No hay duda que nuestro continente transita un momento de cambios políticos. Como tampoco que los mismos generan dentro de la izquierda y el movimiento popular distintas miradas sobre la etapa que terminó y sus conclusiones, sobre que tareas tenemos por delante y sobre qué proyecto hace falta construir hoy. Días atrás, en una reunión […]
No hay duda que nuestro continente transita un momento de cambios políticos. Como tampoco que los mismos generan dentro de la izquierda y el movimiento popular distintas miradas sobre la etapa que terminó y sus conclusiones, sobre que tareas tenemos por delante y sobre qué proyecto hace falta construir hoy. Días atrás, en una reunión e intercambio entre compañeros que hacemos la web «Portal de la Izquierda», se debatieron muchos de estos temas, con una mirada común en aspectos importantes y diversas visiones sobre otros. Aquí socializamos nuestro aporte con opiniones sobre los debates que recorren Latinoamérica, porque creemos indispensable analizar lo que pasó y proponer positivamente nuevas tareas, si pretendemos que la izquierda anticapitalista juegue un rol protagónico en el período que se abre. Nuestra contribución tiene ese objetivo, y para eso la compartimos con todas las compañeras y compañeros de la izquierda política y social, y con los trabajadoras/es y la juventud que se interesan por estos temas de actualidad.
El mundo y nosotros
En el marco de la crisis capitalista global que continúa, nuestro continente está entrando en una nueva situación, y para comprenderla vemos importante no perder de vista la relación entre esa crisis general y los cambios que se están produciendo en Latinoamérica. La primera etapa de la crisis en 2007-2008 no había entrado en el continente y los fenómenos políticos variados de esos años navegaron con esos elementos a su favor. Al entrar años después la crisis económica con fuerza, ahí comienzan a entrar en crisis más profundas gobiernos como el argentino del FPV, el brasilero del PT, el venezolano del PSUV y otros. El fracaso que se evidencia actualmente por parte de estos diferentes modelos se explica por la combinación de la entrada fuerte de la crisis y las equivocadas respuestas que tuvieron frente a la misma, actuando de manera funcional a sectores de la gran burguesía y las corporaciones. En los momentos de más tensiones es donde se ve que los proyectos en cuestión no pueden enfrentar bien la situación y caen de una u otra forma en medidas de ajuste que los terminan haciendo romper con franjas de masas. Desde el 2013 en adelante, por tomar una fecha general, se van desgastando más profundamente estos gobiernos hasta caer en dos casos (Argentina y Brasil) y estar en franco retroceso el tercero (Venezuela).
Por otra parte, el marco de continuidad de la crisis global nos sirve también para analizar la perspectiva, y ver que la misma es de profundización o mínimo de continuidad, y esto repercute en la necesidad de que los gobiernos actuales ajusten con fuerza y tenga en eso semejanza con Europa, que por no salir de la crisis vive un proceso similar. Donde se combinan fuertes ajustes, resistencia y lucha de clases y en algunos casos nuevos fenómenos políticos o posibilidad de que surjan a mediano plazo. En el caso de Latinoamérica, surge bastante claro esa combinación en la actualidad de ajuste, luchas y posibilidad de nuevas alternativas frente a la crisis de los viejos proyectos.
Además, el marco internacional general también nos sirve para precisar la política de EEUU, que es más ofensiva sobre el continente (mostrando que sigue siendo el principal imperialismo aún en su debilidad) y en competencia con China, que no deja de intentar ganar terreno, aunque en la coyuntura el acuerdo Transpacífico y ahora los primeros pasos de Argentina a favor de ese bloque, fortalece más la política de EEUU que la de otros imperialismos que actúan en la región, aunque Macri, necesitado de nuevas inversiones, también tiende puentes hacia Merkel y la UE. Dentro de esto entra la propia situación interna de EEUU que no está en su pico de peor crisis económica pero igualmente la crisis y problemas sociales internos son de magnitud. Eso explica el carácter de las elecciones primarias, la emergencia de Trump por derecha, los debates sucedidos y el amplio espacio que encontró la candidatura de Sanders con sus propuestas. Aunque lamentablemente, como ya lo había anticipado le da su apoyo a Hillary, mostrando sus limitaciones políticas y programáticas. En ese país habrá que ver si surge del espacio electoral que reflejó Sanders algo nuevo por fuera del Partido Demócrata, que es la política más correcta que tenemos que impulsar, si queremos ayudar para que surja algo positivo contra el régimen de conjunto impulsado por la izquierda política y social de EEUU. Hoy ya se suceden reuniones y grandes asambleas donde todo esto se debate.
