se produce y va persiguiendo a los combatientes al perder un amigo o un compañero.

e) Solidaridad

 
La solidaridad es una experiencia humana general, pero que se produce de forma notoria en situaciones límite como las producidas en la guerrilla. Al respecto quisiera ejemplificar con un caso conmovedor sucedido en la experiencia de la guerrilla salvadoreña. Chiyo es un joven que ha perdido a 3 hermanos en combate y que ha visto asesinados a su madre y a su hermana por el ejército salvadoreño.

Por eso mismo, por esa combinación de empobrecimiento y violencia sufrida, se suma a la guerrilla como opción por darle carácter propio a su vida. Allí se constituye como sujeto: combatiente por un ideal, alegre, participante activo de las tareas en los campamentos. No obstante, se entera de que su único hermano sobreviviente muere en combate.

«…Vino alguien, no sé quién, y le dijo a Chiyo:

– Pajarillo murió. Ayer cayó en combate.

Para el cipote12 fue demoledor. No comió esa tarde, no habló con nadie, se desveló toda la noche. Nosotros, que nunca lo habíamos visto triste, porque él era quien nos alegraba en el campamento, no sabíamos qué hacer. ¿Qué podés decir en un caso así, «mi más sentido pésame»? Yo estaba escribiendo un volado para la radio y lo miraba a unos metros, sentado en un troncón, solo, cabizabajo, haciendo dibujitos en la tierra. En eso, se acercó Martín, otro cipote combatiente, un poco mayor que Chiyo, y que se le quedó mirando un rato. Luego, con una ternura que yo jamás había escuchado le dijo:

– No te ahuevés13, Chiyo. Yo también soy tu hermano.

Chiyo levantó la cara. Y se sonrió». (Vigil, M.)

 

Subjetividades resistentes

Las subjetividades resistentes, una de cuyas expresiones más radicales sería lo que en aquellos lejanos tiempos se expresaría con la idea de una moral revolucionaria, no es algo lineal. D. Feierstein plantea que son resultado de la encarnación de distintos procesos sociales en el sujeto, que no es un sujeto transparente, sino atravesado de contradicciones, pero que, y esto es lo importante, ofrece lucha y resistencia frente a las contradicciones que siente como negaciones de él y de sus relaciones (incluso de colectivos mucho más amplios).

La subjetividad resistente, que se encuentra en diversos testimonios de quienes han escrito su experiencia, puede articularse en torno a las ideas de revolución y cambio social. No solo como ideas que expresan una racionalidad instrumental, sino un complejo conceptual y afectivo de enorme valor en el sujeto que lo encarna.

Esto fue lo que sirvió de marco para la realización de una experiencia de lucha continua, contradictoria, desesperada y, en sus mejores momentos, emancipatoria, de los hombres y mujeres guatemaltecos que se aprestaron a asaltar el cielo.

 
 

BIBLIOGRAFIA

Bravo, M. (2008) «Carranza y un amanecer de auroras y esperanzas» en Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Julio/Septiembre No. 9.

Camus, A. El hombre rebelde/ El mito de Sísifo. Ensayo sobre el absurdo (1959). Trad. Luis Echávarri. Buenos Aires. Editorial Losada, S.A. (1953).

Colom, Y. (2000). Mujeres en la alborada. Guatemala, Editorial Artemis.

Feierstein, D. (2000) Seis estudios sobre genocidio. Buenos Aires, EUDEBA.

Figueroa, C. (1999) Los que siempre estarán en ninguna parte. La desaparición forzada en Guatemala . Guatemala, Grupo de Apoyo Mutuo.

Flores, M. (2000) Los compañeros. Guatemala, Editorial Piedra Santa.

Fraijó, M., comp. (2005) Filosofía de la religión. Madrid, Trotta, 3ª edición.

Hobsbawm, E. (2003) Revolucionarios. Trad. Joaquín Sempere. Barcelona, Crítica.

Lorenzano, S. & Buchenhorst, R, eds. (2007) Políticas de la memoria. Tensiones en la palabra y la imagen. Buenos Aires, Universidad del Claustro de Sor Juana-Editorial Gorla.

