Tal como lo anunciaban negros nubarrones sobre el cielo peruano, la crisis se desencadenó como una verdadera tormenta. Desde todos los ángulos, le llovieron cuestionamientos y críticas al Presidente Kuczynski, que atinó apenas a pronunciar un alegato poco convincente que no despejó dudas, sino más bien abrió nuevos interrogantes. Los documentos entregados a la prensa […]
Tal como lo anunciaban negros nubarrones sobre el cielo peruano, la crisis se desencadenó como una verdadera tormenta. Desde todos los ángulos, le llovieron cuestionamientos y críticas al Presidente Kuczynski, que atinó apenas a pronunciar un alegato poco convincente que no despejó dudas, sino más bien abrió nuevos interrogantes.
Los documentos entregados a la prensa por la Comisión Lava Jato, dejaron incrementaron la confusión en un buen sector de la ciudadanía que ya abrigaba dudas respecto a las honradez de sus gobernantes, y que hoy mira con desencanto el rostro del mandatario.
El tema trae a colación diversos elementos. Uno de ellos ha sido planteado por el fujimorismo que, buscando jalar agua para su molino, ha sostenido que la denuncia pone en evidencia el fracaso de quienes buscaron cerrar el paso al Poder de Keiko Fujimori. Sosteniendo esa «idea», el congresista Héctor Becerril asegura que la culpa de la crisis la tiene la izquierda, por haber votado por PPK en el 2016; en tanto que Aldo M. sostiene que es éste el responsable de todo, por haber combatido a Keiko en lugar de gobernar con ella, ofrecerle «garantías» para su accionar, e impunidad para su padre, el depuesto reo en cárcel.
Ambas interpretaciones pretenden eludir lo inocultable. Por un lado, por el hecho que lo que vivimos, más que una «crisis de la sociedad peruana», configura un proceso de descomposición galopante de la Clase Dominante, que se empeñó, desde los años 80 del siglo pasado en imponer a raja tabla y por la fuerza un «modelo» de gestión neo liberal, que hoy hace agua por todas partes. Este, no solo reporta ingentes ganancias para las Corporaciones y el Capital Financiero, sino que denigra y envilece a amplios sectores de la vida nacional alentando un proceso individualista y pragmático que lleva a la gente a buscar «caminos propios» para enriquecerse de cualquier modo. La corrupción es consustancial a tal esquema.
Las denuncias de Odebrecht y otras, asoman casi como en un laboratorio, y muestran el mecanismo usado por quienes, a la sombra del Poder, se han hecho ricos. Ellos no han acumulado fortuna con un trabajo eficiente y esforzado; sino valiéndose de resortes vedados, los que han servido, en otra escala, a los actuales gobernantes peruanos ahora en salmuera. Coimas, donaciones, contratos dolosos, negocios turbios; han estado siempre en la base de la acumulación de fortunas de los poderosos. Así han hecho fortuna los Graña y Montero, los Camet, los Romero, Los Miro Quesada, y todos los que se creen «los dueños» del Perú.
Fueron ellos al calor de la demanda del Imperio, los que impusieron el «Modelo» Neo Liberal y respaldaron el golpe fascista de abril del 92 y la Constitución espuria que nos maniata Porque eso es así, cuando cayó la dictadura, ese segmento opresor se empeñó en asegurar la continuidad del «modelo» y su norma legislativa. Mantuvieron incólumes ambas herramientas en todas las administraciones posteriores incluida la de Humala.
Por otro lado, el 2016 los peruanos concurrimos a la urnas, no para elegir al gobierno que queríamos, ni escoger a un legítimo representante de nuestro pueblo. Puestos en una coyuntura excepcionalmente difícil, y ante dos enemigos declarados de los trabajadores, optamos por escoger a cuál de ellos preferíamos enfrentar. El Neo liberalismo -encarnado en PPK- implicaba la dictadura de clase de la burguesía; en tanto que el keikismo era la ruta del fascismo en todo su esplendor. Con la mayor responsabilidad, y a sabiendas, optamos por la primera alternativa porque la segunda, era simplemente intolerable.