Latinoamérica; una etapa nueva en desarrollo
En relación a la nueva etapa en el continente hay que colocar con fuerza su diferencia con los 90, ya que está a la moda decir que «volvió el neoliberalismo». Y aunque en las medidas de ajuste se parece bastante, en otras cosas esenciales no: este cambio político se da en otro contexto mundial de crisis capitalista y con otra situación de los aparatos y regímenes, con mayor debilidad y mucho menor control sobre el movimiento de masas. Por eso donde hay luchas fuertes, Macri trastabilla o Temer es cuestionado en pocas semanas. Si la derecha ganará el poder en Venezuela ¿Cómos sería ese régimen? Débil, inestable, teniendo que soportar muchas luchas sociales. Esto es parte de la realidad y es bueno marcarlo, no para ser facilistas ni unilaterales, porque las derechas actúan con fuerza, pero sí para cuestionar la visión incorrecta de que vamos a una «noche negra», con una derecha superpoderosa. La enorme movilización popular antitarifazos del jueves 14 de julio con cacerolas en toda la Argentina, es tan solo una muestra de esa situación que condensa fuerte lucha social y dificultad de los nuevos gobiernos. Cómo son también otro ejemplo las luchas estudiantiles en Chile, en Paraguay, las movilizaciones antimineras y campesinas en Perú, las movilizaciones en Colombia y tantas otras en diversos países de la región.
Por todas estas cosas, no vemos correcto como definición general para el continente hablar de giro a la derecha; sí hay cambios innegables, franjas que tienen concepciones más conservadoras y una acción clara de las derechas que recuperan espacio político, hay confrontaciones, luchas que se ganan y otras que no, pero no vemos un cambio cualitativo en la relación de fuerza entre las clases, y sí fuere ascenso y más resistencia en curso. Es necesario precisar esto para comprender la perspectiva, para mejor intervenir en las luchas y mejor interactuar con la nueva vanguardia que surgirá en esta etapa y buscara hacia la izquierda respuestas a la situación que vive.
Por otra parte, un elemento central de los cambios que vivimos es el derrumbe político de los proyectos y gobiernos que dominaron la etapa anterior, la etapa de dominio regional del PT brasilero por un lado y del bolivarianismo por el otro se está terminando. Con sus diferencias, estos dos proyectos han retrocedió cualitativamente, lo mismo vale para el kirchnerismo en Argentina y globalmente para los llamados «gobiernos progresistas». Sacar conclusiones profundas y correctas del porqué de esos fracasos es una de las tareas centrales para la izquierda anticapitalista. Entre otras cosas, porque la fuerza social que le dio sustento y los sectores populares que buscan salidas progresivas siguen actuando, pero necesitan expresarse en otras alternativas diferentes.
El PT y su rol negativo en Brasil y en la región
Un fracaso evidente es el del proyecto del PT de Brasil, actor regional clave. Se derrumbo en medio de aplicar un fuerte ajuste, el aparato político más importante que hace años controla la situación brasilera y regional tratando de que nada fuera más a la izquierda y actuando para contener años atrás el avance del bolivarianismo. La derecha y las elites brasileras aprovecharon ese derrumbe para votar el impeachment y colocar un gobierno reaccionario, más no hubieran podido hacerlo sin la base de decepción y ruptura de franjas de masas con el PT y su gobierno, que desde el 2013 viene enfrentando huelgas y movilizaciones estudiantiles y populares, votando una ley antiterrorista similar a la de Argentina.
Lamentablemente, de las banderas y luchas originarias del PT no queda nada en su estructura dirigente, se consumieron entre medidas de ajuste, acuerdos con el gran capital y corrupción desde el poder del estado. El PT fue estos años gerenciador de grandes corporaciones petroleras, megaconstructoras, capitales agroindustriales y sojeros y entidades financieras, y desde esa ubicación quedó envuelto en verdaderos hechos de corrupción a gran escala en alianza con grandes corporaciones como Odebrecht. Hasta la corporación de medios «O Globo» recibió bajo el gobierno petista más de 6 billones de reales. Su desbarranque no es de hoy sino que viene desde 2013 con las enormes movilizaciones de la juventud y huelgas posteriores que muestran el descontento social masivo que desencadeno en la última crisis política que la derecha aprovechó.
