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Panamá

Vagos y maleantes: así los llaman, así los tratan

Fuentes: Alainet

Hace más de 30 años, Raúl Leis, extraordinario sociólogo, escritor y educador popular colonense, publicó una obra que llevó por título: COLÓN EN EL OJO DE LA TORMENTA. En ella ya se nos entregaba, casi de manera premonitoria, muchos de los elementos que explican el estallido social que acaba de escenificarse en la provincia de […]

Hace más de 30 años, Raúl Leis, extraordinario sociólogo, escritor y educador popular colonense, publicó una obra que llevó por título: COLÓN EN EL OJO DE LA TORMENTA. En ella ya se nos entregaba, casi de manera premonitoria, muchos de los elementos que explican el estallido social que acaba de escenificarse en la provincia de Colón, y que se resume en la extrema miseria en que vive la población de esta ciudad que habita al lado de ese emporio comercial que es la Zona Libre, el negocio más próspero del país.

Se sabe que por esa Zona Libre de Colón (ZLC) pasan miles de millones de dólares, 120 millones por día han indicado los directivos de la Asociación de Usuarios, producto de operaciones de importación y re-exportación de bienes. Pero de esa gran masa de dinero, es casi nada lo que llega a los habitantes de la provincia de Colón, cuyas paupérrimas condiciones sociales ponen en evidencia el divorcio entre el enclave económico que constituye la ZLC y su entorno. Los miles de millones de dólares que por ella transitan no han expulsado el hambre, la miseria y el desempleo que agobia a los colonenses. Y esa verdad incontestable hoy es la misma que ha gravitado por muchísimas décadas sobre la existencia de esa población, en su gran mayoría afrodescendientes.

La ciudad de Colón es la prueba más fehaciente de la inequidad que caracteriza a la estructura socioeconómica de Panamá, con su extremada polarización que produce una alta concentración de la riqueza en manos de unos pocos, al tiempo que genera la pobreza más vergonzosa para las mayorías.

Actualmente, en la Zona Libre de Colón tienen asiento 1.751 empresas que arriendan al Estado el espacio que ocupan. Los montos que se cubren en concepto de alquiler son ínfimos en relación a la facturación y, por ser una zona franca, ninguna de las empresas hospedadas paga impuesto alguno, sean éstas nacionales o municipales. Para cuando culmine el año 2012, se calcula que la Zona Libre de Colón habrá realizado transacciones por más de 12 mil millones de dólares, es decir cerca del 50% del Producto Interno Bruto de todo el país, si se tiene como referencia que éste fue de 23,253.6 millones de dólares, aproximadamente, en el año 2011.

Y con toda esa riqueza que allí se produce, en unas pocas hectáreas si se la compara con el resto de la provincia, y mediando apenas una calle, nos encontramos con una ciudad a cuyas calles y avenidas drenan aguas servidas provenientes de los callejones que separan los maltrechos caserones, algunos condenados por inhabitables y otros a punto de derrumbarse, en los cuales aún miles de colonenses se ven obligados al uso de baños y servicios comunales.

Las carencias en la infraestructura de la provincia también alcanzan a las instalaciones educativas. Escuelas y colegios en Colón muestran el abandono gubernamental. Igual acontece con los centros de atención médica que están desprovistos del equipamiento necesario. Los servicios de salud, en general, son precarios.

En un país cuya economía ha venido creciendo de forma sostenida durante los últimos 5 años, a un impresionante ritmo que hoy se coloca por encima del 10%, según el propio Ministerio de Economía y Finanzas, 3.2% de la población colonense «vive» en la indigencia y cerca del 16% en la pobreza. En un país en el cual el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral señala que se está en una situación de casi pleno empleo, en la provincia de Colón el desempleo pudiera estar afectando a ¼ de la población, siendo la juventud la que lleva la peor parte.

No hay duda de que la provincia de Colón ha llevado una pesada carga histórica sobre sus hombros. El abandono consciente, gobierno tras gobierno, de esa parte del país, poblado como ya se ha dicho mayoritariamente por afrodescendientes, pone de manifiesto en la situación recientemente vivida, la presencia de un factor que también se pudo observar en 2010 y 2011, durante las crisis de los trabajadores bananeros en Changuinola y la lucha contra la explotación minera y las hidroeléctricas en las Comarcas, respectivamente: Los pueblos indígenas y las poblaciones afrodescendientes se cuentan entre los principales sectores sociales a quienes el manto de la protección del Estado no arropa.

¿Acaso, entonces, no es legítimo señalar que la pobreza y la marginación en Panamá tienen color?

En ese mismo sentido la piel cobriza y oscura de indígenas y negros no puede menos que merecer nuestra atención a la hora de evaluar los hechos que han circundado las recientes luchas en las bananeras de Bocas del Toro, en las Comarcas y la Provincia de Colón, puesto que, en cada caso, no solo han sido quienes la portan los principales actores sociales en dichas jornadas reivindicadoras sino que, infortunadamente, han «puesto» los muertos y heridos.

Afirmo, sin ambages, que mucho de lo actuado en Colón, además de la codicia, estuvo tamizado por el desprecio de los victimarios a la condición humana de los colonenses. Vagos y maleantes. Así los han llamado, siempre.

Raúl lo sabía, desde entonces.

Alberto S. Barrow N. es abogado. www.abconsult.com.pa

Fuente: http://alainet.org/active/59234