Mèlich, J. (2010) Ética de la compasión. Barcelona, Herder Editorial, S.L.

Steiner, G. (2005) Gramáticas de la creación. Trad. Andoni Alonso & Carmen Galán Rodríguez. Madrid, Ediciones Siruela, 4ª edición.

Tischler, S. (2009) Imagen y dialéctica. Mario Payeras y los interiores de una constelación revolucionaria. Guatemala, F&G Editores.

Vigil, M. Las mil y una historia de la Venceremos. San Salvador, UCA Editores.

 

Notas:

1 El Ejercito Guerrillero de los Pobres (EGP) fue una de las organizaciones revolucionarias guatemaltecas más importantes.

2 Resulta paradójico, al menos, porque la confrontación posterior tuvo como principales actores al ejército guatemalteco y a las organizaciones revolucionarias que se enfrentaron en una verdadera guerra sucia. Además, marca claramente el inicio del conflicto armado interno que dura oficialmente hasta la firma de la paz en 1996.

3 Un balance crítico debe reconocer que incluso hubieron crímenes cometidos por varias unidades guerrilleras, especialmente durante lo más cruento del conflicto.

4 Falta todavía, según creo, una historia crítica de la guerrilla guatemalteca. Existen varios testimonios y trabajos muy buenos sobre dicho período. Un análisis muy interesante lo realiza S. Tischler en su libro Imagen y dialéctica. Mario Payeras y los interiores de una constelación revolucionaria de 2009.

5 Debo indicar que la expresión gramática de la revolución está inspirada en la expresión gramáticas de la creación del libro del mismo título de G. Steiner, aunque resulte obvio que está muy alejada por muchísimas razones del contenido y de otros aspectos de tal trabajo. Para una definición de una «gramática de lo humano» se puede ver el libro Ética de la compasión de J. Mèlich.

6 Para E. Hobsbawm, las personas que se hacen concientemente revolucionarias lo hacen a partir de que ciertas expectativas de vida no pueden llevarse a cabo en las condiciones normales. En otras palabras, hay un fuerte sentimiento de insatisfacción frente a expectativas existentes: «Una vez más, lo que empuja a la gente hacia un revolucionarismo consciente no es lo ambicioso de sus objetivos, sino el aparente fracaso de todas las vías alternativas para alcanzarlos, el cierre de todas las puertas que conducen a ellos» (Hobsbawm, E. 2003: 350).

7 Quien realiza una aproximación literaria de su participación y que evidencia la cólera y frustración del autor por el rumbo que tomó la guerrilla guatemalteca.

8 Vale recordar que Guatemala ha experimentado una cruda explotación especialmente de la población indígena y una de las dictaduras más sangrientas que se han dado en América Latina.

9 Que justo es decirlo, como lo recuerda el sociólogo guatemalteco Figueroa Ibarra, merecían juicio y no el cruel suplicio de la desaparición forzada. Ver Figueroa, C. 1999.

10 Hace algún tiempo, un militante de larga trayectoria me contaba en un correo electrónico «luego de graduarme, en 1975, me ofrecieron en marzo de 1976 una beca para ir a estudiar una maestría a Francia en ciencia, técnica y desarrollo rural. Ya te imaginarás, estaba requeteentusiasmado con la idea de irme, porque además, después de eso, me daban la opción para quedarme estudiando el doctorado. Pero yo ya estaba involucrado en la Juventud Patriótica del Trabajo, así que el día que me reuní con mi responsable para comunicarle que me iba, éste, con voz de trueno me espetó «Y vos ¡porqué putas querés convertirte en un profesional liberal si tu lugar está en la revolución!. ¡Dejate de mierdas que tu lugar está junto a las luchas de tu pueblo…!».

11 Indudablemente que esto recuerda la idea de instituciones totales de E. Goffman.

12 Niño en el habla salvadoreña.

13 Modismo que en la expresión significa: «No te atemorices» «No te preocupes».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.