Argentina y el FPV, otro fracaso innegable
En nuestro país, donde hoy vivimos el ataque del macrismo no podemos menos que recordar que esta derecha no apareció de la nada, sino que fue ganando peso primero en la Capital ,donde el bloque legislativo del FPV durante años le votó proyectos centrales de gobierno, permitiéndole avanzar y consolidarse. Y sobre todo, el macrismo llegó hasta aquí porque el FPV en 12 años de gobierno no tocó los resortes centrales de la estructura dependiente del país, que hubieran permitido otorgar mejoras cualitativas al movimiento obrero y popular. Se mantuvo la misma matriz energética, de negociados financieros, de expoliación de corporaciones megamineras, de extensión de la frontera sojera, de oscuros negociados inmobiliarios en las grandes ciudades y continuidad de privatizaciones en los servicios públicos. Pese a algunas medidas muy parciales, nada de esto cambió el FPV, por eso el descontento y los problemas sociales fueron creciendo hasta expresarse en su derrota electoral, y hoy desfilan, uno por uno, ex funcionarios corruptos por los tribunales, en medio de la decepción de buena parte de su base social que honestamente creía en ese proyecto hoy en desbarranque.
A la hora del balance del kirchnerismo, aunque tomemos en cuenta que lo han apoyados sectores populares, no podemos dejar de lado su génesis esencial; llegó al poder como representante de un sector del PJ; partido puntal del régimen burgués argentino, y siempre fue, en acuerdo con los jerarcas de ese partido y de gran parte de la burocracia sindical, que Néstor y Cristina llevaron adelante su modelo. De ahí que lejos de cualquier proyecto emancipador siempre se definieron defensores del capitalismo, de su régimen y sus leyes, por eso ningún cambio estructural profundo y positivo podía venir de la mano de dirigentes que hacen parte de la casta política y de la metodología de enriquecerse desde la función pública.
Venezuela, de Chávez al derrumbe de Maduro. Los límites del nacionalismo
En Venezuela todavía no hay un desenlace pero sí una dinámica clara de retroceso y una ruptura de franjas de masas con Maduro y su proyecto, que abandonó los aspectos más positivos del legado de Chávez y avanzó en un pronunciado curso de ajuste, bonapartismo antidemocrático y negociados con corporaciones mineras y petroleras, mientras no se garantiza el acceso de la población a alimentos, remedios y necesidades básicas. El gobierno y régimen actual de Maduro, expresa una mutación cualitativa y regresiva, una involución en comparación a los mejores años del bolivarianismo. En esa situación la derecha de la MUD trata de capitalizar para el proyecto proimperialista que representa. Lamentablemente, para los cientos de miles que en todo el continente habían visto el proyecto bolivariano con expectativa, Venezuela es hoy la muestra más clara de una decepción que visibiliza el fin de la etapa anterior.
No es menor, dada la simpatía continental y apoyo que tuvo el bolivarianismo, preguntarse por qué se derrumbó hasta llegar a la triste realidad actual. En nuestra opinión, y más allá de los distintos momentos y etapas que vivió esa experiencia, en el fondo del retroceso están las limitaciones insalvables que tiene todo proceso nacionalista que se frena sin proponerse seriamente transformar de manera anticapitalista las relaciones sociales y económicas. El siglo XX estuvo signado por muchos procesos nacionalistas, con sus similitudes y diferencias, y la matriz común de quedarse en los márgenes del capitalismo los fue haciendo retroceder. Recordemos que en nuestro continente, solo Cuba dio un salto de calidad en los 60, precisamente porque se decidió, apoyado en la movilización popular, a quebrar la estructura capitalista de la isla. (Aunque no podamos referirnos en este artículo, es bueno marcar que hoy Cuba ha emprendido, lamentablemente, el camino opuesto)
Algunas de las experiencia nacionalistas como la bolivariana, fueron el subproducto de revoluciones y revueltas populares contra los viejos regímenes, y en el caso de Venezuela Chávez fue su emergente político. Sucede que la historia de las revoluciones, del tipo que sean, siempre hay que analizarlas de acuerdo a su realidad y pueden tener diferencias y reflejar fenómenos nuevos. Lo que no ha cambiado todavía es que todo proceso revolucionario está regido por lo que Nahuel Moreno decía, recordando a Trotski, en sus estudios sobre la revolución permanente en 1984: » o bien esas revoluciones se profundizaban cada vez más, se hacían más mundiales hacia afuera y más socialistas hacia adentro, o bien se paraba o se retrocedía y la que avanzaba era la contrarrevolución» (1). El balance del bolivarianismo no está exento de esta dinámica de los procesos políticos, sociales y de las revoluciones.