El régimen Neo liberal ha hecho crisis, del miso modo que el Alanismo y la Mafia Keikista. Ninguno constituye alternativa razonable hoy. Por eso hay que tener mucho cuidado cuando se plantean «salidas» a corto plazo. Proponer simplemente un «adelanto de elecciones» sin cambiar para nada las reglas en boga, no constituye camino. Hacer elecciones con los Partidos inscritos y las normales legales vigentes, es abrir las puertas de par en par, a la mafia fujimorista. Promover una «Asamblea Constituyente» en los mismos términos, tampoco implica avance. Tendremos como «constituyentes», a los hoy congresistas de la Mafia Fujimorista, o del APRA. Y ellos convalidaran sin rubor el «modelo» Neo Liberal vigente.
Estas consignas, podrían resultar justas en otras condiciones, cuando la unidad del pueblo, la organización de las masas, la conciencia política de la ciudadanía y su voluntad de lucha, estuvieran asentadas sobre bases firmes. Y es eso precisamente, lo que no ocurre. Pero como bien dice Félix Jiménez, la tarea popular ahora, y en concreto es, «cerrarle el paso al fujimorismo. Es la «causa causarum» de la actual degradación moral. La coyuntura política actual exige no perder de vista esta premisa. Para ir desbrozando el camino de una solución democrática hay que ir más allá de las declaraciones individuales partidarias. Los pronunciamientos y acciones futuros deben ser de coaliciones democráticas y progresistas más amplias. La coyuntura exige unidad de estas fuerzas democráticas y progresistas».
Pretendiendo pescar a rio revuelto, y valiéndose de la confusión reinante, la Mafia busca implementar un virtual Golpe de Estado. Destituir al Fiscal de la Nación, cambiar la composición del Tribunal Constitucional, apoderarse de los órganos supremos de control del Estado, liberar al genocida encarcelado, y asegurar la más absoluta impunidad para García y Keiko, acusados de muy graves delitos.
En esa línea, buscan derribar a la mala a PPK para hacer lo propio con los Vice Presidentes de su gestión y colocar en el gobierno al titular del Congreso, Luis Galarreta. Ese es el sueño de Keiko, porque derivará en una convocatoria electoral que, en pocos meses, la convertirá en Gobernante electa. Ella denominará su gestión como de «salvación nacional». Eso sería un «sálvese quien pueda».
Tal es por cierto, la gravedad de la crisis. Y ella sólo tendrá una salida que podría parecer utópica para quienes no tienen confianza en el instinto de las masas ni en la fuerza del pueblo unido. Para enfrentar el colapso actual, la lucha es el camino. Urge la movilización organizada los trabajadores para imponer una salida democrática y popular a la crisis. El accionar de las masas es la única garantía seria de democratización de la sociedad. Representa la fuerza de un pueblo que no se dejará engañar por la prédica demagógica de los charlatanes del sistema.
Inteligencia y valor, requiere el movimiento popular en una circunstancia como esta. Y defensa de altos y auténticos principios democráticos. En ese marco, el pueblo no cejara en su lucha reduciéndola a la renuncia del Presidente, ni extendiéndola a un quimérico «que se vayan todos» -consigna importada de la Argentina de los 90, donde existía una fuerte base social peronista, que fue la fuente de la recuperación de país- Aquí se requiere: cerrar el congreso espurio, abolir las normas legales restrictivas vigentes que impiden que el pueblo decida su futuro en las ánforas, derogar la Constitución dictatorial de los 90 y poner fin al «modelo» Neo Liberal que atenaza nuestra economía y nos ata al capital financiero.
Esta es -entendámoslo claramente- una expresión gráfica de la lucha de clases: la burguesía ha fracasado como sistema de dominación y el país requiere una solución de largo aliento en cuya base los trabajadores jueguen el rol fundamental.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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