El proyecto bolivariano, nacido en otro contexto internacional, arrancó en Venezuela en vida de Chávez con medidas sociales y la nacionalización del petróleo en medio de intentos golpistas de la oposición de derecha que fue derrotada, y estuvimos del lado del proceso en cada una de esas confrontaciones, a diferencia de las organizaciones del trotskismo sectario que se ubicaron por fuera de este proceso y hoy vegetan en la marginalidad política en Venezuela. En nuestro caso, junto a Marea Socialista llevamos adelante una política revolucionaria, de verdadero trotskismo y leninismo, alejada del sectarismo y compartiendo la lucha antiimperialista con diversos sectores. Desde esa ubicación hoy tenemos que evaluar la estrategia de fondo bolivariana, si fue correcta o no, y si no lo fue, porqué causas.
En nuestra opinión, tanto fronteras adentro de Venezuela como en su política internacional y regional, se vieron sus limitaciones. Pese a haber tenido en un período fuertes elementos de independencia política del imperialismo, a nivel continental el chavismo fue retrocediendo del proyecto ALBA a capitular a la política del lulismo y el PT y abrazarse al Mercosur, que no es otra cosa que un acuerdo regional dominado y al servicio de las burguesías dominantes de Brasil fundamentalmente y de Argentina. Chávez cedió a ese proyecto. Y en lo interno, de las primeras nacionalizaciones y medida sociales no se avanzó progresivamente a medidas de ruptura anticapitalista, y se detuvo en la economía mixta y el rentismo petrolero, esa es la base central del proceso de surgimiento de una nueva boliburguesia parasitaria que vive al amparo de los millonarios negocios del petróleo. Como dice una vieja frase marxista «el ser social condiciona el pensar» y los funcionarios asociados a multinacionales petroleras solo piensan en continuar y agrandar su ubicación social acomodada.
Ante esta realidad, y buscando un camino anticapitalista frente a la crisis, nuestro compañero Gonzalo Gómez, uno de los principales dirigentes de Marea Socialista proponía en un artículo publicado en aporrea, org, entre otras cosas lo siguiente: «Ni un dólar más a la burguesía. Que el Estado monopolice, bajo control social y de anticorrupción, todo el comercio exterior y sea el único importador de los bienes esenciales de nuestro pueblo. Centralización nacional con control social y anticorrupción, de todos los dólares del país que ingresan por el petróleo que estén depositados en fondos del exterior. Repatriación de los dólares fugados o confiscación de bienes y medios económicos a los defraudadores de divisas. Publicación y sanciones para el listado de empresas y personas responsables del fraude con los dólares del SITME y de CADIVI…Intervención y control estatal y social de todo el sistema bancario privado que opera en el país, con participación de los trabajadores bancarios, para financiar el funcionamiento económico. Control centralizado, con seguimiento social y anticorrupción, de los todos los fondos que maneja la banca pública…Urgente recuperación de la producción estatal de alimentos y de productos de consumo básico y plan de emergencia para el desarrollo endógeno y sustentable de la producción basada en la propiedad social no capitalista. Expropiación bajo control obrero y popular de aquellas grandes empresas incursas en las grandes operaciones de acaparamiento y especulación o contrabando de extracción» (2) . Nada de esto fue escuchado y se avanzó en sentido inverso. Por eso la Venezuela decadente de Maduro, con su salto bonapartista, es la versión final de un proyecto nacionalista que, como tantos otros en la historia, de quedarse a mitad de camino termina retrocediendo y cediéndole lugar a la derecha.
De la experiencia venezolana y de la izquierda revolucionaria dentro de ese proceso, queremos destacar a nuestros compañeros de Marea Socialista, organización fundada en el 2007 (hecho en el que tuve la alegría y responsabilidad de ser parte) y que es hoy de las más dinámicas en la izquierda antiimperialista y anticapitalista de ese país. Si hoy logró visibilidad política y más posibilidades de avanzar creemos que se debe a dos cuestiones centrales; una el ser parte del proceso, de sus organizaciones y luchas cotidianas, el haber estado y estar palmo a palmo defendiendo lo conquistado y desde allí proponiendo permanentemente avanzar en sentido anticapitalista. Lo otro, el haber comprendido mediante la experiencia práctica que la estrategia del gobierno era otra, y que por eso mantener una total independencia del gobierno era un elemento indispensable para no ser cooptados ni deglutidos por el aparato burocrático del estado. Pese a tener reconocidos cuadros y dirigentes de muchos años de experiencia y tradición, no fue la búsqueda de un puesto de gobierno su política ni objetivo, para nosotros una decisión muy correcta, ya que un gobierno nacionalista y rentista con fuerte peso burocrático en su seno, no puede modificarse individualmente desde adentro, como pueden creer otros compañeros de izquierda. De hecho importantes, honestos y muy valiosos compañeros que provenían de otras tradiciones de izquierda y que fueron en algún momento parte del gobierno terminaron saliendo -o fueron sacados- y hoy comparten peleas y proyectos con nuestra corriente. La política de Marea Socialista fue y es el impulso por abajo, en las organizaciones obreras y populares de una construcción política que combina el antiimperialismo y el anticapitalismo, en vida de Chávez proponiéndole que tomara un rumbo anticapitalista y diera un poder realmente protagónico al pueblo en lugar de empoderar a fracciones de la burocracia, y hoy directamente convocando a construir una nueva referencia por fuera del PSUV y de la MUD, un tercer campo de verdad emancipador para Venezuela.
Volviendo sobre las conclusiones de fondo de este proceso –conclusiones extensibles a Ecuador y Bolivia– que viven problemas similares, creemos que hay leyes de las relaciones sociales entre las clases y de las revoluciones que siguen vigentes; la primera de ella es que todo proceso que no avanza, en forma permanente, termina retrocediendo, no hay fenómenos políticos y sociales estáticos sino dinámicos, es decir en constante movimiento. Esa es la esencia de la teoría de la revolución permanente de León Trotski, que aún no fue superada en la realidad por otra. Un proceso nacionalista o antiimperialista puede tener momentos de auge y de avance en medidas importantes de independencia política, pero el capitalismo imperialista, y más aún en medio de esta crisis del capitalismo global, pone blanco sobre negro las contradicciones de clase y la necesidad de poner el grueso de la estructura económica de un país en manos de la clase obrera y el pueblo. Y donde esto no se hace, siguen dominando las leyes del capitalismo y el poder de las grandes corporaciones y sus socios políticos, así sea a veces en forma distorsionada o en tensión, pero leyes y estructuras capitalistas al fin, mientras las desigualdades sociales continúan. Y capitalista sigue siendo hoy Venezuela, Ecuador y Bolivia, como veremos, no por no haber condiciones objetivas para superar esa situación, sino por decisión consciente y equivocada de sus gobiernos.
Las justificaciones nocivas del «no se puede»
Entre los dirigentes y escritores de los proyectos que han fracasado, muchas veces priman los argumentos que podríamos definir como posibilistas, y que mal haríamos desde la izquierda anticapitalistas si los tomáramos como propios. Emir Sader, uno de los intelectuales que más defiende a estos gobiernos y proyectos dice en uno de su textos: «La perspectiva ultraizquierdista: bonita teoría pero poco que ver con la práctica; demanda ruptura cuando no hay fuerza política suficiente. No se puede romper con el capitalismo sin la recomposición del trabajo, que se encuentra fragmentado y precarizado» (3). Como podemos ver, toda una definición que justifica el no se puede, que convoca a no proponer cosas que no serían posibles. Sader le hace un gran favor al capitalismo dominante en el continente, y lo hace envuelto en frases intelectuales que no puede comprobar en la práctica.
«No hay fuerza política suficiente» dice Sader. ¿Y quién determina sí es así? ¿Cómo se hace esa medición? ¿En qué escritorio se analiza hasta dónde se puede avanzar? Nada de esto es real, son tan solo opiniones equivocadas y orientadas a salvar el balance de los llamados gobiernos progresistas, que nunca quisieron provocar una ruptura anticapitalista, no porque no haya fuerza política o social, sino porque no era su objetivo. La historia reciente del continente muestra lo contrario, hay una enorme fuerza social que enfrenta y derrota corporaciones, que frenó golpes y sabotajes, que alcanzó conquistas sociales con años de lucha. La clase obrera y los sectores populares sí que pueden darle lecciones de qué es lo que se puede lograr, a esta intelectualidad que cumple el triste rol de alimentar tendencias pesimistas en el movimiento popular y de izquierda.
En la realidad de los países y el continente, hasta dónde se puede o no avanzar, lo determina el carácter de un proyecto político, si tiene un programa correcto para hacerlo, si se apoya e impulsa la movilización popular, si utiliza cada medida para ir por más, si no tiene ningún compromiso con la corporaciones extractivas y financieras, si le da un carácter regional e internacional a esos objetivos. Solo a partir de tener claro ese norte, es que debemos medir las relaciones de fuerzas y cómo poder ir avanzando, pero no es lo mismo si una dirección política directamente no se plantea el objetivo, como ha sucedido en estos países. Desde ya que es una lucha difícil y el resultado final no se sabe de antemano, como toda lucha política hay que darla. Pero lo que si sabemos hoy, es que todo proyecto que no quiso avanzar en sentido anticapitalista retrocedió y le abrió las puertas al regreso de variantes de derecha. De eso no habla esta intelectualidad.
Porque en última instancia hay que razonar alrededor de cuestiones concretas. Si tomamos como ejemplo tres gobiernos distintos, podríamos preguntarnos ¿Es la falta de fuerza política la que hizo que el PT entrara en negociados con grandes corporaciones megaconstructoras o con el capital agroindustrial? ¿Es la falta de fuerza política la que hizo que CFK privilegiara las relaciones con las megamineras, los agronegocios e hiciera un acuerdo secreto con Chevrón? ¿Qué falta de fuerza político obligo al gobierno venezolano a realizar un desfalco sobre el ingreso petrolero por más de 250 mil millones de dólares o firmar la entrega de reservas en oro y diamante? Lógicamente, nada de esto puede explicarse por «falta de fuerza política». Confirmando que cuando se parte de la realidad, cae el velo de las teorías-justificación que juegan un rol nocivo y desmovilizador.
Este debate no es menor ni es solo de nuestro continente, la amarga experiencia de Syriza en el gobierno de Grecia lo mostró también en Europa. Cuando tenía a la mayoría del pueblo a su favor, cuando la solidaridad internacional crecía, cuando un referéndum lo respaldaba, Tsipras decidió aceptar los designios de la troika, porque según él no se podía hacer otra cosa, había que aceptar un mal acuerdo porque no había otro camino. Así la mayoría de Syriza traicionaba el mandato popular para el que había sido electa, «tirando la toalla» con el argumento del no se puede. Y el resultado es la peor Grecia, la del ajuste sin fin, la de pérdida de derechos sociales, la de decepción y, por suerte, la de una nueva oleada de luchas que ahora enfrenta al gobierno mientras busca y construye nuevas alternativas desde la izquierda.
Campismo y campos en pugna.
El otro elemento que distintos voceros del PT, el FPV o el madurismo levantan, es el de simplificar toda la situación de cada país a dos supuestos y únicos campos, uno de la derecha y el imperialismo y el otro del progresismo. Es una burda simplificación de la realidad, tendiente a que todo aquel que no esté con los proyectos clásicos de derecha tenga que optar por estos otros proyectos en retroceso, y no intentar conformar otras herramientas políticas independientes de ambos. Sobre esta tesis se alimentan las denuncias de «golpes de estado» que habría en Brasil y Venezuela o el «golpe judicial» a CFK en Argentina. Está claro que en los tres casos las derechas actúan, con complicidad de los grandes grupos económicos y la justicia adicta. Pero denunciar y oponernos a ese accionar de las derechas no puede excluir de la realidad que hubo y hay en los tres casos hechos graves de corrupción desde esos gobiernos, no como casos individuales sino como modo de funcionamiento central de sus proyectos, ligados a las corporaciones y sus negocios.
Por fuera de la simplificación campista, para quienes queremos enfrentar todo proyecto de derecha y pro imperialista en el continente, la primera condición es no apoyar a los proyectos que de una u otra forma, han garantizado la continuidad de los negocios de las grandes corporaciones asociadas a la casta política. Y como puede verse en Brasil, en Argentina o en Venezuela, hay franjas grandes de la población que no comparten ni la política de las nuevas derechas ni la de los viejos gobiernos. En la etapa actual, los campos en pugna son otros, por un lado todas las castas y variantes políticas que plantean un modelo dependiente dentro de los regímenes capitalistas, y del otro los pueblos que luchan contra esos modelos y las fuerzas que desde la izquierda queremos un proyecto emancipador. Y en este último campo no hay lugar para las estructuras políticas aplicadoras directas o cómplices de los ajustes y el extractivismo.
Antiimperialismo y anticapitalismo; ejes inseparables de un proyecto alternativo
Como decíamos al inicio de este trabajo, por la situación general del continente, vamos hacia nuevas experiencias de lucha y de construcción política. Se trata entonces de pensar como y para qué estrategia construirlas. El período o etapa que termina es el de diversas direcciones políticas, que de una u otra forma, gobernaron o gobiernan sin proponerse un salto cualitativo de ruptura. La primera conclusión entonces, es que hace falta construir alternativas desde la izquierda, que no partan de limitarse a ser un proyecto continuador de lo que ha fracasado, sino darse el objetivo de superarlos tanto en radicalidad política como en protagonismo real y participación popular.
Por esto, en primer lugar no cabe duda que en nuestros países, dependientes y constantemente atacado por corporaciones y planes de despojo, las tareas democráticas y antiimperialistas son muy importantes. Así lo fue en toda nuestra rica historia de lucha continental y ante los nuevos intentos de apoderarse de nuestras riquezas lo sigue siendo. En el terreno democrático también recobra actualidad la lucha contra los regímenes y las castas políticas de todo pelaje, socias directas de poderes imperiales y de sus corporaciones extractivas y financieras.
A la vez, la experiencia pasada y la actual, también revaloriza la necesidad de las tareas transicionales o anticapitalistas, no en sentido de propaganda política, sino como parte de un programa transicional, que lógicamente tiene que partir de las necesidades y reclamos populares, hasta poner en debate la pelea por levantar otro andamiaje y estructura política y social transformadora, que en la crisis capitalista global, es también una necesidad de la etapa.
En el marco de la crisis mundial, con EEUU tratando de ganar más peso en la región y con una relación directa entre gobiernos y corporaciones, no hay manera de pelear por una democracia real ni de ser consecuentemente antiimperialista sin pelear por medidas transicionales y anticapitalistas como respuesta de fondo. Lo contrario, es lo que hemos presenciado estos años, y lo que no debemos repetir. El mundo y el continente actual dan un carácter dialéctico e interrelacionado a todas las tareas. Por dar un solo ejemplo; las castas políticas están íntimamente relacionadas al capital imperialista y a sus corporaciones, eso lleva a denunciar esas castas e instituciones y a proponer otro modelo político, pero el mismo solo puede lograrse si terminamos no solo con las viejas castas sino con el modelo económico y social que las sustentan.
En este punto, creemos en la validez de la esencia del método marxista del programa de transición, que es una sucesión encadenada de tareas y propuestas hasta poner en jaque la dominación capitalista y lograr gobiernos de ruptura anticapitalista, de los trabajadores y el pueblo. Lógicamente, puede haber construcciones o frentes más heterogéneos y con un programa parcialmente antiimperialista como el Frente Amplio de Perú, y es válido y positivo impulsarlo y ser parte allí o en otras experiencias en igual sentido, partiendo del punto real que tiene un determinado proceso de construcción. Lo que no debemos perder de vista es la necesidad de bregar por hacer fuertes alas anticapitalistas en ese tipo de construcciones, para que llegado el momento puedan jugar roles positivos y tener una perspectiva programática superadora, frente a sectores que muy probablemente no lo tengan.
Creemos que para ser de verdad alternativa, hay que intentar construir alternativas que propongan la nacionalización de la banca y el comercio de exterior, la expulsión de todas las corporaciones extractivas, la estatización bajo control social de todos los servicios públicos, la expropiación de las grandes industrias, la ruptura con los pactos que nos atan a organismos internacionales entre otros puntos que tienen que ganar alcance regional, porque solo en la esfera nacional no se puede avanzar. En Argentina estamos impulsando la conformación de una nueva confluencia en este sentido, en Venezuela Marea Socialista puede ser un polo para una nueva referencia política de este tipo, en Brasil la existencia del PSOL permite aprovechar y acumular para esta disputa que ahora se dará fuerte en las elecciones de octubre, con buenas posibilidades en Porto Alegre y otras ciudades. Veremos qué forma adopta en otros países. Es una oportunidad y una tarea apasionante que asumimos con fuerza y ganas militantes, hacia el objetivo de lograr una ruptura anticapitalista en la región.
Nuestra estrategia en un continente convulsionado
Vivimos la realidad y el tiempo que viene con la pasión militante que nos impulsa a pelear con fuerza, en las luchas sociales y en la lucha política. Los cambios en curso, con la llegada de nuevas derechas y con EE.UU. tratando de recuperar terreno perdido impulsando sus acuerdos del Pacífico, se dan sin que sucedieran derrotas de masas en la lucha de clases. Y eso le da a los nuevos gobiernos y regímenes una debilidad estructural para desarrollar sus planes. No hay que ser facilistas, intentan fuertes ajustes y seguirán insistiendo en ese camino, pero lejos están de ser invencibles. La perspectiva que se abre será de fuerte resistencia, de grandes movilizaciones, de confrontaciones importantes, intentos represivos y nuevos fenómenos sociales y políticos. Nada está dicho de antemano, podremos ganar, también perder, pero es una pelea que se dará con fuerza y en la calle. Impulsar esas luchas y apoyar el surgimiento de nuevos dirigentes obreros, populares y estudiantiles, es parte de la estrategia anticapitalista y socialista.
En las batallas obreras, populares, de la juventud, del movimiento feminista y ambientalista, y en la construcción de nuevas alternativas amplias es necesario también fortalecer organizaciones revolucionarias. En medio de la crisis capitalista y de esta nueva etapa en el continente el rol de un partido y organización revolucionaria es estratégico y vital frente a todos los poderes que enfrentamos, y su construcción requiere de tareas concretas y cotidianas, de formación y aprendizaje en la intervención directa en la lucha de clases y en la lucha política en disputa con otras estrategias, en esto la esencia del legado leninista (4) recobra actualidad, siempre abiertos a confluencias más estratégicas, fusiones u otras experiencias. Y cuanto más fuerte sean nuestras organizaciones revolucionarias, mejor vamos a contribuir a la conformación de grandes alternativas antiimperialistas y anticapitalistas, donde convivamos diversas corrientes del pensamiento popular y de izquierda.
Latinoamérica ha vivido siempre entre revueltas y revoluciones, así será también el período que viene. Y para eso, para las grandes confrontaciones sociales y de clase que vienen nos preparamos, haciendo más fuertes y grandes nuestros partidos o corrientes revolucionarias en el estadio que hoy se encuentren, y con la mayor amplitud para un proyecto común, con aquellas y aquellos que viniendo de diversas experiencias, quieran un camino emancipador para Latinoamérica, nuestra Patria Grande.
Notas:
(1) Nahuel Moreno, crítica a las tesis de la revolución permanente.
(2) 10 Propuestas para el Presidente Maduro, a consideración de las UBCH (junio de 2014)
(3) Diálogos progresistas. Conferencia de Emir Sader.
(4) Lenin hizo el aporte teórico y práctico más importante, sobre la necesidad de construir partidos revolucionarios sólidos, como única forma de poder enfrentar a las fuerzas políticas y represivas del sistema.
Sergio García es dirigente del MST, periodista político, director de la revista «Nueva Izquierda» y coordinador en Argentina de la web «Portal de la izquierda». www.sergiogarcia.mst.org.ar
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